Con 'alumbrones' programados y colas para el gas, Sancti Spíritus vuelve a la "normalidad"
Hasta el carbón para cocinar, que ha subido de precio a 2.000 pesos el saco, está desaparecido
Sancti Spíritus/Nada en las calles de Sancti Spíritus sugiere que, como afirma la prensa estatal, la vida volvió a la normalidad. La reconexión del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) no sacó a la ciudad de los apagones, sino que la devolvió al sistema de cortes “racionados” que sufre desde hace meses y, con el reinicio del curso escolar programado para el próximo lunes y los pocos servicios que han reabierto, las calles permanecen casi vacías. Solo un lugar da señales de vida: los puestos de venta de gas donde los cubanos se concentran a diario para intentar comprar “una balita”.
“Desde hace días está la misma molotera de gente en los puntos de venta. Los tiques por la aplicación para comprar siguen suspendidos y eso obliga a la gente a ir todos los días a revisar que están en la lista y mirar por qué número va la cola”, cuenta a 14ymedio Luis, un espirituano que, en los últimos días, ha debido levantarse en lo más oscuro de la madrugada en varias ocasiones para intentar comprar gas licuado. "Ayer hasta me quedé dormido en la cola, del cansancio que tenía".
“El SEN se arregló, pero aquí siguen quitando la luz por bloques como antes. Por lo tanto, el que no tenga gas se arriesga a quedarse sin cocinar o calentar agua”, explica. Los lugares donde se vendía carbón también tienen escasez, “aunque el saco subió a 2.000 pesos”.
La única opción para comer cuando no se cuenta con electricidad ni gas, cuenta Luis, son algunos lugares que venden caldosas. “Ayer fui a la plaza de los agros y me topé con que, encima de unas piedras y con un montón de palos sirviendo de leña, estaban haciendo una caldosa. El vasito era a 32 pesos”, refiere.
Luis, por lo tanto, se ha convertido en uno más de los cientos de cubanos, en su mayoría ancianos, que se aglomeran frente a los puntos de venta de gas para intentar que su nombre figure en las listas de compradores. Cargando con balas, ya sea en carretillas, bicicletas o a cuestas, los cubanos se acomodan en las aceras o encima de los depósitos para esperar largas horas. La pose y la edad cambian, pero la expresión de desamparo en sus rostros es la misma.
“Ya logré anotarme, pero tengo delante unas 1.000 personas y cuando la lista llega a 1.500 se reinicia. Los afortunados fueron los primeros que pudieron poner sus nombres el miércoles, porque por la mañana entraron 100 balas, de ellas 15 autorizadas –para entidades estatales– y cinco para impedidos físicos. Las 80 restantes fueron para la población”, enumera Luis, consciente de que la cantidad es insuficiente.
“Según mis cálculos, por cómo ha avanzado la cola hasta ahora, debe tocarme el gas dentro de unos 20 días. Eso rezando que no se acabe y dejen de traerlo”, señala Luis, que conoce “de qué pata cojea el régimen”.
Apenas hace unas semanas, a inicios de octubre, el Gobierno logró pagar un buque de gas licuado, que es el que ahora se distribuye en la Isla. Antes de su llegada, la escasez mantenía en vela a muchos cubanos y tras anclar, la distribución se volvió “compleja” por el mal clima provocado por un frente frío que entraba en esos días por las provincias occidentales. “Curado de espanto”, Luis sabe que esas situaciones, lejos de ser excepcionales, son bastante frecuentes en la Isla.
Como Sancti Spíritus, en otras provincias también se han desatado largas colas para comprar el producto. Es el caso de Holguín, reportado por este diario, donde los residentes acudieron a los puntos de venta en busca de un medio para cocinar durante el paso de Oscar. Muchos no llegaron a comprar entonces y las colas siguen siendo tan largas como al inicio.
A mediados de semana, y con la presunta vuelta a la normalidad que el régimen anuncia en sus medios oficiales, por Sancti Spíritus no circulan estudiantes ni transeúntes. Solo algunos empleados que el Gobierno calificó de “indispensables” siguen acudiendo a los centros de trabajo.
La terminal de ómnibus provincial la tarde de este miércoles estaba completamente a oscuras, sin prestar servicio, y con la escasez de combustible apenas circulan vehículos por las carreteras principales. En sus caminatas de ida y vuelta al punto de venta, Luis se ha encontrado una ciudad desolada, “como si el huracán hubiera pasado por aquí y no por oriente”.