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Se angustian los padres cubanos ante los precios desaforados del módulo escolar

Quienes no tienen parientes emigrados deben comprar mochilas, calzado y otros materiales en el mercado informal

Ni siquiera los estudiantes de primaria se sienten “seguros” frente a los exámenes si no han pagado antes varias sesiones al 'repasador'. (14ymedio)
Juan Izquierdo

26 de agosto 2022 - 21:35

La Habana/Después de dos años de vaivenes, entre el confinamiento obligado de la pandemia y la crisis económica, el inicio del curso escolar en septiembre está provocando más de una carrera en los hogares cubanos. El regreso a clases se hará en medio de una elevada inflación que encarece desde los zapatos hasta la merienda que necesitan los estudiantes.

Los padres se preguntan cómo será este nuevo comienzo docente con los largos apagones que azotan a la Isla, el desabastecimiento de harina que ha hundido la producción de pan, tan necesario para las meriendas escolares, y la pérdida de valor del peso cubano frente a las divisas, en un país donde solo en las tiendas en moneda libremente convertible se puede adquirir calzado o una mochila.

Ante la suculenta tajada que pueden sacar con la venta de accesorios escolares, hasta varios restaurantes que venden sus productos a través de internet han agregado ofertas que nada tienen que ver con comida. Mochilas para niños a 60 dólares, bolsas para llevar la merienda, pomos para el agua, lápices y gomas alternan ahora con sus platos de lasañas o arroz frito.

"Módulo escolar para niña", reza una de estas opciones, que por 120 dólares incluye la mochila, un par de libretas y otros útiles necesarios en clases. La entrega a domicilio en La Habana puede agregar unos diez dólares más pero en provincia puede ser aún más caro de recibir. Contar con una familia en el extranjero que financie la compra es imprescindible en este caso, porque el pago se hace online con tarjetas Visa o Mastercard.

"Tengo que cuidar mi uniforme, porque cuando acabe el pre tengo que donárselo a un primo mío que recién comienza"

Quienes no tienen parientes emigrados entonces deben comprar los útiles escolares en pesos cubanos, a la tasa de cambio con el dólar que esté vigente en ese momento en el mercado. Traducido a la moneda nacional, el precio de una mochila pequeña comprada en Panamá puede superar los 2.000 pesos, más 300 por el envío hasta la casa.

En cuanto al uniforme escolar, la pesadilla no es menos apremiante. "Este uniforme lo estoy usando desde décimo grado", cuenta a 14ymedio un estudiante de Sancti Spíritus a punto de comenzar su último año de preuniversitario.

"Te dan uniformes en los tres grados, pero nadie se acuerda del 'estirón' de los 17 años. En onceno grado mi mamá tuvo que pedir otro pantalón y 'caerle atrás' a los funcionarios para que se lo resolvieran", dice.

Tiene la suerte de que su madre sea costurera, de lo contrario todo le quedaría apretado. "Para colmo, la tela de poliéster da mucho calor y se destiñe fácil", lamenta. A mediados de curso, la familia tuvo que pagar muy caro unos metros de tela para coser camisas y pantalones extra. "Tengo que cuidarlos", prosigue el muchacho, "porque cuando acabe el pre tengo que donárselos a un primo mío que recién comienza".

No importa el grado, el municipio de la Isla o las condiciones familiares, al alumno le tocarán siempre materiales rotos por el uso de muchas generaciones, con libros repletos de anécdotas soviéticas, anacrónicas para el estudiante cubano de hoy.

"A mis libros siempre hay que 'pasarles la mano'", dice el joven, mostrando los textos marcados con lapicero, dibujados en el lomo y las tapas o desencuadernados. "Los lápices y libretas son otra historia: antes uno iba a Artex y allí resolvía un portaminas y un par de cuadernos, pero ahora ni eso hay".

Las tiendas del grupo Artex solían comercializar artículos de papelería, mochilas y otros implementos escolares. Pero con la extinción del peso cubano convertible (CUC) y la dolarización de la economía, la familia puede invertir muy poco dinero en materiales que ni siquiera ofrece ya Artex, dedicado casi por completo a la venta de tabaco y artesanías a precios desaforados.

"Los libros casi nunca alcanzan, las libretas, que son de muy mal papel, vienen siempre en la segunda o tercera semana, con suerte. Y de los lápices, con un grafito horrible, es mejor ni hablar", precisa el estudiante entrevistado por este diario.

El joven usa la misma mochila desde la secundaria, los zapatos se los hace llegar un familiar desde Estados Unidos y lo demás, como medias y ropa interior, es necesario comprarlo en el mercado informal.

Tras dos años de actividad nula, o apresurada y mediocre, el aspecto logístico es apenas una de las aristas del problema. Ni siquiera los estudiantes de primaria se sienten "seguros" frente a los exámenes si no han pagado antes varias sesiones al repasador. En muchos casos, quienes ofrecen estas clases de apoyo al programa oficial son los mismos profesores del alumno, que han encontrado en los repasos un complemento financiero a sus escuálidos salarios.

"Otra cuestión es la comida", advierte el joven, "cuando uno vive lejos del pre hay que llevar alguna merienda, porque los precios de los merenderos y paladares son impagables. O si no, a caminar hasta la casa, que a mí, por ejemplo, me queda a dos kilómetros de la escuela".

No obstante estos y otros obstáculos para el aprendizaje, como el pésimo mobiliario escolar o la falta de higiene de los baños, en la prensa oficial proliferan los anuncios triunfalistas sobre el comienzo del nuevo curso.

Aquellos cubanos que exponen la realidad son acosados por la Seguridad del Estado, como ocurrió con Trilce Denis, una madre habanera

"La base material de estudio, está asegurada tanto en los centros internos como seminternos", miente el diarioTribuna de La Habana, aunque admite discretamente el déficit de 4.000 docentes en las aulas capitalinas, que será cubierto "con diversas alternativas".

"Completar el claustro de profesores y garantizar la retención" son prioridades del nuevo curso en la escuela pedagógica de Artemisa, afirma un periódico local, aunque no precisa qué medidas se tomarán para lograr ese objetivo cuando hay solo 77 plazas de las 122 que deberían cubrirse.

En los continuos recorridos por las provincias de la ministra de Educación, Ana Elsa Velázquez, los directivos del sector formulan las mismas garantías: el Estado ha resuelto todos los puntos débiles, todo ha sido reparado y el panorama es positivo.

La realidad doméstica, las quejas de las madres en las redes sociales y el aspecto externo de los centros escolares sugiere lo contrario. Aquellos cubanos que exponen la realidad son acosados por la Seguridad del Estado, como ocurrió con Trilce Denis, una madre habanera que denunció en una transmisión directa la dificultad de iniciar el curso en condiciones tan precarias.

"Yo quiero saber, el día 7 cuando empiece la escuela, qué merienda se le va a llevar a los niños", afirmó Denis, descompuesta. "Hoy decidí que a mi hijo no lo voy a mandar", concluyó.

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