El ansia por emigrar de Cuba eterniza los trámites en el Registro Civil de Cienfuegos
"Hace tres meses solicité las inscripciones que necesito para tramitar la ciudadanía española. Desde entonces, he venido seis veces"
Cienfuegos/Apenas ha salido el sol y ya la cola se extiende a las afueras del Registro Civil de Cienfuegos, en el casco histórico de la ciudad. Hay quienes aguardan parados frente al amplio portón de entrada, otros buscan acomodo en el contén de la acera o en algún saliente de una fachada cercana. Entre las miradas que se mantienen fijas al número 2309 de la calle Santa Cruz (58) está la de Natalia que debe solicitar las inscripciones de nacimiento de sus padres. "Estoy completando mi expediente para pedir la nacionalidad española", explica la cienfueguera.
Es otra de las caras de la Cuba que escapa, y que no solo asoma en los balseros que se lanzan al mar, quienes cruzan la selva del Darién o terminan optando por la ruta hacia el sur, sino que se ve en cada oficina del Registro Civil. La mayoría de los que solicitan una certificación de nacimiento, matrimonio o defunción en Cienfuegos tienen el mismo objetivo: salir y dejar atrás la crisis, los largos apagones y la desesperanza.
Cada persona que espera en la fila tiene una historia en la que se mezclan hartazgo e ilusión. Está el jubilado que ha venido cuatro veces para subsanar un error en el certificado de defunción de su madre. "Si no hago el traspaso y tengo su casa a mi nombre no puedo venderla". El motivo de su apuro se parece al de Natalia: "Quiero reunirme con mi hijo que está en Miami y llevarme parte del dinero de la venta".
"Uno llega aquí y piensa que va a ser fácil pero todo es de disgusto en disgusto", lamenta Natalia
La oficina recibe una avalancha de solicitudes. Según la Dirección Provincial de Justicia en Cienfuegos, en enero de 2023 fueron expedidas casi 20.100 certificaciones, unas 11.600 más que en el mismo período del año anterior. La entrada en vigor, en 2022, de la Ley de Memoria Democrática en España ha puesto a correr a miles de cubanos que desempolvan sus orígenes para obtener un pasaporte europeo. Durante 2024 la tendencia se ha mantenido, azuzada además por el programa de parole humanitario implementado en 2023 por Estados Unidos.
"Uno llega aquí y piensa que va a ser fácil pero todo es de disgusto en disgusto", lamenta Natalia. Una empleada ha abierto la puerta principal del Registro Civil y empieza a gritar orientaciones a los que aguardan en la fila. En pocos minutos, la cola se reestructura según cada tipo de trámite y algunos pasan al patio central de la amplia casona. Otros, ocupan los puestos en el pasillo de acceso frente al buró de una recepcionista con cara de hastío.
"Hace tres meses solicité las inscripciones que necesito para tramitar la ciudadanía española. Desde entonces, he venido seis veces y me ha sucedido lo impensable; desde que mi papá supuestamente no aparecía registrado hasta la suspensión de la jornada laboral por falta de electricidad", cuenta Natalia a este diario. Cada nueva visita es "un trago amargo" y una prueba de nervios para la cienfueguera.
"Ya los empleados de este lugar me conocen y hasta me tratan amablemente, pero no acabo de obtener los dichosos documentos", lamenta. Como los achacosos muebles de la oficina, Natalia siente que se ha convertido en un objeto más entre aquellas paredes sin resolver el problema que la aqueja. "Lo que necesito es un par de papeles, eso es lo que me separa ahora mismo de mi nueva vida".
Aunque los anuncios de digitalización de los archivos y registros son frecuentes en la prensa oficial, en el local de la calle Santa Cruz parece no haber cambiado nada en dos siglos con respecto a la forma en que se redactaban y expedían certificaciones. "Un empleado cometió un error al transcribir mi certificación de divorcio, le cambió una letra a mi apellido y ahora tengo que empezar todo el proceso otra vez", comenta un joven que llegó en la madrugada para "ser de los primeros en entrar".
"Ahora mismo somos solo un buchito en activo, de los cinco empleados que teníamos el año pasado ya hemos sufrido dos bajas. Nosotros también emigramos y más cuando todo el día uno tiene que estar en contacto con gente que se va, esto es como trabajar en un aeropuerto, todo el tiempo estás con el viaje presente", comenta a este diario una empleada que prefiere el anonimato. "Sobre nosotros cae todo, las solicitudes que se hacen aquí y también las que se hacen en internet, a través de las plataformas digitales".
"Uno de los mayores problemas que tenemos es que con esto de la ley de nietos muchas personas están solicitando documentos que tienen un siglo o más de antigüedad y que no están digitalizados", añade. "Hay que sumergirse en un montón de libros muy viejos, llenos de polvo, frágiles y a veces con un nivel de deterioro que es difícil leer con claridad un nombre o un apellido". La mujer ha tenido varios inconvenientes de salud vinculados a su trabajo.
"Son muy comunes las alergias, los problemas en la piel y hace unos años yo me compliqué con un estafilococo que cogí aquí, estuve como tres meses de baja por enfermedad", explica. Los salarios tampoco ayudan, en un mes normal, los empleados no superan los 10.000 pesos, un poco más de 30 dólares al cambio informal. "Por eso es que pasa lo que pasa, que mucha gente tiene que sobrevivir haciendo encargos de clientes puntuales", desliza.
"Ahora mismo somos solo un buchito en activo, de los cinco empleados que teníamos el año pasado ya hemos sufrido dos bajas"
Los "clientes puntuales" de los que habla la empleada son personas que, a diferencia de Natalia, cuentan con suficiente recursos como para saltarse la cola a las afueras del Registro Civil. Son aquellos que deslizan cierta cantidad de dinero en las manos adecuadas para agilizar los tiempos de obtener una certificación de nacimiento, un viejo registro del matrimonio de sus abuelos o la prueba de que un hermano murió en esa ciudad hace ya casi medio siglo.
En las intrincadas redes del mercado negro cubano, los servicios notariales, los trámites burocráticos y el acceso a los archivos más antiguos también tienen su precio. "Gestiono poderes, fe de soltería, antecedentes penales, altas de defunciones, certificados de matrimonio y de nacimiento, apostillamiento de títulos y notas, además de legalizaciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores", se lee en un anuncio en un sitio digital de clasificados.
"Los precios varían según el apuro que usted tenga y la complejidad del trámite", aclara el solícito vendedor tras una consulta de este diario. "Por 20.000 pesos le sacamos la certificación de sus dos abuelos y las tiene en sus manos en menos de un mes, con todos los datos verificados y sin errores, nada de subsanación porque todo el trabajo se hace impecable, sin erratas, cada apellido con su ortografía correcta y sus acentos donde van". Por un precio mayor, se puede reconstruir y hasta falsear desde cero un árbol genealógico que se adapte a cualquier requerimiento en el extranjero. "Si gallego, gallego; si lo prefiere vasco, entonces vasco", añade con soltura al entrar en confianza.
El camino digital a través de la página del Ministerio de Justicia es "tiempo perdido", según Luis Ángel, otro cienfueguero que se creyó la propaganda oficial. "Me metí en internet, hice la solicitud con todos los datos que me pidieron y seis meses después tuve que venir presencialmente porque no tenían listos ni el certificado ni una respuesta por la demora". En este caso, como en tantos con la burocracia cubana, el hombre de 47 años aconseja ir personalmente a los registros: "Vista hace fe", sentencia.
Un cuadro en la pared del registro de la calle Santa Cruz muestra una imagen de Raúl Castro. Bajo su mirada, las personas que aguardan por completar un trámite también tejen relaciones. "Quiero irme a Sevilla, te voy a dejar mi correo electrónico por si podemos vernos por allá", le cuenta una mujer a una joven con un niño pequeño que extiende la mano para tomar el pequeño trozo de papel con los datos.
"No te quedes en Madrid que los alquileres son muy caros", le recomienda un hombre a otro al que solo le falta subsanar un error en el nombre de su abuela para completar el expediente que lo convertirá en cubañol. La conversación se interrumpe con el grito de la recepcionista. "Solo hay dos computadoras trabajando, y vamos a atender pocos casos, recuerden que después del mediodía tendremos apagón, así que no den el último en la cola a nadie".