Ante el apagón total, se encienden fuegos de leña por toda Cuba para salvar los alimentos

Crece la desesperación después de casi 30 horas sin electricidad que podrían prolongarse mucho más

Un camión se parqueó la mañana de este sábado frente al hospital Mariana Enríquez, en La Habana, para vender velas y galletas a precios exorbitantes.
Un camión se parqueó la mañana de este sábado frente al hospital Miguel Enríquez, en La Habana, para vender velas y galletas a precios exorbitantes. / 14ymedio
Juan Izquierdo

19 de octubre 2024 - 19:09

La Habana/El preludio del apagón total fue, para Magaly, muy parecido a una película de terror. La pantalla del televisor perdió intensidad, los ventiladores empezaron a mover las aspas en cámara lenta y el protector de voltaje del refrigerador –cuya luz roja enciende las alarmas de cualquier hogar cubano– se disparó. La mujer, jubilada en Santa Clara y veterana del Período Especial, puso en marcha su “protocolo” para salvar la comida. 

Meses de apagones intensos la han preparado para cualquier escenario. Sin perder tiempo, bajó del congelador media docena de pomos –verdaderos “bloques” de hielo– y los colocó en el compartimiento principal. “Así se mantiene un poco el frío, pero aunque no se abra la puerta la comida acabará por echarse a perder”, explica. 

Los primeros en sucumbir son los vegetales y las frutas. La carne dura un poco más, pero al cabo de varios días sigue el mismo camino. Los frijoles cocinados y otros potajes no sobreviven demasiado. “Se me echaron a perder una frutambomba, además de un par de pomos de encurtido –habichuelas y pepinos en vinagre–, ahora tengo que ponerme a clasificar y botar”, lamenta. 

Clasificar es disponer los alimentos en orden cronológico, de acuerdo a su nivel de caducidad

Clasificar es disponer los alimentos en orden cronológico, de acuerdo a su nivel de caducidad. Botar es perder recursos y dinero en un país donde la comida, de por sí cara, roza lo prohibitivo en tiempos de desastre. Y, para Magaly, la “desconexión total” anunciada este viernes por el Ministerio de Energía y Minas tiene el rango de catástrofe nacional, como un ciclón.  

De hecho, el ambiente en las calles de la ciudad es similar a cuando se espera un huracán. Un enjambre de personas frente a cada puesto de comida, colas inmensas en las tiendas, cartas de precios que se elevan a medida que pasan las horas. “La bolsa de galletas que ayer te costaba 250 pesos hoy te la venden a 270”, asegura la mujer. “Eso, para quien se lo puede permitir, que no es todo el mundo. En las mipymes que venden comida no pudieron traer este viernes, por culpa del apagón, ni jamones ni masas de croqueta. Todo está sin abastecer y hay mucha demanda”. 

Se han puesto de moda los grupos de WhatsApp de las bodegas, donde el administrador le avisa a la gente si llegaron “dos libritas de arroz” o “cualquier cosa”. “A media noche apareció un mensaje en el chat: por favor, acaba de llegar la leche fluida para niños. Sean considerados”. Magalys traduce: el bodeguero quería que fueran lo más rápido posible porque el líquido estaba a punto de echarse a perder. A las dos de la mañana, otras bodegas de Santa Clara enviaron mensajes similares a sus consumidores. 

La madrugada fue dura. Niños llorando en cada barrio, los teléfonos –única fuente de evasión para muchos– sin poderse cargar y lámparas a las que se les ha agotado la batería. “Es desesperante”, dice Magaly. “Al menos la noche fue fresca”. 

“La gente que tiene nevera con comida está tratando de no abrirlos para ver si logran mantener algo de frío”

Con casi 30 horas de apagón en el municipio matancero de Colón, Jorge, profesor de una secundaria local, ve cómo los alimentos de su refrigerador dan su último aldabonazo. “Ha habido que cocinarlo todo”, cuenta. “Encendemos una hornilla de carbón en el portal –en el patio no se puede por las lluvias– y ahí echamos para el caldero un bistec de hígado. Era lo único que quedaba y no va a aguantar mucho más”. En ausencia del gas y de la electricidad, los viejos fogones de leña han demostrado que, por desgracia, no son objetos del pasado.

Jorge no tiene corriente desde la madrugada del viernes; Susana, residente en Remedios, Villa Clara, está en apagón desde la noche del jueves. “La gente que tiene nevera con comida está tratando de no abrirlos para ver si logran mantener algo de frío”, afirma, “pero los que solo tenemos refrigerador ya nos tuvimos que comer lo que nos quedaba”.

Este viernes, Susana y su familia desmantelaron un paquete de pollo cuya “vida útil” pensaban extender durante un tiempo más. Tomaron las piezas y las cocinaron al carbón. “Invitamos a los vecinos de al lado, que también tuvieron que apurar unos tamales. Eso sí se pica rapidísimo”. 

En Camajuaní, a pocos kilómetros de Remedios, Carmen, ama de casa, no logró salvar la leche ni un poco de arroz que había reservado. “Todo lo que tenía congelado perdió hace rato el hielo. Lo que tiene hueso –como el pollo– lo hice ayer; lo demás lo cocinaré hoy. A este paso habrá que cocinarlo todo”. 

Se encienden fuegos de leña por toda Cuba, no solo para salvar los alimentos sino para iluminarse y tener un lugar en torno al cual hablar. Sin teléfonos ni radios para informarse, lo que prima es el desahogo y el malestar. Una ira cada vez más acentuada ha ocupado el lugar que, este viernes, tenía el miedo a que “algo grande” –como lo llama Magalys– pudiera ocurrir. 

El Gobierno ha anunciado algunas medidas para que la gente “disponga de alimentos y algunos productos vitales”

El Gobierno ha anunciado algunas medidas para que la gente “disponga de alimentos y algunos productos vitales”. En Cienfuegos, afirma Granma, se prepara una “abarcadora feria agrícola” para todos los municipios. 

Mientras, en La Habana, un camión se parqueó la mañana de este sábado frente al hospital Miguel Enríquez. La cola no tardó en formarse, pero los “refuerzos” para capear el temporal son mínimos: galletas a 1.300 pesos y un paquete de velas –hechas en Cuba– a 750. La reacción de una mujer ante el kit anti apagones lo dice todo: “¿Esto es lo que nos mandan? ¿Con qué lo voy a pagar”. 

Solo hay que revisar las páginas locales de noticias, como la CMHW en Villa Clara o los anuncios de la propia Unión Eléctrica, para contar con un buen inventario de improperios al régimen. Las quejas van desde insultos personales a Miguel Díaz-Canel y peticiones de renuncia, hasta finas ironías: "Deberíamos enviar una carta a la Estación Espacial”, afirma un lector, “explicándoles que no van a ver a Cuba de noche en estos próximos días". 

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