Los apagones hacen aún más agónicos los trámites burocráticos en Matanzas
Cuba
"Hay lugares donde pueden seguir atendiendo al público pero en este tipo de oficina casi cada paso necesita electricidad", se queja una matancera
Matanzas/Los apagones no son solo oscuridad y ollas arroceras que no pueden encenderse. En la ciudad de Matanzas la falta de fluido eléctrico afecta especialmente los trámites burocráticos. Los tiempos para sacar un certificado de nacimiento y obtener un pasaporte se han dilatado debido a la falta de energía. Esta semana, con más de 20 horas diarias sin suministro, la situación roza el caos.
Misladys visitó este martes por enésima vez la oficina de la Dirección de identificación, Inmigración y Extranjería de Cuba (Diie) ubicada en la céntrica calle Medio. Para su sorpresa, después de varias decepciones, el local contaba esa mañana con electricidad y el salón de espera estaba repleto de personas ansiosas por lograr su documento de viaje. "Esto es un milagro porque prácticamente toda la ciudad está apagada, desde Peñas Altas hasta Versalles", comenta la matancera a 14ymedio.
La nueva normalidad que se ha extendido por toda la Isla con el recrudecimiento de la crisis energética es la de esperar que los tomacorrientes carezcan de energía, las lámparas estén apagadas, los aires acondicionados no funcionen y los funcionarios estatales se escuden en los apagones para no brindar el servicio. "Hay lugares donde pueden seguir atendiendo al público pero en este tipo de oficina casi cada paso necesita electricidad", explica Misladys.
El proceso de obtener un pasaporte, automatizado hace algunos años tras la eliminación del permiso de salida, a inicios de 2013, y el fin de la llamada carta de invitación, incluye un protocolo que "parece el de una fábrica de salchichas", ironiza un anciano sentado a pocos pasos de la secretaria que recepciona los carnés de identidad y da inicio al procedimiento. El primer paso es lograr colar la identificación personal en manos de esa funcionaria después de haber esperado largas horas en una fila a las afueras del edificio.
En la estrecha sala no alcanzan las sillas para todos los que han llegado. "Primero vamos a terminar de atender a quienes poseen turnos reservados, y luego seguiremos con el orden de la cola. Mantengan la calma, por favor", pide la empleada. Los primeros nombres que salen de su boca son de clientes que ya se han frustrado con anterioridad porque el apagón interrumpió su trámite cuando estaba iniciado, quienes vienen apalancados por algún organismo oficial o aquellos que son amigos del personal.
"Llevo cinco meses en esto", lamenta un joven que ha llegado a legalizar un documento, un trámite que, junto a la expedición del carné de identidad y el pasaporte, también se realizan en la misma oficina. La mayor parte de los que aguardan están en un proceso migratorio. Unos vienen para obtener el documento que les permita abordar un avión y otros para concluir un trámite que les ha pedido un pariente o un amigo residente ya en el extranjero. El tiempo importa muchísimo, porque puede retrasar desde la compra de un boleto hasta la obtención de una ciudadanía extranjera.
Después de ser llamado por la empleada, el solicitante es convocado a una oficina donde revisan su archivo, si ha tenido pasaporte anteriormente o si aparece en la base de datos como "regulado", el eufemismo con el que todos temen ser etiquetados y que significa una prohibición de salida del país. Si se supera sin problemas ese obstáculo, entonces se pasa a otro cubículo donde toman las huellas dactilares y una foto, para pasar estos detalles a la computadora conectada al Sistema Único de Identificación Nacional (Suin).
Ese paso es "donde todo puede fastidiarse", advierte Misladys. "Las otras veces que he venido me han dicho que no hay electricidad para encender las computadoras o que, aunque tienen luz, no tienen acceso al servidor para meter los nuevos datos". El problema se repite tanto que lo asombroso es que todo funcione y se pueda pasar desde el salón de espera inicial, hasta el último cubículo donde entregan un papel para recoger el nuevo documento.
Pero no basta con sortear airoso ese periplo. Los plazos de entrega del documento de viaje también se han dilatado y ahora ha pasado a tardar hasta siete semanas, de las dos que llegó a demorar hace una década cuando explotó la bomba migratoria cubana que parece no tener fin. El problema se extiende a todas las esferas de la vida cotidiana. "Si vas a una tienda no puedes pagar, si vas a un cajero automático no puedes sacar dinero", enumera Misladys que agrega la situación de su esposo, quien "lleva semanas tratando de obtener una licencia de cuentapropista y está a punto de desistir" porque cada vez que va a la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social están suspendidos los trámites por falta de electricidad.
En un país que lleva años padeciendo largos apagones, sorprende la falta de preparación que muestran las entidades estatales ante los cortes eléctricos
En un país que lleva años padeciendo largos apagones, sorprende la falta de preparación y alternativas que muestran las entidades estatales ante los cortes eléctricos. Un recorrido por las oficinas de trámites, cuando no hay corriente, da la impresión de que por primera vez se enfrentan a esa dificultad: el servicio se paraliza, los empleados salen al exterior para no padecer el calor y muchas veces la jornada laboral se cancela hasta el día siguiente.
Para quienes viven lejos y han llegado a la ciudad para realizar cualquier proceso burocrático, la frustración es mayor. "Somos de Ceiba Mocha y el transporte se pone malísimo", contaba una mujer que, acompañada de su pareja, esperaban este martes en el salón principal de la oficina de la Diee del centro de Matanzas. Su mayor preocupación, tener que regresar a su pueblo sin comenzar el trámite porque un apagón en mitad del día detenga el proceso.
El bombillo, ubicado encima de la bandera cubana en una esquina de la sala, parpadea. Un grito de preocupación se extiende entre quienes esperan sentados o de pie a que los llamen. No ha sido nada, apenas unos segundos sin electricidad pero la ansiedad escala en el local. Para algunos será uno de los últimos tragos amargos que deberá sufrir antes de emigrar.