En medio de apagones diarios, Cuba organiza una Feria de las Energías Renovables
Vecinos de Manzanillo, en Granma, logran que les devuelvan la luz después de una cacerolada por las calles
La Habana/El hartazgo de la población cubana por un nuevo verano sin luz crece y salta de las redes sociales a las calles. Si el martes fue la protesta de los residentes universitarios de Camagüey, el miércoles tocó una cacerolada por las calles de Manzanillo, en la provincia de Granma, y los cortes prolongados amenazan con dejar una jornada reivindicativa al día.
En medio de esta tormenta, el oficialismo ha dedicado un destacado espacio a la celebración de la Feria Internacional de Energías Renovables, que se celebra en La Habana entre el 22 y el 24 de junio.
Cuba necesita catapultar el uso de las energías renovables,titulaGranma. En 2014, la Isla aprobó una política para el desarrollo de estas fuentes de energía, que entonces suponían el 4,3% de la generación eléctrica de un país extraordinariamente dependiente de los fósiles. El objetivo era llegar al 24% para 2030, pero a principios de este 2022, en el ecuador del plazo, el avance parecía una burla. Solo el 5%.
"La implementación de la Política de FRE (Fuentes Renovables de Energía) está atrasada; al cierre de 2021 debíamos tener 649 MW/h en operación, pero hoy solo se alcanza 47% de lo previsto, 304 MW/h,", dijo Rosell Guerra, director de Energías Renovables del Ministerio de Energía y Minas en una entrevista a IPS a comienzos de año.
En el mismo artículo, el funcionario señaló que desde 2014 se han invertido 500 millones de dólares en renovables, una cifra que contrasta con los 1.500 millones invertidos en hoteles
La explicación es muy sencilla. Las políticas públicas necesitan financiación más que voluntarismo. En el mismo artículo, el funcionario señaló que desde 2014 se han invertido 500 millones de dólares en renovables, una cifra que contrasta con los 1.500 millones invertidos en hoteles.
Guerra atribuía la falta de progresos a las sanciones de EE UU y la mala situación económica actual, aunque tampoco en los mejores años de ese período –cuando el deshielo con Cuba supuso un alivio en la perpetua crisis de la Isla– se aprovechó para invertir más. El régimen, en cambio, no ha dejado de captar financiación para el turismo, un sector que deja dinero fácil y rápido, y unas divisas que, según las autoridades, son indispensables para las importaciones. Lo que no está claro es para qué servirá importar si las industrias deben parar de producir por falta de energía, como ya está pasando en Sancti Spíritus.
En su plan de 2014, Cuba había previsto que harían falta 3.700 millones de dólares de los cuales la mayoría iba a parar a las bioeléctricas, clave de la renovación del combinado energético cubano, gracias al bagazo de la caña de azúcar. El plan era bueno sobre el papel: la caña iba a la producción azucarera y el bagazo al sistema eléctrico, al que tenía que aportar un 14% en 2030.
La realidad es otra: no solo no se ha hecho la conversión prevista, sino que las fallas industriales dejan episodios dramáticos como la pérdida de 300 toneladas de bagazo este abril por un incendio en el central azucarero Mario Muñoz, en Matanzas. Es, precisamente, el que más energía entrega al sistema nacional.
El resto del monto (y para un 10% de aportación a la electricidad) debía ir a parar a la construcción de parques eólicos y fotovoltaicos. Cuba, con una radiación de más de 5 kilovatios por metro cuadrado al día, tiene un alto potencial para producir energía solar y, de hecho, es lo que más ha avanzado. Los parques que se han podido levantar aportan más del 78% de la energía renovable del país, 238 megavatios por hora. La cantidad, una vez más, es insignificante y, además, las cifras de inversión necesaria se han incrementado.
Los parques que se han podido levantar aportan más del 78% de la energía renovable del país, 238 megavatios por hora. La cantidad, una vez más, es insignificante
Este 2022, los funcionarios del sector ya situaban en 6.000 millones de dólares la inversión extranjera indispensable para el cambio de la matriz energética. A pesar de que las autoridades han introducido algunas exenciones fiscales para empresas que quieran invertir en renovables en la Isla, el dinero no acaba de llegar y no se espera vaya a llegar justo ahora cuando la crisis económica internacional aprieta y Cuba, en concreto, ha debido renegociar sus deudas por los impagos de los dos últimos años, tanto con el Club de París como con su socio principal, Rusia.
En todo caso, Cuba va muy tarde en la actualización de su sistema energético. Según Cuba Energía, entre 2016 y 2019, el 95% de la producción procedía de fósiles que, además de altamente contaminantes, son finitos: el 52,3% se extraía del crudo y el 17,6 % del gas. El 30,1% restante procedía de la quema de caña (27,1 %) y leña (2,7 %) y de hidroenergía (0,2 %). El 5% restante es el atribuido a renovables, con más del 45% la solar, más del 30% la hidroenergía, un 14% la eólica y casi el 8% el biogás.
Las renovables en España, país que recibe una gran cantidad de radiación solar también, suponen el 46% de la generación eléctrica en 2021, aunque el mayor peso, se lo lleva la eólica, con más de un 23%.
Las termoeléctricas cubanas, con más de 30 años de explotación y un estado lamentable y sobradamente conocido, no dan más de sí y el país destina unos 2.800 millones de dólares anuales al sector eléctrico, incluida la compra de combustibles, a pesar de que obtiene gratis grandes cantidades –que han ido menguando– desde Venezuela, fruto de sus acuerdos de personal (médicos y seguridad fundamentalmente) por petróleo.
Las plantas de la Isla están generando menos del 40% de su potencia instalada, las reservas están a cero y los apagones programados rebasan los límites de la entrenada paciencia de los cubanos, con cortes que superan las 12 o 14 horas. Antes de ayer, las protestas forzaron la reposición de la luz en Camagüey. Anoche, en Manzanillo, el efecto de las cacerolas también fue el restablecimiento del fluido. Las autoridades están gestionando el malestar con el botón de la luz, pero los cubanos también se están dando cuenta de que sus gritos pueden cambiar cosas.
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