Una arenga contra el 11J para iniciar el curso escolar en La Habana
"Yo no les vengo a lavar la cabeza pero no pueden dejarse llevar por las malas influencias"
La Habana/Durante más de media hora los estudiantes de la escuela José Luis Arruñada, en La Habana, esperaron de pie en el patio a que empezara la actividad por el reinicio del curso escolar 2020-2021. Ya en la reunión de padres, realizada la semana pasada, los profesores habían asegurado que la escuela había sido seleccionada para celebrar "el acto central" en la capital y advirtieron: "Va a venir la televisión y todo".
Durante la espera, pusieron por los altavoces canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, mientras que por una pantalla enorme alternaban la imagen de la bandera con la de Fidel Castro.
El escenario no era el de siempre. Esta vez, la uniformidad del vestuario no era completa: muchos de los estudiantes han tenido que asistir este lunes con "ropa de calle" porque las autoridades educativas no han podido coordinar a tiempo con la industria y el comercio la confección y venta de uniformes nuevos. Durante los largos meses de pandemia los niños han crecido o han engordado y ya no les sirve el que estaban usando antes de que llegara la orden que poner pausa a las clases y quedarse en casa.
Los padres tuvieron que conformarse con ver el acto desde la reja. Por las medidas de protección para evitar el contagio de covid-19, prohibieron la entrada a la familia. La conversación del grupo que se amontonó en la entrada giraba en torno a los malabares económicos que han hecho todos para conseguir ropa y zapatos para que los niños pudieran asistir en esta jornada a las aulas. También se quejaban de tanta demora para comenzar el acto y de la falta de distancia que había entre los muchachos.
"Desde hace dos semanas mandé un poco de ropa que no uso a una amiga que tiene una venta de garaje en su casa los fines de semanas"
"No sé para qué tenerlos ahí de pie por gusto, todos unos arriba de otros. Tampoco entiendo qué están esperando si ya todos los niños están formados y listos hace rato. No es correcto que con esas mochilas llenas de libros estén tanto rato esperando de pie", dice una madre a otra, que también se queja por otras razones: "Desde hace dos semanas mandé un poco de ropa que no uso a una amiga que tiene una venta de garaje en su casa los fines de semanas. Ahí me gané como 3.000 pesos y vendí un abrigo de un viaje que hice a Rusia hace dos años, antes de la pandemia. Gracias a eso pude reunir los 6.000 pesos que necesitaba para comprarle los tenis a mi hijo, de otra manera hubiera sido imposible porque mi salario es de 4.800".
"Por suerte la mía sigue de la misma talla, no le dio por crecer tanto en este tiempo y aún le sirve el uniforme y hasta los zapatos le quedan bien. El drama en la casa fue conseguir algo para preparar el desayuno y la merienda. ¿Tú sabes lo que desayunó mi hija? Un plátano", cuenta otra de las madres. "Ella siempre desayuna un vaso de leche porque no le gusta comer pan temprano y tampoco toma jugo, pero no he podido comprar leche desde el mes de septiembre. No hay, a ningún precio la encuentro", lamenta.
Un padre que escuchaba en silencio, el único entre tantas madres, dijo que en su casa, donde hay dos niños, uno de 11 y otro de 5, se las están viendo negras igual para el desayuno. "Antes estirando la leche que todavía le venden al más chiquito por la libreta nos alcanzaba, pero ahora están dando solamente la mitad", se queja. "Pasamos de comprar un kilogramo al mes a tan solo medio kilogramo y nadie sabe hasta cuándo será así".
El hombre señala que, a falta de leche, durante todo este tiempo su hijo, que cursa el sexto grado, ha desayunado un barquillo de helado que venden en la esquina de su casa. "Ahora es imposible resolver de esa manera. A la hora que sale para la escuela está cerrada la cafetería y ha tenido que irse solamente con un pan tostado en la barriga, y de merienda lleva una tortilla, porque no hay más nada. Yo sé que esto va a ser un dolor de cabeza todos los días".
La conversación se interrumpe cuando suena una música estridente que anuncia el comienzo del matutino. Tres niñas caminan solemnemente y dejan un ramo de flores en el busto de José Martí, suena el himno nacional y todos lo cantan. Luego llega una maestra que da la lectura de unas palabras que sirvieron de agradecimiento "al esfuerzo de nuestros científicos y médicos" que permitió la etapa de vacunación "que hoy propicia el reencuentro de docentes y estudiantes".
Enumera también varias razones que "motivan" para el inicio del curso: "El 502 aniversario de la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana, el 96 aniversario del natalicio de nuestro pionero mayor, Fidel Castro Ruz, el 60 aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas, el 61 aniversario de la Organización de Pioneros José Martí y el 60 aniversario de la Campaña de alfabetización".
Luego le da la bienvenida a todos los presentes y anuncia la presencia de funcionarios del Partido Comunista de Cuba, del Poder Popular, del Ministerio de Educación, de la Central de Trabajadores de Cuba, de la Unión de Jóvenes Comunistas y "factores de la comunidad". Más tarde, los padres sabrían por Tribuna de La Habana que el acto central de la provincia había tenido lugar en una escuela de La Lisa.
En ese momento, un joven de pelo negro y mediana estatura, con una credencial de prensa colgando del cuello, se acerca a la reja con su cámara para tomar una fotografía. Al percatarse que la reja está abierta, entra para hacer los retratos más de cerca.
"Ahora comienza la otra batalla, buscar a ver qué invento para el almuerzo, vivimos en un nervio, es una lucha interminable y no es contra el enemigo, es contra nosotros mismos"
Una señora de las que hasta ese momento conversaba animadamente salta y dice: "Y ese que entró ahora, ¿quién es? ¿Será periodista de verdad? Se parece al estúpido ese que quiere hacer una marcha el día 15", dice la mujer con un tono de voz elevado y una notable alteración. "No le voy a quitar un ojo de arriba porque esto está como ponerle una bomba, pero así como él quiere, no; contra la revolución, no. Yo me quejo y critico todo, no hay leche para los niños, hay que hacer colas de hasta cinco y seis horas pero la revolución no se toca". Otra señora que la miraba de frente le dice: "Es que la revolución nos lo ha dado todo".
Cinco minutos después el joven reportero sale por la misma puerta que entró y se marcha, no sin antes preguntarle la señora enfadada para qué medio trabaja, a lo que él responde: "Soy periodista de Juventud Rebelde".
Algunas madres se quedaron comentando la airada reacción de la mujer y una de ellas dijo: "Ella es sobrina de Raúl Castro, yo la conozco, y no está bien de los nervios".
La lluvia llega y casi interrumpe el acto pero apenas son unas gotas. Así y todo, los maestros apuran el final y mandan a los niños a pasar a las aulas. Los padres se retiran poco a poco de la reja, pero antes se escucha una voz de mujer que dice: "Ahora comienza la otra batalla, buscar a ver qué invento para el almuerzo, vivimos en un nervio, es una lucha interminable y no es contra el enemigo, es contra nosotros mismos".
Horas después, al llegar a casa, los alumnos de secundaria contarían a sus familias qué pasó puertas adentro. Lo primero, que recibieron una arenga de la profesora de Educación Cívica contra la jornada de protestas del pasado 11 de julio: "Yo no les vengo a lavar la cabeza pero no pueden dejarse llevar por las malas influencias, ninguno de los que salieron a la calle ese día tienen un trabajo, todos son unas marionetas del imperio, unos malagradecidos. La patria no se traiciona".
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