Un arquitecto cubano critica el "gigantismo pretencioso" del futuro hotel de la Torre K
Edelberto Díaz señala las similitudes con las Torres Forma de Toronto y su incompatibilidad con el clima de La Habana
Madrid/El edificio en construcción en K y 23, llamado a ser el más alto de La Habana, vuelve a ser objeto de crítica por parte de especialistas. En esta ocasión, es Edelberto Díaz Aguilera quien arremete contra "Torre K", conocida popularmente como "torre López-Calleja" por ser obra del conglomerado militar Gaesa, comandado, hasta su reciente muerte, por el ex yerno de Raúl Castro.
En un extenso artículo titulado Caprichos que provocan vértigo, el arquitecto cubano residente en Panamá desgrana algunos de los "desaciertos" que, en su opinión, tiene la construcción, que se asemeja a las Torres Forma de Toronto proyectadas por el prestigioso estudio de Frank Gehry.
Su crítica, que empieza advirtiendo que pasará por alto "el tema de las fastuosas inversiones en el sector hotelero cubano" frente a "las crecientes necesidades del pueblo", nace, refiere, a partir de la que emitió su colega Rafael Muñoz hace un mes y que ocasionó una polémica tal, que la prensa oficial se vio obligada a defender el proyecto.
Entonces, Muñoz expresó ciertas dudas sobre la superficie del hormigón recién vertido y sobre las normas de seguridad para proteger a trabajadores y transeúntes de ese emblemático punto de El Vedado, a un paso de La Rampa, el hotel Habana Libre y la heladería Coppelia.
"Por lo visto no fue bien recibido su comentario de alerta y, para variar, se tomó como una acción de disentimiento, lo que hoy es pecado capital en la Isla", dice Díaz Aguilera sobre la respuesta al post de Rafael Muñoz. El arquitecto continúa en tono sarcástico: "Debemos esperar que los huéspedes de los últimos pisos, después de ver la factura que les corresponderá pagar y descubrir lo invertido por las autoridades de la Isla en semejante inmueble, pedirán se les incluya unos binoculares que les permita ver desde su habitación la emblemática boya de Key West", refiriéndose al punto más al sur de Estados Unidos, a 90 millas de Cuba, y a la anécdota que se cuenta sobre el rey español Carlos III cuando fue informado del costo de la construcción de La Cabaña ("debería poder verse desde Asturias").
La ironía enmarca una importante observación: que el futuro hotel está mal orientado, a diferencia de su vecino el Habana Libre, y se quedará sin vistas al norte, "la mejor fachada para orientar las habitaciones, [para que no sufran] ese sol caribeño que cuesta mucha energía y dinero enfriar".
De igual manera, Díaz Aguilera lamenta la fachada con "vidrios insulados", que, si no son antirreflectantes, "hace que el edificio encandile la vista de conductores y transeúntes, lo que podría ser un efecto preconcebido para lograr el deslumbramiento que se espera produzca esta obra que declara a todas luces un gigantismo pretencioso realizado en la más auténtica vanidad".
El arquitecto también recuerda que no se conoce el nombre del diseñador del edificio. "No sabemos si es nacional o extranjero, lo que sí está claro es que obvió las tipologías arquitectónicas que fueron implementadas en su día en las torres que habitan la ciudad capital". Ello se observa, pone de ejemplo, en la "ausencia de aleros que puedan quebrar la luz solar", algo más propio de Toronto, "donde hace falta que entre el sol para proporcionar calor a su interior".
Lo que llama "engendro tropical", augura, contará con "potentes sistemas de enfriamiento que seguramente consumirán mucha energía eléctrica, todo muy sostenible, muy a la altura de lo que nuestros profesores nos enseñaron que no debíamos hacer".
Aún más "intrépido" y "cínico" le resulta a Díaz Aguilera "importar muros cortinas, potentes sistemas de aires acondicionados, materiales de última generación", en mitad del "sometimiento de un cruel bloqueo impuesto a la Isla según el repetido discurso oficialista, lo que debería aumentar sus costos como bien argumentan, todo un reto revolucionario para apostar por una industria que no recibe turistas por encima del 30% de ocupación hace un quinquenio".
El arquitecto alude, además, a los cimientos de la construcción, que, por asentarse en roca cavernosa, dio problemas en su día, en los años 50, a las obras del Hilton, que se llamaría luego Habana Libre. "¿Qué solución dieron a los cimientos en la torre más alta de La Habana?", "¿cómo se comportaron los costos de los mismos en relación a una construcción convencional?", se pregunta retóricamente Díaz Aguilera.
Después de otras observaciones, como el previsible sobrecosto que acabará teniendo la obra respecto a la inversión anunciada inicialmente y el atentado que supone "contra la composición urbana de una ciudad que debería ser preservada" respetando su naturaleza, el arquitecto concluye: "Venga de donde venga la inversión de esta Torre, promovida por quien la haya promovido, aprobada por quien la haya aprobado, sea el propósito del bando político que sea, personalmente, no tiene, ni tendrá jamás mi aprobación".
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