La "Atenas de Cuba" se ha convertido en un desierto cultural
Los edificios oscuros y vacíos de Cultura en la ciudad son la mejor muestra de ese declive
Matanzas/En el siglo XIX, con un doble núcleo en La Habana y otro en Matanzas, el círculo del escritor Domingo del Monte abría sus puertas y mecenazgo a la incipiente cultura cubana. El ímpetu de quienes en su día promovieron la literatura, la poesía y el arte en la Isla hoy lo socavan instituciones grises y dogmáticas que, al cabo de décadas de control, censura e inspecciones, han dejado un patrimonio magullado y empobrecido.
Los edificios oscuros y vacíos de Cultura en la ciudad son la mejor muestra de ese declive. La propia Casa de la Cultura provincial hace alarde de una cartelera parca “que sirve a intereses muy concretos y no son los del público”. Así la describe Mayda, una profesora de primaria que lleva días buscando opciones para que su hija adolescente se integre al mundo del arte sin resultados.
Cuando llegó a la institución preguntando por programas de formación o algún instructor de literatura o teatro, los propios trabajadores del centro le mostraron un panorama desolador. “Ellos mismos me dijeron que la inmensa mayoría de los talleres y actividades anotados son invenciones para llenar planes de trabajo e informes”, cuenta a 14ymedio Mayda, decepcionada. “Desde arriba les exigen mucho, pero no cuentan con recursos para trabajar. A eso se suma que el salario es muy bajo y, por lo tanto, las ganas son pocas”, aclara la mujer que le explicaron.
Decidida en su empeño, la matancera siguió hasta la Asociación Hermanos Saíz (AHS), cuyo patio ha pasado a ser un café “colonial” en el que se venden “snacks”, anglicismo con el que no comulgan los comisarios culturales por “subversivos” y “colonizadores”, pero que funcionan si se quieren cobrar 120 pesos por un café. Según uno de los meseros, en el patio se realizan, “esporádicamente”, algunas peñas y ponen música por altavoces, pero esta tarde los funcionarios ya habían abandonado el edificio para no regresar, por lo que Mayda quedó una vez más sin respuestas.
Sin opciones más concretas de formación, Mayda intenta por lo menos no llegar a casa con las manos vacías y animar a su hija con algún evento, pero tan vacía como la AHS está la programación del Teatro Sauto que, con la taquilla cerrada, lo único que ofrece son visitas guiadas al interior del edificio. Una reciente reparación capital, que dejó reformado a uno de los teatros cubanos emblemáticos del siglo XIX, derrumbó las expectativas de los matanceros que esperaban, en lugar de una fachada amarilla y refulgente, una cartelera más variada.
Lo mismo ocurre en la sala de conciertos José White, otra institución que se limita a ofrecer servicios de cafetería con precios que rondan lo extravagante y empleados que cuentan los minutos para que un apagón, o la hora de salida, les permitan abandonar el edificio.
En las librerías de la ciudad, empezando por la de la céntrica calle Medio, a Mayda tampoco se le ha perdido nada. “Los estantes solo tienen libros sobre política, economía y marxismo que a los jóvenes no les interesan y a muchos adultos tampoco. Por lo demás, hay unos minúsculos libros de poesía, la literatura es provinciana y las ediciones mediocres y de mal gusto”, remata la maestra.
Algunos anaqueles muestran incluso tomos cubiertos por el polvo de varios días. Para el cliente que decida obviar todo esto y aún así adquirir un libro, el precio pone la última resistencia: 1.200 pesos puede llegar a costar un volumen de uso. “Con razón se quejan de que la gente ya no lee” sentencia mientras abandona el local.
En cuanto a las bibliotecas públicas, el escaso fondo bibliográfico, la desaparición de algunos volúmenes y la descomposición de otros, así como la obsolescencia tecnológica de estas instituciones, disuaden a Mayda de siquiera acercarse.
“Es una pérdida de tiempo. No tienen títulos recientes ni autores reconocidos. Como mi trabajo se relaciona con este mundo sé que muchas veces la pobreza de los catálogos es porque a las bibliotecas no se les da casi dinero, pero la formación de los trabajadores o los límites ideológicos también lastran las visitas al edificio, que se conforma con la entrada de algunos universitarios en busca de bibliografía y de recorridos escolares”, lamenta.
Una sola alternativa, al menos por fuera, queda en la ciudad para quienes buscan sumergirse en la cultura matancera: Ediciones Vigía, una editorial “independiente” fundada en los años 80 para buscar libros alternativos por la escasez de papel. Pero, como el resto de las publicaciones asociadas de una u otra forma al Estado, sus tiradas son escasas y sus títulos “más de lo mismo”. “Mi hija escribe cuentos, por lo que alguna vez les pregunté si podrían publicarles algunos, pero me pusieron muchas objeciones sin ni siquiera mirar los manuscritos”, recuerda.
“Hace unos años intenté que mi hija hiciera las pruebas para la Escuela Nacional de Arte para teatro. A ella le interesa más la ficción, pero las dos pensamos que podría aprender cosas ahí. Pronto descubrimos que sin palanca no se entra”, dice la matancera que finalmente abandona su misión.
A Mayda le cuesta imaginar que a esta ciudad, tan rica antaño en lo cultural como en lo económico, se la siga llamando la Atenas de Cuba.