La bancarización y la falta de recursos complican el pago a los músicos estatales en Cuba
Cada mes, los miembros del departamento económico de Sancti Spíritus se enfrentan a los pagos “a la antigua”, con lápiz y papel
Sancti Spíritus/Una destartalada computadora “al estilo Frankenstein”, programas obsoletos y una pésima conexión a internet son apenas la punta del iceberg de problemas que padece la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos en Sancti Spíritus. La cuerda de la bancarización en la provincia se ha roto por el lado más débil: el salario de los trabajadores, que rara vez cobran en tiempo lo que el Estado les debe.
El problema no es solo la obsolescencia tecnológica de la empresa, sino sus “históricas deudas” –debían 658.000 pesos de salarios atrasados–, un panorama todavía más complejo desde que se decretó la obligatoriedad de los pagos electrónicos el año pasado. A pesar de que los músicos debían contar con tarjetas bancarias tramitadas por la entidad, ni siquiera ese requisito básico se ha cumplido. A los que sí tienen, rara vez llega el pago en plazo. El resumen de uno de los empleados es lapidario: “Estamos siempre en la incertidumbre de cuándo pondrán el dinero”.
Según Escambray, la empresa tocó fondo en 2022 y desde entonces no ha levantado cabeza, “a pesar de mostrar signos de recuperación económica”, que el periódico no define. Hoy, sin embargo, a duras penas puede mantener sus gastos administrativos y pagar lo que estipulan los contratos.
Todo ha sido “tropiezos y caídas” en los intentos de la Comercializadora de ejecutar las orientaciones del Estado
Estos factores hicieron que, más que llegar tarde a la bancarización, nunca tuviera posibilidades de dar el salto que pedía el Banco Central de Cuba. Desde entonces, todo ha sido “tropiezos y caídas” en sus intentos de ejecutar las orientaciones del Estado. Para dar una idea, el periódico menciona el caso de Antonio Sosa, un curtido músico espirituano que lleva tres meses sin cobrar porque la entidad no le ha mandado a hacer una tarjeta.
Sosa no se hace demasiadas ilusiones con el plástico: incluso cuando llegue a sus manos, habrá que ver “cómo se saca el dinero”. Las colas para extraer efectivo y las numerosas dificultades para su disponibilidad en los bancos no auguran facilidad alguna para el artista.
La Comercializadora ha sido “muy morosa” a la hora de aplicar la bancarización, opina Escambray. Hace seis meses tenía que haber preparado el terreno para la entrega de tarjetas bancarias. No lo hizo, acusa, por su característica falta de “exigencia”.
Entrevistados por el diario, los dirigentes de la entidad se defienden. Aseguran que el 90% de los músicos cuentan con tarjetas, a pesar de que algunos cometieron errores metiendo sus datos en el sistema. A eso hay que sumarle el aparato “Frankenstein”, una vieja computadora con piezas de cualquier origen que no está a la altura –alegan– ni de los softwares nacionales para procesar salarios.
Cada mes, los miembros del departamento económico se enfrentan a los pagos “a la antigua”, con lápiz y papel, lo cual demora todas las gestiones. La nueva computadora no llegará pronto, porque falta “elaborar un plan de inversiones que gradualmente supla esas y otras necesidades”. Sinsabores de pertenecer al “sistema empresarial” del Estado, concluye la económica Caridad Ruiz. “Tenemos que autofinanciarnos y hoy no contamos con la cobertura financiera para asumir ese gasto”, lamenta.
“No es justificable que las nóminas se hagan a mano. Aquí las personas trabajan bajo las balas"
Otros, como la subdirectora de la Comercializadora, no están de acuerdo con ese sistema y piden más recursos. “No es justificable que las nóminas se hagan a mano. Aquí las personas trabajan bajo las balas. Con esas condiciones es imposible lograr otra cosa. Músicos y trabajadores reclaman su derecho a cobrar a tiempo”, dice.
Lejos quedaron los días en que los músicos subvencionados –los que cobraban fijo como un gesto de “protección del Estado”– tenían su salario en los primeros cuatro días del mes. Guillermo González, director de la llamada Parranda Típica Espirituana, se queja de haber perdido la cuenta de “cuándo fue la última vez que cobró en fecha”. Primero, el dinero llegaba entre el 10 y el 15. Ahora es “cuando lo pongan”.
Su agrupación escucha justificación tras otra por parte de los directivos, pero nunca hay soluciones. Entre ellas, la falta de personal en los departamentos de economía de las empresas artísticas.
Entre la media docena de directivos entrevistados por Escambray, ni uno solo pudo prometer una mejoría. El problema –descrito con minuciosidad– no tiene para cuándo acabar y los jefes solo saben repetir como una letanía lo que sus superiores en La Habana les dicen: “Hay que seguir trabajando”.