Baracoa lucha por sobrevivir a Matthew
Un año y cinco meses después del huracán, la ciudad sigue peleando por recuperarse del golpe
Baracoa/La oscuridad envuelve Baracoa cuando el ómnibus arriba a la estación principal. A pesar del corte eléctrico, un enjambre de personas se acerca para ofrecer a los recién llegados casas de alquiler y taxis.
El vehículo cargado de turistas debe sortear los baches de la carretera, varias zonas con peligro de deslizamientos y los animales que deambulan sueltos antes de llegar a la terminal. Las malas condiciones para el acceso afectan al área desde hace tiempo, pero el paso del huracán Matthew hace un año y cinco meses empeoró la situación.
Con el grupo de visitantes llega también algo de alivio para los pobladores de un polo turístico que sufrió un duro golpe en su infraestructura con los estragos dejados por las inundaciones costeras y las ráfagas de más de 200 kilómetros por hora que se cebaron con la ciudad aquella noche del 4 de octubre de 2016.
"Hemos perdido mucho turismo no solo por el huracán, sino porque han desaparecido los norteamericanos"
"Hemos perdido mucho turismo no solo por el huracán, sino porque han desaparecido los norteamericanos", cuenta a 14ymedio Candita, que regenta una vivienda con dos habitaciones de alquiler. "Siguen llegando algunos y los que vienen son clientes con poco dinero", se queja.
A pocos metros de la casa de Candita una cafetería privada ofrece pizzas y sándwiches además de dulce de coco, un plato típico de la región. "Muchos negocios han cerrado", cuenta la empleada del local. "El problema es el abastecimiento, ya que a veces hay un producto y otras no. Mantenerse con esa inseguridad en el suministro es muy difícil".
Los altibajos se producen, opina, porque muchos productores privados de la zona aún no se han repuesto de la pérdida de cultivos y animales sufrida por el ciclón. La trabajadora explica que antes era fácil conseguir carne de cerdo en la ciudad pero ahora "hay que dormir en la cola para comprar unas libras".
La mayoría de los turistas que elige Baracoa se queda dentro del circuito de las casas de renta, el centro histórico y las edificaciones coloniales, pero Baracoa tiene otro rostro menos conocido y que no ha sido tan rápidamente reconstruido como los hoteles estatales, como el legendario alojamiento La Rusa que resultó muy dañado aquella madrugada.
Solo en la provincia Guantánamo, Matthew dejó a su paso pérdidas materiales por valor de 1.584 millones de pesos cubanos (CUP), además de más de 38.000 viviendas dañadas y severos problemas en la producción de alimentos, el servicio eléctrico y el acueducto.
Las autoridades locales aseguraron en marzo de 2017 que el 85% de todos estos desperfectos había sido resuelto, pero en la zona del litoral y en los edificios del malecón quedan aún muchas de estas heridas
En Baracoa 24.104 casas, de las alrededor de 27.000 que tiene esta ciudad de 81.700 habitantes, se vieron afectadas. Además, medio millar de instalaciones de organismos estatales sufrieron daños.
Las autoridades locales aseguraron en marzo de 2017 que el 85% de todos estos desperfectos había sido resuelto, pero en la zona del litoral y en los edificios del malecón quedan aún muchas de estas heridas.
La playa no es ya el lugar de descanso al que iban decenas de personas cada día y el campo deportivo sigue arrasado. En varios inmuebles próximos al mar se oye el sonido de las mandarrias de quienes se acercan para llevarse ladrillos y cabillas de unas casas que no volverán a ser habitadas.
A pesar de que el Gobierno aprobó una bonificación del 50% del valor de los materiales constructivos y facilitó el acceso a créditos bancarios y subsidios para quienes perdieron parcial o totalmente sus viviendas, los vecinos se quejan de retrasos en el suministro, la falta de algunos productos indispensables (como el acero) o su mala calidad.
Las industrias locales no dan abasto en la elaboración de bloques y otros áridos, que se obtienen a base de materiales recolectados en canteras superficiales. Hasta mediados del año pasado las sucursales bancarias apenas habían aprobado unos 4.000 créditos con bajas tasas de interés, una ínfima parte de quienes necesitan apoyo económico.
Julia, de 60 años, es otra de las muchas personas que no han podido recuperar ni tan solo un techo. "Estoy albergada con mi familia en una escuela por el río Toa desde que pasó el huracán", cuenta a 14ymedio.
Para quienes perdieron sus viviendas y siguen alojados en locales estatales, las autoridades están construyendo una comunidad en Paso Cuba, en las montañas, cerca de La Farola
Para quienes perdieron sus viviendas y siguen alojados en locales estatales, las autoridades están construyendo una comunidad en Paso Cuba, en las montañas, cerca de La Farola. Sin embargo, a la mayoría de los damnificados no les satisface la idea porque antes vivían pegados al mar. Ahora, bajo la llamada "Tarea Vida", un conjunto de acciones que está llevando a cabo el Gobierno para minimizar los efectos del cambio climático en la Isla, se ha prohibido la reconstrucción de esas viviendas cercanas al litoral.
"Hemos escrito varias cartas y elevado el planteamiento a las autoridades y nos responden que no se pueden rehacer los edificios en el litoral", lamenta Julia, cuya vida giraba alrededor del mar, de donde muchos pobladores sacan el sustento. La pesca, de la que viven vendiendo las capturas a los restaurantes privados de la zona y para consumo propio, es la principal fuente de ingresos de innumerables familias baracoenses.
"No voy a salir del albergue", asegura Julia, quien teme perder todas las posibilidades de volver a vivir cerca del mar si se instala en la nueva comunidad.
Mientras, numerosos edificios como bodegas, comercios y hasta Casa de la Cultura de Cabacú y su iglesia católica siguen en ruinas. El templo, del que solo quedan algunas paredes, se ha convertido en un urinario público y vertedero de basura.
Mientras, numerosos edificios como bodegas, comercios y hasta Casa de la Cultura de Cabacú y su iglesia católica siguen en ruinas
"Ya estaba en mal estado y con el paso del ciclón se acabó de caer", dice la secretaria del obispado de la ciudad, que explica que la iglesia no puede ser reconstruida en ausencia de su principal gestor.
"Al llevarse para la diócesis de Camagüey a monseñor Wilfredo Pino, que era muy activo, ha quedado vacante la sede obispal y no sabemos cuándo será cubierta", señala. Los fieles de la comunidad "se reúnen en casas de culto particulares para celebrar la misa", agrega Vivian.
"Esta ciudad no ha vuelto a ser la misma", detalla una vecina que se ha acercado al obispado para buscar medicinas donadas. "Nos hemos quedado muy mal económicamente: con menos turistas, menos dinero y sin obispo".
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