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La Bienal de Humor Político de La Habana, al servicio del Partido Comunista de Cuba

El dibujante Alen Lauzán, exiliado en Chile, opina que en el evento imperan los "sagrados mandamientos" del régimen

Unos 46 dibujantes de 22 países, entre ellos Venezuela, México, Rusia, China, Irán, Turquía y Siria, han asistido a la bienal / 14ymedio
Juan Izquierdo

15 de junio 2024 - 19:32

La Habana/Con Milei, Netanyahu, Hitler, la CIA, Trump y otros “sospechosos habituales”, además de una buena cantidad de lugares comunes –esvásticas, misiles, Mickey Mouse–, han tenido que trabajar los dibujantes que aspiraban a participar en la primera Bienal de Humor Político de La Habana. Los límites del adjetivo los fijó en este viernes el caricaturista y comisario cultural Arístides Hernández, Ares: el evento aspira a la “pluralidad de discursos”, mientras nadie ofenda a los líderes –históricos o actuales– de la Revolución. 

“En los países islámicos es imposible pintar una caricatura en contra del profeta Mahoma, y en el caso de Cuba hay límites en el humor con relación a las figuras históricas de la revolución, ese tipo de sátira no aparece en los medios de acá y en el caso de España, con los reyes”, alegó Hernández. 

El dibujante Alen Lauzán, exiliado en Chile y uno de los humoristas gráficos cubanos más reconocidos del momento, le da toda la razón a Ares. “Los islámicos no convocarían jamás a un Festival de Humor sobre Mahoma; tampoco en la Cuba actual se podría realizar otro satirizando a Fidel Castro, a la Revolución. Lo que pasa es que hasta donde sé, los cubanos ni somos musulmanes ni Fidel era profeta, ni la revolución es una religión”, ironiza.  

Muchas obras satirizan a personajes políticos como Javier Milei, Benjamín Netanyahu o Donald Trump, los sospechozos habituales del régimen / 14ymedio

Según Lauzán, uno de los lápices detrás de la revista Mazzantini –referencia del humor gráfico de los exiliados cubanos–, “el humor no debía tener límites, solo aquellos que cada humorista crea, según sus valores morales y políticos, no los que impongan gobiernos e instituciones. De ahí a que sea bueno o malo, correcto o profano, es otra cosa. Hasta el peor humor tiene su público”. 

Hernández, por su parte, acertaba en poner la tolerancia al humor crítico en Cuba al nivel de países musulmanes como Irán, pero erraba al citar a España, donde los artistas tienen vía libre para ridiculizar tanto a la familia real como al Gobierno y su oposición. 

En todo el mundo libre, opina Lauzán, “se han hecho salones, bienales, concursos de humor y sátira política, pero claro, siempre desde el interés de lo que los organizadores de dichos eventos entienden por conveniente y/o políticamente correcto”. Pero, a diferencia de Cuba, también se puede organizar una exposición sin pedir permiso al Estado sobre qué temas tratar o qué humoristas tienen permitido participar. 

Pese a las restricciones de la bienal, el humorismo gráfico hecho por autores cubanos vive un boom y Lauzán, junto al grupo de Mazzantini, es uno de los responsables. Su revista “de toros, chivas y tarruces, de cepa y de cruce”, y el proyecto de la bienal, “más que incomparables son incompatibles”. 

“No tienen nada que ver porque tienen diferentes conceptos de creación y formas de interpretar la libertad, no solo de expresión, también creativa. Uno se rige por lo que el Departamento Ideológico unipartidista le impone a todos los medios y el otro a lo que según entienda cada editor debe ser la política editorial de cada publicación”, explica a 14ymedio

"Hasta donde sé, los cubanos ni somos musulmanes ni Fidel era profeta, ni la revolución es una religión"

En la bienal mandan, concluye, “los sagrados mandamientos del PCC (Partido Coranista de Cuba)”, pero Mazzantini “se rige por otro concepto: contra todo lo que está en contra la Fuerza Dirigente Superior de la Sociedad y del Estado”. 

Este sábado, solo dos turistas visitaban la Galería de la calle 23 y 12, una de las sedes de la bienal. Los líderes internacionales que la prensa oficial señala como enemigos se repetían en cada viñeta, no así los locales ni los aliados.

Dentro de los estrictos cauces temáticos de la bienal, el jurado sólo pudo premiar obras de temas comunes, como la crítica a la televisión, el hambre y el dinero. Los enemigos declarados de este “espacio diverso”: los Gobiernos de “ultraderecha”, que “reescriben la historia” y promueven el “neofascismo”, un saco en el que caben el presidente argentino y el primer ministro israelí. 

Unos 46 dibujantes de 22 países –entre ellos Venezuela, Rusia, China, Irán, Turquía y Siria, naciones con muy poca o ninguna libertad de expresión– han asistido a la bienal, convocada por el Ministerio de Cultura, cuyo titular, Alpidio Alonso, estuvo este viernes en la presentación. Otros espacios de El Vedado –como el cine Riviera– proyectan “clásicos contra el fascismo” como La escopeta nacional, del español Luis García Berlanga, o El gran dictador, de Charles Chaplin. 

El Ministerio de Cultura aspira a que La Habana se convierta, hasta el 28 de junio, en la “capital mundial del humor político”. Sin embargo, ha acabado por crear un mundo inofensivo para los dirigentes cubanos. Una tregua ideológica que, tras el azote de más de 40 números de Mazzantini, sin duda necesitan.  

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