Los billetes de 10 pesos del 'Generalísimo' pierden vigencia en Cuba

Los bancos pagan las jubilaciones con montañas de papel desgastado que los comercios rechazan

De solo ver su imagen impresa en un rectángulo de papel, los comerciantes consideran que el billete de diez pesos tiene poco valor y muchas complicaciones asociadas
De solo ver su imagen impresa en un rectángulo de papel, los comerciantes consideran que el billete de diez pesos tiene poco valor y muchas complicaciones asociadas / 14ymedio
Natalia López Moya

08 de agosto 2024 - 18:18

La Habana/"De diez pesos no aceptamos", advierte un comerciante en la calle Galiano, en La Habana, ante un cliente que le alarga 30 billetes de diez pesos para pagarle un envase con líquido desincrustante para baños. "Después no podemos soltarlos, por eso solo cogemos de 100 para arriba", concluye el vendedor con gesto de desagrado.

El rostro en el papel que enarbola el comprador no es poca cosa, nada más y nada menos que uno de los patricios de la independencia nacional, Máximo Gómez. Con un pasado polémico en su República Dominicana natal, el guerrero terminó por convertirse en uno de los rostros principales de la Cuba en armas contra España y se ganó el calificativo de el Generalísimo.

Ahora, de solo ver su imagen impresa en un rectángulo de papel, los comerciantes consideran que el billete de diez pesos tiene poco valor y muchas complicaciones asociadas. "¿Tú ves que algo aquí cueste diez pesos?", pregunta en tono didáctico un emprendedor con un negocio de venta de pizzas, cervezas y galletas en la calle Ayestarán. El comerciante discute con un cliente que quiere soltar una veintena de máximo Gómez por una compra.

Si antes las monedas de uno o cinco centavos eran consideradas 'calderilla' y se destinaban a ofrendas religiosas y a las alcancías infantiles, ahora el listón ha subido

"Es que están muy maltratados esos billetes y se pegan todos", argumenta el comerciante parapetado tras una reja que circunvala todo el portal de una antigua casona convertida en bar y cafetería de paso. Sin área para pararse a consumir, la cafetería, no obstante, factura miles de pesos cada hora. Ubicada en una zona de confluencia de dos municipios, tiene "los precios más baratos de La Habana para la cerveza, los refrescos y los jugos", alardea el hombre tras el mostrador.

Precisamente porque no le anda tocando la puerta a los clientes, el local puede permitirse ciertas normas a la hora de pagar. "Billetes en buen estado, por debajo del de 50 pesos no aceptamos y, antes que pago electrónico, mejor tener el dinero de verdad en la mano", sentencia el vendedor consciente de que esas restricciones limitan su clientela. Poco parece importarle, en cientos de metros a la redonda no hay otra cafetería con una oferta que le llegue ni por los tobillos. 

Otros han sido más sinceros y lo han dejado por escrito en las fachadas de sus locales, a modo de advertencia
Otros han sido más sinceros y lo han dejado por escrito en las fachadas de sus locales, a modo de advertencia / 14ymedio

Por su parte, los bancos parecen contradecir los pedidos de los negocios particulares. En la sucursal del Banco Metropolitano de la calle Conill y Tulipán, en Plaza de la Revolución, hace días no funcionan los cajeros automáticos y la única posibilidad de extraer dinero es en ventanilla. Eso sí, "solo se pueden sacar 5.000 por cada usuario y nada más que hay billetes de diez pesos", advierte el custodio del local.

Joaquín, de 77 años, aguardaba este martes para extraer su pensión de dos meses, que se había acumulado debido a los problemas de los cajeros y las largas colas en el banco. Aunque su hijo mayor, residente en Alemania, le envió recientemente unos euros "para sobrevivir", el antiguo empleado de la estatal Taxis Cuba se plantó frente al lugar para cobrar su jubilación.

Dos horas de cola y mucha paciencia terminaron con una bolsa llena de billetes de diez pesos que, acomodados sobre el muro exterior de la sucursal bancaria, parecían una montaña infranqueable. "No sé si es mejor saltarlos o darle la vuelta porque por arriba o por los lados es una tremenda cantidad de espacio lo que ocupan todos estos billetes", ironizaba.

El deterioro del papel moneda también influye en el rechazo de los billetes de baja denominación

Unos metros más adelante, Joaquín se dispuso a gastar parte de aquellos billetes, todos con el rostro del adusto dominicano que es, en Cuba, símbolo de la máxima terquedad política. Alargó una pila de billetes deteriorados, usados una y otra vez, a los que apenas se le veían la imagen de un hombre con espejuelos redondos y barbas de chivo.

"¡Ay, mi viejo, no estamos aceptando billetes bajitos; de 50 para arriba si acaso!", paró en seco la vendedora al ver el bulto que se le venía encima para canjearlo por tres cervezas. A su lado, a otro cliente le iba aún peor, porque portaba un paquete con más de un centenar de papeles con la imagen de Antonio Maceo que fue rechazado de inmediato. "No, eso sí que no", advirtió la mujer ante los billetes de cinco pesos cada uno.

Otros han sido más sinceros y lo han dejado por escrito: "No aceptamos compras mayores de 200 CUP con billetes de cinco y de diez", reza un cartel en la fachada de un comercio gestionado por una mipyme en Centro Habana. Si antes las monedas de uno o cinco centavos eran consideradas "calderilla" y se destinaban a ofrendas religiosas y a las alcancías infantiles, ahora el listón ha subido y los billetes con los héroes de la independencia cubana ya no son bienvenidos en las compras.

El deterioro del papel moneda también influye en el rechazo. "No es que valgan poco, es que me da hasta asco tener que tocar uno de esos billetes, están viejos, grasientos y casi ni se puede leer lo que dicen", argumenta un joven empleado de otra mipyme, esta vez ubicada en El Vedado. "Aquí el cliente se mide por los billetes que trae, lo perfecto es que sean fulas, pero si son pesos solo vale la pena si empieza a sacar billetes de 200 para arriba".

"La máquina contadora no los lee bien porque están viejos", se justifica la camarera de una paladar privada en la calle San Lázaro. "Todo billete de cinco, diez o veinte que aceptamos, es dinero que después se nos queda ahí, que nadie quiere recibir".

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