Cabeza de fósforo

Una frase popular asegura que con las cerillas cubanas, Nerón nunca hubiera podido quemar Roma.

Fósforos. (14ymedio)
Fósforos. (14ymedio)
Zunilda Mata

17 de diciembre 2015 - 09:46

La Habana/En medio de la oscuridad, el protagonista enciende un fósforo y con su luz encuentra la salida que le salva la vida. La escena, tan repetida en el cine de suspenso, sería difícil de lograr en Cuba dada la mala calidad que muestran los productos de la Empresa Nacional del Fósforo (Enfos). Durante años, las también llamadas cerillas han estado en el centro de las quejas de los consumidores y provocado más de un conato de incendio en los hogares cubanos.

El desabastecimiento del producto también genera molestias. Si en el año 1985 la producción de fósforos alcanzó en la Isla los 447 millones de cajas, según cifras oficiales, esta cayó en 2015 hasta rozar los 144 millones de cajas, muy por debajo de las necesidades de la población. De ellas, al menos unos 90 millones se destinan a la llamada canasta básica del mercado racionado, mientras que el resto se vende en las redes de comercio liberado.

En la actualidad están activas en el país cinco fábricas de fósforos, algunas de las cuales tienen maquinaria de principios del siglo XX. Cuatro de ellas utilizan la técnica del encerado de un hilo como soporte para colocar la cabeza. Dos de ellas están ubicadas en las ciudades de Pinar del Río y Camagüey, mientras que otras dos se localizan en los municipios de Manuel Tames en Guantánamo y Palma Soriano, en Santiago de Cuba.

Si en el año 1985 la producción de fósforos alcanzó en la Isla los 447 millones de cajas, según cifras oficiales, esta cayó en 2015 hasta rozar los 144 millones de cajas

Una última industria ha sido erigida en Bauta, provincia de Artemisa, y cuenta con una tecnología moderna para la producción de cerillas con palitos de madera, que muy pocas veces se encuentran en el mercado nacional. A diferencia de las otras plantas, esta posee desde sus inicios secadores automáticos, una de las claves para elevar la calidad y acortar los tiempos del proceso industrial.

En la descripción de su producto, la Enfos asegura que sus fósforos están conformados por una "cinta de papel kraft impregnada en mezcla parafínica con cabeza elaborada a base de clorato de potasio y otros productos químicos". La mayoría de los compuestos son importados. Sin embargo, tales detalles técnicos no apaciguan la opinión de los consumidores sobre tan sensible industria. Una frase popular asegura que con los fósforos cubanos, Nerón nunca hubiera podido quemar Roma.

Las críticas apuntan a graves problemas para lograr el encendido de estos adminículos, también a la mala calidad de la lija de la caja, la cabeza que sale disparada en el momento del rallado –con el consiguiente peligro de quemarse la ropa–, la abundancia de los llamados "fósforos jimaguas", el tamaño insuficiente del palito y la humedad en la pasta que debe prenderse. Según estudios realizados por la propia industria, en Cuba uno de cada tres fósforos se daña antes de lograr ser encendido.

Las cabezas saltarinas que malogran camisas y otras vestimentas son tan comunes, que la planta productora Paquito Borrero Lavadí de Palma Soriano, ha advertido a sus clientes que deben encender el fósforo "en sentido contrario al cuerpo" para evitar los desagradables huecos de quemadura en la ropa. Los espectáculos humorísticos se han nutrido con los chistes contra estos impredecibles útiles. Entre ellos algunos como: "¿Qué le dijo el fósforo a la lija?: Por ti pierdo la cabeza".

Es común que en muchas casas con el servicio de gas de la calle, se mantenga una hornilla encendida durante todo el día, a falta de fósforos para volver a encenderla

El déficit del producto afecta fundamentalmente a los fumadores, pero también entorpece las labores en las cocinas cubanas. Es común que en muchas casas con el servicio de gas de la calle, se mantenga una hornilla encendida durante todo el día, a falta de fósforos para volver a encenderla. "¿Me presta el cigarro para prender?", se escucha en muchos lugares públicos cuando un fumador le pide ayuda a otro para encender su cigarro con otro ya humeante.

Los directivos de la Enfos, como Alberto Rodríguez Ricardo, le achacan los problemas con la calidad y el abastecimiento de los fósforos al embargo de Estados Unidos. En declaraciones a los medios oficiales el funcionario aseguró que las fábricas cubanas "requieren 22 materias primas que se importan actualmente desde Asia y Europa" cuando podrían comprarse en el vecino del Norte.

La obsolescencia de la maquinaria también influye en el descalabro de la industria. La planta de la ciudad de Pinar del Río ha vivido grandes oscilaciones de su producción en los últimos años. Fundada en 1977, sus maquinarias provenían de una fábrica desmantelada en el habanero municipio Cerro y durante la primera mitad de este año apenas logró echar a andar sus equipos debido a falta de materia prima.

En 2013 le instalaron un nuevo sistema de secado a la planta pinareña que le permitió acortar los tiempos productivos, pero las roturas no le han dado un respiro desde entonces. "Las maquinarias están muy viejas y tenemos que pasarnos el día haciendo remiendos", comenta a este diario un operario que labora desde hace una década en la industria. "Aquí tenemos días en que hay que parar hasta diez veces por una rotura, porque todos estos hierros tienen más de medio siglo", apunta.

Competidora, en sus mejores momentos, de otras industrias fosforeras que operaron en Cuba como las casas Comercial J. Simón y Compañía, Alberto Pérez e Hijos o Industrial Casas Rabelo S.A, ahora es una planta que vive de sus glorias pasadas

Cerca del empleado, una mujer coloca 72 fósforos en cada cajita de cartón. No hay una máquina que haga la tarea, de manera que la velocidad de terminación depende de aquellas manos que se mueven con destreza sobre una mesa de metal.

Una escena similar se repite en la añeja fábrica de fósforos Rafael Guerra Vives, de la capital camagüeyana, inaugurada en 1910. Competidora, en sus mejores momentos, de otras industrias fosforeras que operaron en Cuba como las casas Comercial J. Simón y Compañía, Alberto Pérez e Hijos o Industrial Casas Rabelo S.A, ahora es una planta que vive de sus glorias pasadas a la espera de una reparación capital.

"Fósforos de los que sí prenden", anuncia a pocos metros de allí un vendedor ilegal en tono jocoso. Una mujer sale de un pasillo y compra dos cajas que sobre el cartón llevan una colorida bandera cubana. "A ver si tengo suerte", se va diciendo con aquellos caprichosos "creadores del fuego" entre sus manos.

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