Cajeros averiados o sin dinero amargan la vida de los cubanos
Los equipos sufren numerosos desperfectos técnicos y el personal bancario no se ocupa de reponerles el efectivo necesario para un servicio normal
La Habana/Aunque la moneda libremente convertible es indispensable para sobrevivir en la Isla, y tanto el euro como el dólar son las llaves que mueven cualquier negocio o viaje al extranjero, los cubanos siguen cobrando sus salarios en pesos. Devaluado hasta el ridículo, maltratado por el ministro de Economía y sometido al vendaval inflacionario del país, el peso es moneda humilde y proletaria, de uso corriente.
Sin embargo, ni siquiera los viejos billetes con mártires y consignas, o la manoseada calderilla de uno, tres y cinco pesos se libran de los vaivenes del mercado y el mal funcionamiento general de los servicios. Un recorrido de 14ymedio por distintos bancos de La Habana constató el drama al que se enfrenta el cubano a la hora de sacar dinero de un cajero automático.
Los cajeros llegaron tarde a la vida de los cubanos y los primeros dispositivos solo se instalaron a finales de los años 90, para suministrar fundamentalmente pesos convertibles. Su incorporación a la vida cotidiana ha sido un proceso lento, no solo por las reticencias de una población poco acostumbrada a la automatización de ciertas tareas bancarias, sino porque la inestabilidad de su servicio no les ha ganado demasiada confianza.
Hoy, ni siquiera en los bancos céntricos, como el de 23 y J, se puede acceder a un servicio óptimo de extracción. Por no hablar de barrios más humildes, como Luyanó, donde sólo operan tres de las máquinas instaladas originalmente.
A las afueras del Banco Metropolitano de la calle Infanta, en Centro Habana, donde se habían habilitado tres cajeros, uno está sin funcionar, el otro "se traga" la tarjeta magnética sin devolverla, y al último, que es el único que aparentemente trabaja con normalidad, ya se le acabó el efectivo.
"No insistan más, que de aquí no van a sacar ningún dinero. Mejor váyanse para su casa, que esto para lo que sirve es para hacerse transferencias de una cuenta a otra"
Un anciano perdió su tarjeta; otro pensaba que al cambiar la denominación de sus billetes tendría más suerte, pero el cajero no entregó nada. Un hombre, improvisando explicaciones, sugería a los clientes marcharse de allí: "No insistan más, que de aquí no van a sacar ningún dinero. Mejor váyanse para su casa, que esto para lo que sirve es para hacerse transferencias de una cuenta a otra".
"Se ve que siempre es 26 y nadie recargará el cajero", ironizaba una clienta aludiendo a este día feriado de julio y al lema acuñado por el régimen para celebrarlo. "Solo se puede comprobar el saldo", aseguraban otras personas, "es la única operación que permite hacer".
Muchos ancianos, los únicos que tienen el tiempo disponible para "peregrinar" de cajero en cajero, deben caminar varios kilómetros entre un banco y otro, fatigados y bajo el sol, pues no pueden pagar las abusivas tarifas de los taxis habaneros.
La prensa oficialista ha intentado ofrecer alguna explicación a los clientes. Hace una semana, un reportero de La Tribuna de La Habana denunció, no sin cierta inocencia, que "ninguno de los seis cajeros del Banco Metropolitano de 23 y J amaneció con dinero cubano". Para colmo, uno de ellos estaba fuera de servicio, a pesar de "la automatización e informatización" que ha caracterizado, "históricamente", al "prestigioso sistema bancario de la Isla".
Según el periodista, para evitar estos "desvanecimientos" del peso, se deben realizar "estudios de mercado para saber la cantidad de moneda necesaria a depositar cada día". Se queja de que "la gente se cansa de perder tiempo en las colas", a las que acuden al amanecer o de noche.
Con la aparición de billetes de mayor denominación, la subida del salario medio y la inflación, la demanda de grandes cantidades de efectivo se ha multiplicado
Después de las consignas habituales, el periodista reconoce que el personal bancario no puede ser más irresponsable y que las colas cada vez son mayores, debido a los problemas técnicos de los equipos y por el trato desganado de los trabajadores que deben reponer el efectivo o atender al público.
Con la aparición de billetes de mayor denominación, la subida del salario medio y la inflación, la demanda de grandes cantidades de efectivo se ha multiplicado. Donde antes los clientes sacaban cifras de tres dígitos para ir a comprar a un mercado agrícola o comer en un restaurante privado, ahora necesitan una cantidad con cuatro o cinco dígitos.
Los cajeros son motivo incesante de quejas por los cuelgues por problemas de conexión con "la central", la falta de billetes de denominaciones más bajas, los frecuentes apagones y la oscuridad que a veces circunda el lugar donde están emplazados. Incluso hay problemas de higiene, con teclas sucias, algunas manchadas de líquidos que les lanzan en la noche y otros con algunos botones defectuosos que hay que apretar como si fuera la vida en ello.
No obstante, la precariedad de los cajeros automáticos es apenas uno de los rostros de la odisea monetaria del cubano. Aún si logra extraer del depósito la cantidad que se propuso, descubrirá que el peso sigue siendo una moneda pobre, indefensa antes las divisas y de escasa potencia en el costoso mercado nacional.
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