"Los campesinos que atendíamos en el hospital son ahora nuestros proveedores"
Fernando y Odalis renunciaron a la medicina para abrir un restaurante en Cienfuegos
Cienfuegos/Odalis, una cienfueguera de 55 años, hace ocho que no ejerce como cirujana. En su lugar, puso en funcionamiento un restaurante junto a su esposo, Fernando, también médico. “Cuando regresé de la misión en África, tuve muy claro que debía invertir el dinero de alguna forma. Fue entonces que abrimos una cafetería, y actualmente ofrece también almuerzos y comidas a un precio asequible”, cuenta a 14ymedio esta veterana doctora. Muchos, dice, los tildaron de locos, incluidos los funcionarios del banco, reticentes a concederles un crédito.
Como ellos, son muchos los vecinos de Cienfuegos que, cansados de las condiciones salariales al servicio del Estado, prueban suerte en el sector privado. Fundamentalmente, en establecimientos dedicados al comercio y la gastronomía, como los que proliferan en los alrededores del Prado o el Bulevar.
Odalis detalla cómo abandonó el centro sanitario donde trabajaba. “Inicialmente, yo seguía en el hospital, mientras que sacábamos adelante la cafetería, con un gran esfuerzo. Cuando el negocio fue prosperando, mis propios compañeros de trabajo me hicieron la guerra, al punto de que pedí la baja”. La doctora asevera: “No valía la pena sacrificarse por un salario mísero teniendo, además, las miradas envidiosas encima”.
Mientras habla con este diario en su local, hace una pausa para atender el pedido de un cliente que entra. “Este señor viene todos los días desde Pastorita, a llevarse su comida de la noche”, dice, presumiendo de la calidad de los alimentos que sirven.
“Es un desafío enorme mantener bien surtido este lugar”, comenta
Su esposo Fernando acaba de llegar con unas compras y se une a la conversación. “Es un desafío enorme mantener bien surtido este lugar”, comenta al sentarse. Ha recorrido la gran parte de las tiendas particulares de la ciudad buscando “cárnicos”, con mucha dificultad. “Con esta situación de los precios topados, muchas están cerradas esperando que baje la marea”, explica, refiriéndose al control de los precios para productos básicos establecidos por el Gobierno el pasado julio.
Otro problema que le preocupa es encontrar un lugar donde acepten el pago por transferencia. “Los dueños de las mypimes dicen que sólo pueden recibir dinero en efectivo, porque es la única forma de pago que le aceptan en La Habana cuando ellos van a comprar”, esgrime. “Hay una contradicción entre lo que impone el Gobierno y lo dispuesto por la realidad”.
Dentro de las pocas pequeñas y medianas empresas que aceptan pagos electrónicos en Cienfuegos están El Eslabón, en la calle 35, y Campososmani, entre Prado y Cristina. “Pero a veces vas y no encuentras los productos que necesitas”, cuenta Fernando. “Todo se convierte en trabas para cualquier meta que te propongas”. Por otra parte, el doctor devenido en comerciante asegura que las tiendas estatales de venta en moneda libremente convertible (MLC) no les resuelven nada: “Están medio vacías, pero además, si gastamos esos precios, tendríamos pérdidas”.
A falta de comercios mayoristas que les garanticen los productos necesarios, Odalis y Fernando han recurrido a antiguas amistades que les proporcionan mercancía de primera mano. “Muchos de aquellos campesinos que atendíamos en el hospital son ahora nuestros proveedores”, refiere Odalis. “Nos venden la mercancía en muy buen estado y a un precio justo. De esa manera, nosotros podemos hacer lo mismo con nuestros clientes, quedando todos satisfechos”.
Al rosario de complicaciones que enfrentan los privados se ha unido, ahora, el endurecimiento de los controles. La pareja denuncia que el cuerpo de inspectores no siempre busca “ilegalidades”, sino “beneficios personales”. “Aquí han venido exigiéndonos todo tipo de facturas y de comprobantes. Uno se cansa de explicarles que la mayoría de los vendedores no dan ningún papel. Entonces, el inspector te dice que el artículo tal expresa tal disposición y para que se calle, hay que hacerle un regalito. Eso es inevitable”, confiesa Fernando.
Lo que hace ocho años comenzó como un humilde emprendimiento, es hoy un establecimiento reconocido por los cienfuegueros. "Una ventaja adicional es que tenemos el negocio en nuestra propia casa, por lo que nos ahorramos el pago por concepto de alquiler de espacio. “Todo el mobiliario y la vajilla que empleamos es sencillo, pero hasta el más mínimo detalle está pensado para que el cliente quede satisfecho, incluyendo el servicio a domicilio si lo desea”, expresa con orgullo Odalis.
Para esta pareja de profesionales, residentes en un céntrico barrio de la ciudad, no es una opción volver a desempeñarse en el ámbito de la medicina. “Mi esposa y yo sentimos vocación por la carrera que estudiamos y también por la docencia. Sin embargo, nunca valoraron nuestra experiencia y los resultados que obtuvimos en el ejercicio de la salud pública. Además de mal pagados, fuimos maltratados”, lamenta Fernando, que estuvo nada menos que en tres misiones internacionalistas. En 2019, pidió la baja del servicio médico activo para dedicarse por completo a desarrollar el negocio de la familia.