La Casa de la Música de Cienfuegos recuerda más a una funeraria que a un local de baile
Sin turistas y sin el "ritmo y sabor cubano" de las actuaciones en vivo, los locales estatales languidecen en toda la Isla
Cienfuegos/Risas, bailes y una fila permanentemente en la puerta esperando para entrar eran parte de las numerosas Casas de la Música que se extendieron por toda Cuba con la apertura al turismo en los años 90. De aquel esplendor, hoy, solo quedan silencio y salones vacíos.
Situada frente a El Prado, justo en la esquina de la calle 54, la Casa de la Música de Cienfuegos, por no tener, no tiene siquiera un cartel que la identifique. Pero Mauricio, un habanero de 42 años que con frecuencia visita la ciudad, conoce bien el lugar, de fachada color mamey, y hacia allí se encaminó el sábado para indagar sobre la cartelera y revisar la carta de bebidas, en el pasado amplia y con numerosas combinaciones de cócteles.
Una vez dentro, el primer golpe de vista augura lo que viene. Aunque es fin de semana, la mayor parte de las sillas, que han ido perdiendo las capas de pintura, permanecen prácticamente vacías. La barra tiene una pegatina rota de ron Havana Club y los empleados, sin uniforme que los distinga como camareros, cargan con una expresión entre cansada y aburrida. La caída de clientes afecta directamente sus bolsillos.
El ambiente en el centro cienfueguero, en suma, recuerda más a una funeraria que a un local de baile. "Cuando uno llega a este tipo de lugar, lo primero que busca es una cartelera para informarse sobre las actividades que se brindan. Sin embargo, la única información disponible me la ha dado el cantinero del bar", lamenta Mauricio.
Solo los domingos se está realizando una matiné, de 9:00 de la mañana a 1:00 de la tarde, “con música grabada", precisa a este diario. "Pero según me dijo el camarero, ni siquiera ese día es seguro que abran, porque depende de que tengan corriente para trabajar". La oscuridad y la falta de climatización, cuando falta la electricidad, cancelan todo espectáculo.
Los precios son otro golpe para los que llegan. Un trago de ron a granel, sin hielo, cuesta en la Casa de la Música 200 pesos
Los precios son otro golpe para los que llegan. Un trago de ron a granel, sin hielo, cuesta en la Casa de la Música 200 pesos. La botella más barata, de Havana Club, sale en 1.400 y la cerveza, importada porque la nacional brilla por su ausencia, no baja de 300. Además, el empleado aclara que "está caliente" porque tienen roto el equipo de refrigeración desde hace un buen tiempo. La licuadora para preparar tragos más complejos también está averiada.
A pesar de que el cartel tras la barra asegura que el lugar es puro "ritmo y sabor cubano", en ningún lugar de la instalación se venden discos, afiches u otros productos vinculados a la amplia producción musical nacional. La Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem) es la que debe proveer al local de esas mercancías y de otras tantas, pero la crisis que carcome todas las entidades estatales la ha golpeado especialmente.
"Hemos caído en un círculo vicioso", reconoce un empleado administrativo de la Egrem. "Nuestras arcas se nutren fundamentalmente de las presentaciones que hacen los músicos, nosotros cobramos una parte de lo recaudado y ellos reciben su cheque por lo que les corresponde, así que a menos espectáculos menos ingresos para todos". La bajada en el número de conciertos, el funcionario la achaca a varios problemas.
"Muchos de los músicos punteros, esos salseros o reguetoneros que mueven multitudes, se han ido del país". A ello suma que "el turismo bailador, que en Cuba es fundamentalmente el que llega de Europa o Canadá pero también el cubanoamericano cuando viene de visita, también ha disminuido mucho". Hacia el sector privado, restaurantes con pequeños escenarios para conciertos, clubes o fiestas particulares se han ido también muchos artistas.
"La Egrem paga mal y tiene muchos retrasos, a veces un músico se presenta en un lugar estatal y viene a cobrar ese dinero seis meses o un año después, así no hay quien viva", reconoce el directivo. "Eso que estamos viendo en las Casas de la Música no es nada comparado con la parálisis que están atravesando otros lugares que tradicionalmente recaudan menos o son de entrada libre como las casas de cultura y los centros comunitarios".
La decadencia de las instituciones estatales en la Isla, en general, se ha venido produciendo lenta pero inexorablemente desde hace años. La pandemia de covid-19 en 2020, en concreto, fue un parteaguas, porque todas las actuaciones quedaron paralizadas. En mayo de aquel año, las autoridades implementaron varias resoluciones para brindar ayudas a los artistas de manera extraordinaria, pero pronto comenzó a haber problemas con los pagos.
La reanudación de las actividades con el levantamiento de las medidas sanitarias tampoco fue suficiente. A las Casas de la Música, fuertemente ligadas al turismo, les ha pasado lo mismo que a este: no han levantado cabeza desde entonces. La corrupción de las empresas estatales del sector cultural unido a la escasez y la crisis perpetua, completan un cuadro muy distinto al que una vez fue.
"Antes trabajar en un lugar así era garantía de ser rico", cuenta a 14ymedio Bernardo, ex trabajador de la Casa de la Música de la calle Galiano en La Habana. "La cantidad de mojitos, Cuba Libre y daiquirí que se despachaban nadie se la imagina, una parte se hacía con el ron y los suministros del Estado, pero la otra era con la mercancía que nosotros llevábamos".
Bernardo calcula que por cada cinco tragos que se servían, tres eran preparados con los insumos que los empleados llevaban
Bernardo calcula que por cada cinco tragos que se servían, tres eran preparados con los insumos que los empleados llevaban y el dinero resultante iba directamente a sus bolsillos. "Había noches que yo salía con más de 200 dólares porque era la época de la primera dolarización y los que trabajábamos allí defendíamos aquellos puestos con uñas y dientes". En los cinco años que laboró en el local, con lo que recaudó el camarero construyó una casa de dos plantas en La Víbora, adquirió un auto descapotable y financió innumerables lujos y comodidades para su familia.
"Pero el negocio se cayó, empezó a no ir tan bien y en los últimos años ya no vale la pena trabajar en esos lugares porque llegan pocos clientes, el pago se hace en pesos y las condiciones no son buenas", añade. "Si la Casa de la Música de la calle Galiano y la de Miramar están de capa caída, qué va a quedar para otras provincias, esas están de entierro".
Cada día, la Casa de la Música de Cienfuegos cierra antes de las tres de la tarde, justo cuando la jornada da paso a las horas en que se concluyen las actividades laborales y crece la demanda por espacios recreativos. Mauricio se aferra a una última posibilidad para no decretar que hizo el camino por gusto hasta el amplio local de El Prado cienfueguero. "Quiero un café, por favor", alcanza a decirle al camarero. El trabajador le trae una taza con un líquido frío y oscuro. "Le eché la poca azúcar que quedaba porque ya no tenemos más", advierte el hombre.
El habanero apura un sorbo, siente el sabor del chícharo tostado, y en el silencio de la sala tararea algo de música, una de aquellas canciones que hace unos años se escuchaban allí con una orquesta en vivo rodeada de frenéticos bailadores.