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Cuando el cemento era para los túneles

Túnel entre el Palacio de la Revolución y el despacho de Raúl Castro en el Minfar. (Llamado32' Blog)
Pedro Acosta

13 de octubre 2015 - 09:22

La Habana/Como parte de aquella llamada "Guerra de todo el pueblo", en 1991 se retomó con intensidad la construcción de túneles, con el trillado vaticinio de una posible invasión militar de Estados Unidos a Cuba.

En el Municipio Cerro, se perforaba bajo la conocida Finca de Los Monos, el Cine México, el Poder Popular, y el Instituto de Economía Habana. También bajo los promontorios rocosos entre el Instituto de Zoonosis y el Hospital Pediátrico de Centro Habana. El objetivo final era intercomunicar todos esos puntos.

En enero de 1992, llegué al túnel del Hospital Pediátrico. Las cosas que vi me mostraron otro rostro de lo que sucedía en el país. En ese lugar, como en todo centro de trabajo, había núcleo del Partido Comunista y sindicato. Al día siguiente de mi incorporación me topé con un individuo que no pertenecía al contingente. Era el apuntador de la bolita.

Hasta un disparo de revólver calibre 22 atravesó la garganta de un trabajador con deudas, y el hecho se encubrió

Despreocupado, comunicaba los números premiados el día anterior, pagando a los ganadores y recogiendo las nuevas apuestas. La afluencia de tuneleros y de trabajadores del taller donde se hallaba la entrada al túnel me pasmó. Militantes del PCC y de la UJC, dirigentes del sindicato, dirigentes administrativos, casi todos jugaban o se interesaban por los resultados. Hasta un disparo de revólver calibre 22 atravesó la garganta de un trabajador con deudas, y el hecho se encubrió.

El cemento de alta densidad lo servían a granel en una inmensa tolva con una capacidad para seis metros cúbicos. Jamás vi factura o vale que amparara lo vertido. No sé si el uso de este era justificado o no. De llevarse algún control, era imposible comprobar la veracidad del mismo. Las voladuras se hacían mediante profundos barrenos en la dura roca y el volumen del derrumbe no era siempre el mismo. Luego se colocaba la estructura de prefabricado, y el espacio libre entre este y la roca se rellenaba con trozos de piedra y cemento. Ese espacio variaba entre los treinta centímetros y el metro y medio. Se trabajaba en diversas "gavetas" (cubículos del túnel) a la vez, por lo que los trabajadores no podían percatarse de lo que se consumía.

Por el cemento se trocaban bloques, ladrillos y cabillas. En pleno Periodo Especial, más de 15 tuneleros construían, ampliaban o reparaban su vivienda. En dos o tres domingos en los que no se trabajó, tuve la curiosidad de examinar la tolva el sábado antes de irme, y al llegar el lunes, el contenido había mermado considerablemente.

Allí se podía faltar por enfermedad, problemas personales o porque sí, que el salario jamás era afectado

Allí se podía faltar por enfermedad, problemas personales o porque sí, que el salario jamás era afectado. Abusé en una oportunidad de esa prerrogativa y en los dos meses que estuve sin acudir al trabajo, no me descontaron.

Ese túnel se terminó en diciembre de 1992. En los dos años de su construcción, laboraron de forma permanente unos 40 hombres con un salario promedio mensual de 250 pesos. Solo en erogación de salarios fueron alrededor de 240.000 pesos. Sume unas 600.000 raciones de comida procedentes del centro de deportes de alto rendimiento Cerro Pelado. Para brindar una idea, lo peor que se comió allí como plato fuerte fue revoltillo de chorizo, con más chorizo que huevo.

Pero el verdadero plato fuerte fue lo que se gastó en materiales de construcción. En este túnel, el más pequeño de la ciudad de La Habana, para los que quieran calcular va este aproximado en metros: largo (contando las gavetas) 1200, ancho 2,50, alto 2,40; grosor: piso 0,20, paredes 0,35, techo 0,70. Agregue el sistema de iluminación.

En los dos años de su construcción, laboraron de forma permanente unos 40 hombres con un salario promedio mensual de 250 pesos

De este túnel fui a trabajar al situado en el Poder Popular del Municipio. Tenía más de mil metros de construcción en diversas direcciones hasta bajo el Hospital Clínico Quirúrgico 10 de Octubre, a unos 150 metros de la boca del túnel. Para brindar una idea del tamaño que poseería una vez concluido: debería pasar por debajo del hospital y la calle del mismo nombre para unirse al que pasaba por debajo de la calle Cristina. Otra senda llegaría, pasando por debajo del Cine México hasta la Vía Blanca. Otra pasaría por debajo de la Calzada del Cerro, una boca saldría al pequeño parque frente al Estadio Latinoamericano y continuaría por debajo del estadio hasta la Escuela de Economía Habana en la calle Ayestarán.

Los quince que fuimos para ese túnel estuvimos todo el año 1993 sacando a diario, con una potente bomba, el agua que filtraba del manto freático e inundaba el subterráneo sistemáticamente. No sé hasta cuándo se estuvo allí conversando, comiendo y cobrando, pues partí hacia mi centro de trabajo habitual en diciembre de ese año, pero todavía en mayo de 1994 la situación se mantenía igual.

Esas construcciones, ¿fueron necesidad, capricho presidencial o estrategia política?

Era mi tercera temporada en "tierras medias". En 1963, al comenzar la secundaria básica, habían construido un refugio para futuras agresiones en la escuela primaria situada enfrente. En los ochenta –en la era Reagan–, todos los centros de trabajo del país contaban obligatoriamente con refugio antiaéreo.

Millones de cubanos viven en casas declaradas inhabitables, albergues, bohíos con piso de tierra, viviendas de mala estructura incapaces de resistir el paso de huracanes, sin la posibilidad de ampliarlas o repararlas. En plena ruina del país, el Gobierno gastó cientos de millones de pesos en túneles. Esas construcciones, ¿fueron necesidad, capricho presidencial o estrategia política?

¡Jamás un cubano ha tenido que penetrar en un refugio o túnel para protegerse de un ataque enemigo!

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