La central flotante turca deja algo más que energía en La Habana
El humo negro de la 'Suheyla Sultan' enturbia el amanecer de la capital cubana
La Habana/En la silueta de La Habana destacan desde hace meses dos nuevos elementos. El edificio más alto del país, que se construye en El Vedado, en la calle K, y la columna de humo que lanza al cielo la central flotante turca anclada en el puerto. Si el primero es símbolo de la fiebre constructora en pos de un turismo que no acaba de llegar, los residuos de la Suheyla Sultan representan la actual crisis energética y la incapacidad de las termoeléctricas nacionales para abastecer la Isla. Esa nube oscura del fracaso se extiende en los amaneceres y tapa en parte la salida del sol.
"Es feo ver el humo en el cielo pero al menos me tranquiliza porque garantiza que no haya tantos apagones", comenta Julia, de 68 años y residente en un edificio de 18 plantas con vistas hacia la zona este de la ciudad, la bahía y el faro del Morro. "Estamos muy acostumbrados al paisaje desde nuestro balcón y a veces me asusto, porque en las mañanas temprano parece que hay un fuego en algún lado, pero después caigo en cuenta de que es el barco turco".
Desde los dos grupos de chimeneas de la embarcación salen gruesas columnas oscuras que se unen más arriba. Según hacia dónde sopla el viento, la nube contaminante avanza hacia el interior de la ciudad o se reparte a lo largo del litoral. Ningún medio oficial ha aludido a su presencia y solo han tenido espacio para los titulares triunfalistas sobre las garantías energéticas que ofrece la central, pero del humo o de los costos de alquilar la Suheyla Sultan no han publicado una palabra.
Ningún grupo ecologista le ha plantado cara al barco y sus emisiones. Ningún vecino cercano a la zona portuaria ha escrito una carta a los periódicos locales para quejarse de los olores que reparte por todas partes. Ningún economista ha denunciado a cuánto asciende la deuda que contrae cada cubano por un solo día que la nave sigue conectada al sistema eléctrico del país. Ningún biólogo ha increpado al Ministerio de Energía y Minas por el posible impacto de su presencia en la fauna, especialmente en peces y aves.
El humo está ahí cada día pero es como si no existiera. Al punto más nuevo del skyline habanero nadie quiere repudiarlo. La gente teme que el día en que ya no se vea será porque la ciudad se ha quedado a oscuras, sin energía.
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