El Cerro, de barriada extramuros a epicentro del covid-19 en Cuba
Las autoridades han decretado este martes el aislamiento de cuatro manzanas del consejo popular Pilar-Atarés
La Habana/Cerro, uno de los municipios habaneros con más habitantes por metro cuadrado y serios problemas de infraestructura, es el escenario del último brote de covid-19 en Cuba. De los 23 casos de contagio confirmados en los dos últimos días, nueve pertenecen a este municipio donde se juntan los extremos: la tranquilidad del Casino Deportivo y la marginalidad de Atarés.
La situación del municipio obligó este martes a las autoridades a "aplicar medidas de aislamiento reforzado en cuatro manzanas del área de salud policlínico Abel Santamaría en el consejo popular Pilar-Atarés", con una población de 2.042 habitantes. La medida fue comunicada en una sesión del Consejo de Defensa de La Habana y difundida después del mediodía en los medios oficiales.
Pocos vecinos del Cerro se sorprenden ante la noticia. "Si en algún lugar iba a haber un repunte tenía que ser aquí", dice con resignación Magdalena, una vecina de un barrio cercano a la calle Ayestarán que empezó siendo un llega y pon pero con los años ha logrado legalizar su situación y obtener los papeles de propiedad de las viviendas.
"Aquí vivimos pared con pared y los vecinos pasan mucho tiempo en espacios comunes porque sus casas son tan pequeñas que quedarse dentro con este calor es como estar en un horno", dice a este diario Magdalena, quien trabaja como enfermera en un hospital cercano. "Antes de la reapertura ya aquí la gente estaba en las calles y haciendo cola".
Cerro es el cuarto municipio de la capital en población, con 130.000 habitantes, casi tantos como Centro Habana, con el triple de densidad por su reducido tamaño. En este último municipio sigue activo otro foco y es uno de los que más casos de coronavirus ha registrado. Otros barrios en los que se han impuesto medidas de aislamiento más severas han sido el Consejo Popular de Vedado, en el municipio de Plaza de la Revolución; Acosta, en Diez de Octubre; y San Agustín, en La Lisa.
Con una población envejecida y de bajos recursos, la hipertensión, la diabetes, la obesidad y el asma son el día a día en las consultas médicas de la zona
Al hacinamiento que se vive en muchas zonas de Cerro se le suman también los problemas de salud. Con una población envejecida y de bajos recursos, la hipertensión, la diabetes, la obesidad y el asma son el día a día en las consultas médicas de la zona. "Todos los que viven en este pasillo padecen de algo; el que no tiene la presión alta tiene problemas del corazón o de alergias", explica Magdalena.
Para los asmáticos el peligro es doble, no solo porque el coronavirus se ceba en estos pacientes vulnerables sino también porque los medicamentos para controlar la enfermedad están prácticamente ausentes.
El salbutamol en spray, un fármaco que se utiliza para su tratamiento, ha escaseado en los últimos meses en las farmacias de toda la Isla y el problema no tiene visos de resolverse, según advirtió recientemente un funcionario de la Empresa de Laboratorios Medsol. Los asmáticos, que son más del 13% de la población en la Isla, no tendrán disponible el medicamento al menos hasta agosto, por problemas de producción y distribución.
"Al principio no quería salir a la calle porque viejo, asmático y sin medicina era un suicidio, pero al final tuve que salir, porque si no me paso el día en colas, no tengo comida", lamenta un anciano con un pequeño carrito de compras y que este martes aguardaba desde temprano cerca de Santa Catalina y Primelles.
"El problema es que aquí hay que trasladarse mucho para comprar alimentos y desde que hay transporte público mucha gente llega a este barrio para ver si encuentra los productos que está buscando", explica el jubilado.
Antiguo barrio extramuros de la ciudad, El Cerro fue fundado en 1803 a la vera del antiguo camino a Vueltabajo y siempre ha sido una zona de mucho comercio y actividad en calles y plazas. En el área también hay un fuerte movimiento del mercado negro, que se nutre en parte de varias industrias y centros estatales cercanos, como la fábrica Suchel de útiles de aseo, los jabones y el detergente que tanta demanda tienen actualmente.
Con sus amplias y viejas mansiones venidas a menos o reconvertidas en cuarterías, la Calzada del Cerro atrae a muchos clientes que llegan ansiosos en busca de productos básicos y alimentos. "Me dijeron que iban a sacar pollo y aquí estoy desde anoche", comenta a este diario una joven que se trasladó desde el vecino municipio de Diez de Octubre.
Como ella, la mayoría del medio centenar de personas que aguardaban en una tienda cercana al ya desaparecido Cine Maravillas no viven en El Cerro. Han llegado desde varios puntos de la ciudad aprovechando que se reabrió el transporte público y que comenzaron a circular los primeros vehículos particulares de transportación de pasajeros.
"Vine para acá porque en esta calle hay muchas tiendas juntas. Si no encuentras algo en una te puedes ir caminando hasta la otra, porque donde yo vivo las distancias entre una shopping y otra son inmensas", reconoce un hombre que reside en Arroyo Naranjo pero ha llegado a El Cerro desde muy temprano.
A pesar de la noticia de este lunes, la rutina de reapertura apenas ha cambiado en el municipio. Los transeúntes llevan sus mascarillas, a las afueras de las tiendas los empleados vierten agua con algo de cloro sobre las manos de los clientes y las colas son supervisadas por uniformados o miembros de los Comités de Defensa de la Revolución.
Pero, aunque visiblemente nada parece haber cambiado con respecto al fin de semana, el primero de la reapertura después de meses de mayores restricciones, la preocupación se palpa en el aire. "Es como si nunca vayamos a poder salir de esto", lamenta Gladys, nacida en El Cerro y actualmente empleada en el cuidado privado de ancianos.
Aunque las cifras oficiales del covid-19 son bajas, este 7 de julio se mantenían ingresados 58 enfermos, de ellos 54 con evolución clínica estable, mientras por noveno día no se reportan fallecidos, por lo que sigue en 86 la cifra de decesos. Pero a Gladys le preocupan los cuatro casos graves de los que ha informado Salud Pública.
"Pienso en lo que debe estar viviendo esa gente y su familia y me da tanto miedo que a veces no quiero ni levantarme de la cama"
"Pienso en lo que debe estar viviendo esa gente y su familia y me da tanto miedo que a veces no quiero ni levantarme de la cama", advierte. "Vivo en uno de los barrios donde hay mayor peligro ahora mismo, así que tengo que cuidarme el doble, pero también me alegro de vivir aquí porque conozco a todo el mundo en mi cuadra y no estoy sola".
Un pequeño negocio privado cerca de la iglesia de Peñón mantiene una ventana abierta por la que despacha jugos y panes con varias opciones. Este fin de semana, luego de tres meses sin servicio, reabrieron los restaurantes y bares, aunque con normas rígidas de distanciamiento entre los clientes. "Iba a abrir el local interior para que los usuarios se sentaran pero ayer me enteré de que el virus está aquí en El Cerro y voy a seguir solo despachando para llevar", aclara el empleado.
La caída del empleo por la pandemia también golpea duramente a un municipio con pocas opciones para el trabajo a distancia. "En toda esta cuadra la mayoría de la gente trabaja con sus manos directamente, ya sea como mensajero de una paladar, en la chapistería de vehículos o en otras actividades físicas que no se pueden hacer delante de una pantalla ni por teléfono. Muchos de mis vecinos están sin trabajo desde hace meses", explica otro residente, que en este tiempo ha encontrado ocupación en comprar productos del mercado agrícola y llevarlo hasta la casa de los clientes que pueden pagar un extra por el servicio.
"Nadie podía imaginarse esto hace un año pero hay que aprender a vivir con esta situación", considera el mensajero. "Ahora El Cerro sigue teniendo ‘la llave’ pero no de nada bueno, sino del coronavirus, lo que nos falta es encontrar la puerta para salir de toda esta salación".
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