Las chinches, la plaga que no deja dormir a los residentes de Sancti Spíritus

"Sabía que esto pasaba, había oído muchas historias, pero otra cosa es vivirlo", explica Yeandris a '14ymedio'

La chinche o el chinche se ha vuelto un visitante indeseable en muchos hogares cubanos.
La chinche o el chinche se ha vuelto un visitante indeseable en muchos hogares cubanos. / Departamento de Agricultura y Conservación Forestal de Maine (EE UU)
Mercedes García

18 de enero 2025 - 15:09

Sancti Spíritus/A un cuarto de millón de pesos llegan las pérdidas que ha sufrido el hogar de Yeandris, de 29 años, al que las chinches que se extienden por la ciudad de Sancti Spíritus le hicieron perder no solo recursos, sino también tiempo y muchas horas de sueño. "Ayer boté los tres colchones, que todavía estaban bastante buenos, pero no había forma de controlar a los bichos esos", cuenta a 14ymedio.

El martirio de Yeandris y su familia comenzó a inicios de diciembre en la barriada de Jesús María. "Empezamos a notar que mientras veíamos la televisión en el sofá de la sala algo nos picaba las piernas", recuerda el espirituano. "Al principio pensamos que eran mosquitos, pero donde más nos pasaba era cuando nos sentábamos ahí. Cuando unimos los cabos y revisamos todos los pliegues, la guata y los cojines estaban llenos de chinches".

La chinche o el chinche, un insecto que se nutre de la sangre de humanos y de otros animales, se ha vuelto un visitante indeseable en muchos hogares cubanos, donde el hacinamiento, la falta de productos de limpieza y la pobreza han multiplicado sus apariciones en los últimos años. Los brotes en provincias como Santiago de Cuba y La Habana se han convertido en noticia frecuente en los medios independientes de la Isla.

"Sabía que esto pasaba, había oído muchas historias, pero otra cosa es vivirlo", explica Yeandris. Poco después de describir los insectos en el sofá, la familia se percató de que las chinches estaban también en las camas. "El colchón de mi mamá, el de la cuna de mi niño y el que comparto con mis esposa, los tres estaban prendidos", lamenta. Ingeniero informático de profesión, el hombre pensó que, como con los virus de computadoras, solo hacía falta encontrar un antídoto y aplicarlo sobre los muebles infectados.

"El colchón de mi mamá, el de la cuna de mi niño y el que comparto con mis esposa, los tres estaban 'prendidos'"

"Una vecina que había pasado por lo mismo me recomendó que fuera al policlínico de mi zona a pedir ayuda, de ahí me mandaron para la oficina provincial de Salud Pública y en eso me pasé semanas de peloteo para un lado y para otro", recuerda. "Durante todo ese tiempo en mi casa no se podía ni dormir, mi hijo tuvo un brote de alergia por las picadas de las chinches y algunas hasta se le infectaron y le provocaron llagas en la piel".

La Nochebuena en el hogar de Yeandris no fue un momento de celebración. "Ese día por la mañana no pude más y desarmé las tres camas". Una semana antes, un fumigador recomendado por Salud Pública y pagado del bolsillo del insomne espirituano, roció toda la casa y en especial las habitaciones. "Pensábamos que eso iba a solucionar el problema pero aquellos bichos lo que hicieron fue multiplicarse más".

El 24 de diciembre Yeandris sacó los tres colchones para el patio, la familia emprendió una minuciosa limpieza y, agotados, se durmieron aquella noche en el suelo sobre unas mantas. "Pensé que no iba a tener que llegar ahí, pero nada mataba las chinches y cuando uno lleva ya casi un mes de mal dormir lo único que quiere es que la pesadilla termine".

Días después, con la ayuda de otro vecino, lanzó los tres colchones en un basurero cercano. Allí se topó con un buzo que, a pesar de las advertencias, decidió recoger lo que Yeandris desechaba. "Los desarmo, meto la guata en sacos y los sumerjo por días en el río", el hombre detalló su método ante el atónito espirituano que le recomendaba no cargar con semejante nido de chinches. "Luego pongo la guata al sol y puedo reconstruir los colchones", agregó con ingenio.

"En total, entre la pérdida de los colchones que eran casi nuevos, lo que le pagué al fumigador que vino dos veces, el sofá que también tuve que botar y todo tipo de remedios que me vendieron y no sirvieron para nada, todo me salió en casi 250.000 pesos", calcula el afectado. "Después de vivir esto me he puesto muy paranoico, ya no quiero sentarme en ningún lado".

"Después de vivir esto me he puesto muy paranoico, ya no quiero sentarme en ningún lado"

La obsesión de Yeandris no es un síntoma de que haya perdido la razón, en la ciudad de Sancti Spíritus los residentes se avisan de los lugares que han caído bajo la plaga. "A la biblioteca provincial no se puede ir, los butacones están llenos", advierte un internauta en un grupo de Facebook que incluye a vecinos de la ciudad. "En mi barrio una vecina puso su colchón en la calle a coger sol para que se le quitaran las chinches y ahora resulta que nos ha contagiado a todos, la cuadra está llena".

En mayo de 2023, una alerta similar llegó a los medios locales. Osvaldo Gómez Hernández, vicedirector de vigilancia y lucha antivectorial del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología reconoció la extensión del problema en la provincia. "Es difícil eliminar el chinche pero no es imposible. Esto nos permite dar algunos tratamientos caseros y no tener que recurrir a los tratamientos químicos", adelantó el especialista ante los reclamos de la ciudadanía de una intervención oficial para fumigar los barrios.

"He ido tres veces al policlínico para que me ayuden con una fumigación, aunque tenga que pagarla y bien cara, pero no vienen", denuncia en el grupo de Facebook espirituano otra afectada. "Tuve que quemar dos colchones y un butacón, llevo un mes combatiendo una plaga en casa de mi madre y no se logra nada porque el problema está por todos lados. Matas 100 chinches por la mañana y, esa misma noche, de la casa de al lado, te llegan 200".

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