Cientos de cubanos hacen cola para visitar la fragata y el submarino rusos en La Habana

“Me parece estar en una película soviética, de esas en blanco y negro que nos ponían en los años 80”

A la una de la tarde, el aguacero hizo tambalear la cohesión de la cola
A la una de la tarde, el aguacero hizo tambalear la cohesión de la cola / 14ymedio
Juan Diego Rodríguez

15 de junio 2024 - 19:45

La Habana/Este diario aprovechó la “única oportunidad” que la Marina de Guerra de Rusia ofreció a los cubanos para visitar el casco de la fragata Gorshkov. El barco, de 135 metros de eslora –largo– está anclado en el puerto de La Habana junto al submarino nuclear Kazan, al que también se pudo acceder. Bajo la llovizna y el viento, una cola de cientos de personas esperaba su turno para subir al casco del buque o caminar por las escotillas del submarino. 

Ambas naves llegaron a la Isla el pasado 12 de junio como parte de un destacamento naval ruso, cuyo periplo ha causado revuelo internacional. Las sombrillas bordeaban la baranda del puerto a medida que la cola, sin el más mínimo apuro, avanzaba. Al mediodía, cuando la lluvia empezó a arreciar, ya nadie se atrevió a caminar sobre el Kazan

Al mediodía, cuando la lluvia empezó a arreciar, ya nadie se atrevió a caminar sobre el 'Kazan'
Al mediodía, cuando la lluvia empezó a arreciar, ya nadie se atrevió a caminar sobre el 'Kazan' / 14ymedio

Hubo no pocas deserciones. Ante la kilométrica lista de espera, muchos abandonaron el muelle y buscaron refugio en los portales cercanos. Madres con sus hijos, ancianos, viejos combatientes y jóvenes esperaban la señal de alguno de los tres policías que abrían y cerraban el paso hacia el barco. Entre los curiosos se movían varios agentes de civil y con solapín. 

A la una de la tarde, el aguacero hizo tambalear la cohesión de la cola. Para muchos fue el fin de la espera y cruzaron, a la carrera, la avenida. De lejos, el gris severo y la lluvia que parecen dominar este sábado la bahía combinaban mucho mejor que el sol del trópico con las naves rusas. 

Sin poder subir a la fragata, cuyo potente cañón A-192 Armat apuntaba al castillo del Morro, un anciano se consolaba con la nostalgia. “Me parece estar en una película soviética, de esas en blanco y negro que nos ponían en los 80”, decía, apuntando a la silueta de un hombre solo y con porte estoico sobre el imponente submarino, bajo el telón del aguacero.

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