Con el cierre del hotel Riviera y la muerte progresiva del Habana Libre, preparan la llegada de la Torre K

"Ni los extintores contra incendios están completos", dice un empleado del Habana Libre

A la entrada del Riviera, un guardia y una mujer que regaba el césped eran los únicos "huéspedes" del alojamiento.
A la entrada del Riviera, un guardia y una mujer que regaba el césped eran los únicos "huéspedes" del alojamiento. / 14ymedio
Jorge Lassa

16 de febrero 2025 - 18:08

La Habana/En el perfil de la capital cubana, el hotel Habana Libre ha sido por décadas un elemento que añade belleza y glamour. Pero el céntrico edificio de El Vedado esconde tras su hermosa fachada un panorama de deterioro y abandono que aleja a los turistas y escandaliza a los guías turísticos. A sus primos cercanos, el Riviera y el hotel Colina tampoco les va bien en los tiempos que corren.

Carlos se dedica a inspeccionar los sistemas de seguridad de hoteles y centros recreativos. Con más de tres décadas en su profesión, el dictamen de este habanero es tajante: "El Habana Libre es un peligro, está muy deteriorado y en la última revisión que le hicimos prácticamente suspendió en todos los parámetros, ni los extintores contra incendios están completos", comenta a 14ymedio.

"Han tenido que cerrar muchas habitaciones y, ahora mismo, el hotel está apenas funcionando, tienen operativo el lobby y el piso 25, donde se hacen actividades, pero el resto de la instalación está prácticamente en desuso", advierte Carlos. "No se han decidido a cerrarlo del todo porque es un lugar muy emblemático y están también esperando que se inaugure la Torre K, que tiene capacidad para absorber a los clientes que quieren estar en esa zona".

"Las habitaciones están pésimas, el aire acondicionado apenas funciona, apenas hay agua caliente en los baños"

Así se refiere el trabajador al polémico nuevo rascacielos de 23 y K, que alojará un hotel de lujo gestionado por la española Iberostar, cuya apertura aún no se ha concretado a pesar de haberse anunciado, primero, para el 15 de enero y, después, para el 1 de febrero. 

No es necesario sumergirse en las entrañas del alojamiento, como hacen Carlos y su equipo, para notar cómo las averías y la desidia se han apropiado del otrora Habana Hilton, inaugurado en 1958 y construido con el dinero de las cajas de retiro del Sindicato Cubano de Trabajadores de la Gastronomía. Ahora, poco queda de aquel antiguo esplendor de sus primeros años, cuando llegó a albergar, incluso, la oficina principal de Fidel Castro tras su llegada al poder.

"Estuve ahí en noviembre", comenta Marlén, una cubana que se dedica al sector del turismo. "Las habitaciones están pésimas, el aire acondicionado apenas funciona, apenas hay agua caliente en los baños, las goteras mantienen cerradas varias habitaciones y todo se ve como muy viejo". En los pasillos que conducen a cada cuarto, el olor a humedad se cuela por la nariz y los desperfectos se acumulan en esquinas, lámparas y superficies.

En los pasillos del Habana Libre, el olor a humedad se cuela por la nariz y los desperfectos se acumulan en esquinas.
En los pasillos del Habana Libre, el olor a humedad se cuela por la nariz y los desperfectos se acumulan en esquinas. / 14ymedio

El lobby, donde hace unas décadas intercambiaban saludos los guerrilleros latinoamericanos protegidos por el régimen de La Habana y los intelectuales de todas partes del mundo, es ahora una zona casi vacía. Pero es la cercana galería de tiendas, ubicada también en la planta baja, la que muestra con más sinceridad el estado de todo el hotel: con filtraciones en los techos, comercios cerrados y escasas luminarias, más que atraer espanta a los clientes.

Raúl estuvo en diciembre pasado hospedado en el Habana Libre gracias a la invitación de unos parientes emigrados. "Me quedé en el piso 21. Los elevadores están tétricos, da miedo montarse en ellos porque rechinan mientras se mueven. Las habitaciones se han quedado muy anticuadas, se ve que no han invertido en modernizarlas, las alfombras están manchadas y todo tiene olor a viejo", detalla a este diario. "Para usar el agua caliente tenía que tomarlo con calma porque entre que abría la pila y que empezaba a salir, un poco tibia nada más, pasaba un buen rato. Uno de mis deseos era descansar de la poca presión y el agua fría de la ducha de mi casa, pero no encontré lo que quería". 

La climatización también era deficiente pero, al menos, el benigno invierno cubano contribuyó a que Raúl no sudara dentro de su habitación. "Al bufet del desayuno le faltaban un millón de cosas", se queja el huésped que había proyectado una gran variedad de frutas, cereales, quesos y otras combinaciones. En lugar de eso se topó con una pobre oferta, mucho control por parte de los empleados para que los clientes no se sirvieran más de la cuenta y alimentos de poca calidad.

"Se ha quedado como un cascarón vacío, los muebles de época, las lámparas de estilo y toda esa atmósfera de los años 50 se fueron perdiendo"

Con solo cuatro estrellas –perdió una recientemente–, lo peor del Habana Libre, a juicio de Raúl, es el trato del personal, especialmente con los clientes nacionales. "Muy mala la atención, sobre todo en la puerta. Todos los días me preguntaban si estaba hospedado en el hotel y eso me hacía sentir muy incómodo. Si los empleados no tienen la capacidad de memorizar los rostros, mejor que le den a los huéspedes una manilla, porque lo otro es acoso puro y duro".

El problema de las filtraciones que caen desde los techos ha afectado no solo a las habitaciones.”Te cae agua en la cabeza lo mismo en la terraza intermedia, que en los pasillos, que en el salón de los Embajadores, en el salón Presidencial o en el salón Latinoamericano. Todos tienen goteras", prosigue Raúl. "La mesa bufet al lado de la piscina estaba cerrada cuando fui, así que tenía que llevarme algo de pan del desayuno, a escondidas, para tener para merendar mientras estaba en esa área".

Quienes piensan que este símbolo de La Habana no podría estar peor quedan espantados ante el cercano hotel Riviera. El año pasado, cuando se vino abajo la estructura del trampolín de la piscina del alojamiento, muchos cayeron en cuenta de la ruina que se había adueñado del inmueble, fundado en diciembre de 1957 por la Compañía Hotelera Riviera, propiedad del mafioso Meyer Lansky. La falta de inversiones y los años de excesos, habían ido minando el edificio que en su diseño combinó lujo y comodidad.

Detalles del deterioro del Riviera, considerado cuando se inauguró, en 1957, uno de los hoteles más modernos y lujosos del mundo.
Detalles del deterioro del Riviera, considerado cuando se inauguró, en 1957, uno de los hoteles más modernos y lujosos del mundo. / 14ymedio

Esta semana, a la entrada del Riviera, un guardia y una mujer que regaba el césped eran los únicos "huéspedes" del alojamiento. A sus espaldas, grandes ventanales rotos por donde se divisan andamios con polvos de un proceso de restauración a todas luces detenido, dan la idea de que el alojamiento está más cerca de ser demolido que recuperado. El domo cubierto de cerámica, que una vez cubrió el área del casino, ha ido perdiendo piezas y color debido al inclemente salitre del cercano mar y a la falta de renovación.

A pesar de los destrozos, el Riviera sigue destacando por sus amplias terrazas, su estilo racionalista y una estructura que permitía disfrutar a los clientes de la brisa marina y las vistas sobre la ciudad. Pero, al decir de un guía turístico que visitaba con frecuencia el lugar, "se ha quedado como un cascarón vacío, los muebles de época, las lámparas de estilo y toda esa atmósfera de los años 50 se fueron perdiendo y ahora con este cierre más todavía". 

En su época de esplendor, ahí estuvo alojado el escritor chileno Jorge Edwards, enviado en 1970 por Salvador Allende para reabrir la embajada de su país y que terminaría contando su experiencia en Persona non grata, un libro demoledor sobre el régimen de Castro.

"La atención del personal no es buena y los suministros son muy inestables, un día te ponen algo en el desayuno y al otro día ya no lo hay"

"Si Lansky resucita se vuelve a morir o va a tener que ponerse a levantar otra vez el Riviera", ironiza el guía, que recuerda con especial cariño el lobby del hotel, el gimnasio, la zona de fumadores y el área de la piscina. "Cuando te subías al trampolín no querías ni tirarte al agua porque desde allá arriba el espectáculo era sublime, disfrutabas el mar tan cerca, la brisa y el propio hotel que se veía espectacular desde esa posición".

Hermano menor del Habana Libre y del Riviera, el hotel Colina comparte la ruta del deterioro de los servicios con ellos. Ubicado también en El Vedado, a pocos metros de la Universidad de La Habana, el alojamiento reabrió en enero pasado después de un proceso de renovación que no ha dejado un buen sabor entre quienes lo conocían. "Lo administra ahora la cadena estatal Isla Azul, que es de las peores de Cuba", advierte Marlén que también visitaba el local antes de su reparación.

Discreto a la vista, el hotel Colina cuenta con 80 habitaciones y desde sus inicios atrajo a una clientela de gama media que buscaba su ubicación céntrica y sus comodidades. A finales del siglo pasado, tras la dolarización de la economía cubana, en su planta baja se presentaban músicos locales que se sentían atraídos por su atmósfera íntima y el tipo de huéspedes que venían al lugar, muchos profesores y académicos extranjeros que querían estar cerca de las aulas universitarias.

Discreto a la vista, el hotel Colina cuenta con 80 habitaciones y desde sus inicios atrajo a una clientela de gama media.
Discreto a la vista, el hotel Colina cuenta con 80 habitaciones y desde sus inicios atrajo a una clientela de gama media. / 14ymedio

La reapertura del inmueble, sin embargo, no ha significado el regreso de aquellos momentos culturales. El hotel Colina tiene ahora esa imagen estandarizada y sin personalidad de todos los otros alojamientos gestionados por Isla Azul. Aquel ambiente bohemio de sus inicios donde escritores, trovadores y marchantes llegados de provincia se reunían alrededor de la barra del bar permanece solo en la mente de los vecinos más viejos. Los retoques tampoco parecen haber restaurado el buen servicio que caracterizaba al lugar.

"La atención del personal no es buena y los suministros son muy inestables, un día te ponen algo en el desayuno y al otro día ya no lo hay", describe Marlén. La empleada dedicada a la promoción turística es tajante cuando evalúa el actual panorama: "A Cuba la salvan las vistas, los amaneceres y la naturaleza pero no los hoteles". 

A diferencia de lo que suele ocurrir en el resto del mundo, donde se restauran los edificios históricos –como es el caso del Riviera y el Habana Libre–, el Gobierno cubano dedica cientos de millones de dólares a la construcción de nuevas instalaciones de gran lujo y mayor tamaño, pese a las perspectivas pesimistas para el sector turístico.

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