La ‘Épica’ de Eduardo del Llano
Un cubano, hastiado del cinismo del presente, viaja en el tiempo hasta el año 1960 en busca de la épica perdida. La historia de alguien que quiere recuperar la ilusión alrededor de un proyecto social convertido en algo muy diferente a lo soñado conmoverá y arrancará sonrisas a quienes vean el último cortometraje dirigido por Eduardo del Llano.
Épica es un emotivo retrato de la decepción de unos y la utopía de otros, que mezcla el absurdo, la ciencia ficción y el drama. Su director, guionista y artífice principal conversa con 14ymedio sobre su última “criatura” fílmica y otros demonios de la creación cinematográfica.
P. Con su último cortometraje Épica ¿vuelve a la ciencia ficción?
R. En Épica la ciencia ficción es como un elemento anómalo que me permite poner en contacto a un cubano de la actualidad con otro de los años sesenta. Este último es además un cubano concreto y muy importante en la cultura cubana y que estaba justamente en ese momento donde todo era épico, donde todos creían en la utopía, y parecía que todo iba a salir bien. Las expectativas que se generan contraponiendo la utopía con el resultado real, era algo que obviamente hubiera sido imposible en una narración estrictamente realista.
La idea era poder presentar, con una premisa más o menos lógica -que permitiera la suspensión de la incredulidad en el espectador- a un cubano del presente y otro del pasado, ambos situados en los dos extremos de la cadena, no alimenticia, sino de la cadena ideológica utópica.
La idea era poder presentar (...) a un cubano del presente y otro del pasado, ambos situados en los dos extremos (...) de la cadena ideológica utópica
P.Épica se presentó en el pasado festival de cine de La Habana ¿Será programada en cartelera para los próximos meses?
R. No sé si se programará, pero tampoco me interesa mucho. Para mi fue muy importante que se pusiera durante el pasado Festival, aunque me dieron unos horarios cabrones. En la sala del Chaplin, un domingo a las diez de la mañana y mucho peor que ese, en el multicine Infanta, un sábado a las doce y media de la noche. Ahí ni yo fui…
P. ¿Cómo reaccionó el público?
R. La gente tuvo una especie de catarsis. Cuando terminó aplaudieron y hasta gritaron ¡bravo!
P. De seguro este corto circulará en el paquete ¿cómo lidia con la piratería?
R. Ha sido un problema. Creo saber hacer bastante bien una película hasta el momento en que la termino, pero no tengo la más mínima idea de qué hacer con ella después. A nivel interno, no tengo problemas con el paquete, creo que es el equivalente cubano de cualquier televisora del mundo. Donde hay desde las cosas más ridículas como Caso cerrado, hasta cine escandinavo de altos quilates.
P. Sex machine producciones es pionera entre las productoras independientes, ¿Cómo ha logrado sobrevivir a pesar de no tener un reconocimiento legal?.
R. Sex Machine fue un acuerdo de caballeros que hicimos Frank Delgado, Luis Alberto García, Néstor Jiménez y yo. Acordamos que íbamos a hacer estas cosas como una cooperativa, donde yo pago lo que puedo y si alguna vez le damos la patada a la lata y ganamos mucho dinero, se distribuirá en base a determinados porcentajes que ajustamos en ese momento, pero no es una productora en sí.
Sex Machine producciones soy yo. Incluso hay cortos donde no aparece el personaje Nicanor ni han llevado música de Frank, ni ha actuado Luis Alberto o Néstor, pero que salen bajo el mismo logo.
P. Ha dirigido largometrajes de ficción y muchos cortos. ¿En cual formato se siente más cómodo?
R. En una época decía que solo iba a hacer cortos, no como militancia, sino porque me sentía cómodo en el corto. Incluso mis dos largometrajes no son muy largos, uno tiene 61 minutos y el otro 73, están en el límite.
P. ¿Y en cuanto a los géneros que prefiere?
R. Siempre he pensado –y estoy pagándolo en carne propia– que deberíamos tener cine de género en Cuba, películas de ciencia ficción, de terror, eróticas. Aposté al riesgo y ahora me tropiezo con eso de “y ahora qué hacemos con este cine que no parece cubano porque no hay jineteras ni música salsa”.
Aposté al riesgo y ahora me tropiezo con eso de “y ahora qué hacemos con este cine que no parece cubano porque no hay jineteras ni música salsa”
P. Forma parte de la asamblea de cineastas que promueve una ley de cine, el llamado G-20?
R. Muchos tienen una idea errónea de lo que es el G-20. Somos una asamblea de cineastas donde no solo hay directores, sino también directores de arte, de fotografía, que nos reunimos pero como no nos vamos a poner los cincuenta o sesenta a redactar un texto, elegimos una especie de “comité central” para que fuera el brazo ejecutivo.
Si en un encuentro se acuerda que hay que hacer un documento, ellos son los responsables de redactarlo. Eso es el G-20, pero no es que “20 cineastas luchan por una ley de cine en Cuba”, porque somos muchos más. Tampoco son siempre los mismos, aunque sí hay rostros que se mantienen, por cuestiones de respeto y de visibilidad, como es el caso de Fernando Pérez.
P. ¿Qué han logrado con sus reclamos?
R. Desde el principio tratamos de hacer lo establecido, porque se trata de hacer una ley no una revuelta. Se ha tratado de encajarlo en la legislación que ya existe, pero todo empezó a dilatarse. A las primeras reuniones venían representantes del Ministerio de Cultura, no sé si también alguna vez de la UNEAC, pero ya no vienen. Siento que están esperando a que nos cansemos.
La reunión de octubre del año pasado terminó con la aprobación de un borrador de ley de cine. La pelota está ahora del lado de ellos.
P. ¿Y qué falta entonces?
R. Falta que venga alguien y diga “esto no camina por esto y por esto”… verle la cara al censor, a la contraparte. En ese sentido estamos un poco estancados, lo que no quiere decir que nos vamos a rendir. No vamos a dejar de insistir, pero no vemos respuesta.
P. La última reunión estuvo cargada de tensión…
R. Ojalá que no, pero sospecho que esa última reunión donde ocurrió el incidente con Eliécer Ávila la vayan a utilizar para decir “ven la que se forma cuando ustedes se reúnen”, y entonces tirarnos más a mierda todavía. No me consta que vaya a ser así, pero lo sospecho.
Me preocupa que el ICAIC, que todo el tiempo ha dicho que está del lado de nosotros, reaccione con ese nivel de intolerancia ante alguien que piensa distinto
La actitud misma de sacar a alguien porque se le considera “contrarrevolucionario” es como si fuera un San Benito del que no te pudieras desprender, como si eso fuera sinónimo de provocador. Eliécer estaba sentado detrás de mí y permaneció callado todo el tiempo. Incluso cuando se armó el asunto de sacarlo.
Entonces sí que aparecieron el ICAIC y la UNEAC diciendo “nosotros somos cineastas revolucionarios”. Para eso sí responden. Me preocupa que el ICAIC, que todo el tiempo ha dicho que está del lado de nosotros, reaccione con ese nivel de intolerancia ante alguien que piensa distinto.
P. ¿Cuáles son sus proyectos?
R. Lo que tengo entre manos son falsos documentales. Me gusta mucho ese formato que en Cuba se ha hecho poco. Yo hice La verdad acerca del G2 y las cosas que tengo en mente van por ahí. Por ejemplo, publiqué una novela el año pasado y cuando Luis Alberto García se la leyó me dijo: “Esta novela tenemos que hacerla en película”. Por ahora va a ser difícil porque requiere un presupuesto enorme.
Se titula Bonsai y es sobre un pueblo en Pinar del Río que se queda aislado del resto de Cuba y allí construyen el comunismo, pero de casualidad. Ni siquiera es que hacen bien las cosas, sino que les salieron bien de casualidad. Construyen el comunismo viable, con libertad, con democracia, con resultados económicos positivos, como debería haber sido, donde a todo el mundo le va bien.
Me encantaría filmar esa historia.