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Solo en una ciudad obsesionada por el cine, como lo fue La Habana de los años 50, pudieron convivir –y competir– tantas salas cinematográficas. “Cuando éramos niños”, contaba Guillermo Cabrera Infante, “mi madre nos preguntaba a mi hermano y a mí si preferíamos ir al cine o a comer con una frase festiva: ¿cine o sardina?. Nunca escogimos la sardina. La vida se puede concebir sin sardinas, nunca sin el cine”. De ese mundo, que alimentó sus mejores novelas, sólo quedan ruinas.
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14ymedio
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La Revolución de Fidel Castro enarboló la cultura como logro y se adjudicó el desarrollo del cine en la Isla, ignorando los esfuerzos anteriores a 1959, como los de la Cinemateca de Cuba o la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. Sin embargo, al régimen no le ha temblado la mano a la hora de dejar morir íconos como el cine-teatro Payret, que languidece en pleno corazón de La Habana. En 2019, ante el rumor de que Gaesa construiría un hotel sobre el viejo local, Eusebio Leal prometió que el cine sobreviviría. Todavía está cubierto de andamios.
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14ymedio
3/10
Según Cabrera Infante, los verdaderos cinéfilos habaneros eran capaces de “llegar a lugares lejanos como Batabanó o El Cotorro para ver un filme que se perseguía hace tiempo”. Ahora, sin proyectores, mobiliario o equipos, estas salas más alejadas y pequeñas –como el cine de bóveda semicilíndrica de la calzada de Luyanó– han sido completamente abandonadas.
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14ymedio
4/10
Además de por las características del edificio, cada cine se definía por la caligrafía en que estaba escrito el cartel con su nombre. Iluminados en neón, cines como el Atlas daban forma a la noche habanera. Ahora, además de haber perdido letras, las fachadas están apuntaladas y en el interior de los locales –medida exprés para contrarrestar la sobrepoblación capitalina– residen familias enteras.
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14ymedio
5/10
La degradación avanzó lentamente en las últimas décadas. De cines públicos y familiares, muchos establecimientos se convirtieron en antros y lugares de encuentro de muy disímiles grupos. Aunque los escarceos amorosos formaban parte de la “mitología” del cine cubano –el tema de ‘La Habana para un infante difunto’–, en los últimos años, los baños y rincones de salas como Actualidades se volvieron zonas rojas y de alta tensión.
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14ymedio
6/10
Son los cines de El Vedado habanero los que corren con mejor suerte, pero ni siquiera en ellos se pueden ver buenos filmes. Del emblemático cine Riviera se apoderó, recientemente, una oleada de películas rusas en un festival que tenía mucho más de oportunismo diplomático que de cultura. Para mitigar la falta de público, las escuelas militares de la capital han llevado decenas de cadetes a algunas de las funciones, como la proyección de un documental sobre Manuel Piñero, Barbarroja, fundador de la Seguridad del Estado.
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14ymedio
7/10
Cine y política van de la mano en Cuba. La reapertura de otra sala legendaria, el Chaplin, tuvo que esperar al cumpleaños 98 de Fidel Castro. Solo entonces, con la proyección de los documentales ‘En nombre de la esperanza y Momentos con Fidel’ –dirigidos por una cineasta muy vinculada a la policía política, Rebeca Chávez– el público pudo volver a las butacas.
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14ymedio
8/10
Los cineastas que no están alineados con el oficialismo se han marchado de Cuba. El exilio es doblemente trágico para ellos, pues dejando atrás la Isla abandonan tema y escenario. Archipiélago Fílmico, una reciente muestra de cine cubano independiente en México, trata de suplir esas carencias. Pero la necesidad de un regreso –otra de las demandas de la también independiente Asamblea de Cineastas Cubanos– es cada vez más urgente para salvar el cine nacional.
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14ymedio
9/10
Que los cubanos sigan viendo cine internacional depende de las embajadas extranjeras, que organizan iniciativas y festivales. Los espectadores buscan denodadamente estas funciones, un poco de aire fresco y puesta al día, pero deben entrar a salones sin aire acondicionado, sin rositas de maíz o bebidas –dos elementos habituales en la experiencia–, y con muy poca seguridad. Como antaño, siguen proliferando los indeseables, ruidosos o acosadores.
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14ymedio
10/10
Cuando llega el Festival de Cine Latinoamericano o, como ahora, el Festival de Cine Francés, muchos cubanos llegan a las ventanillas preguntando por la cartelera y –todavía más importante– por el “pasaporte”, que permitirá entrar a varias funciones por un único precio. Basta que la pequeña tarjeta lleve ese nombre para que sea codiciada por los cinéfilos y por quienes no lo son. Al fin y al cabo, el que va al cine escapa por un rato de la dura realidad de las calles por muy achacosas e inseguras que sean las salas cuando se apaga la luz.
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