Con pocos clientes y menos artesanos, el Fondo de Bienes Culturales se apaga en Cienfuegos
"¿Quién va a querer comprar una de las carteras que yo hago cuando puede pagar por una imitación china de Louis Vuitton?"
Cienfuegos/Más que un establecimiento donde se comercializan artículos artesanales, la tienda del Fondo Cubano de Bienes Culturales frente al parque Martí, en la ciudad de Cienfuegos, recuerda un museo con piezas inamovibles en sus vitrinas. Mientras los artesanos particulares se mueven al ritmo de la demanda y diversifican sus mercancías, la entidad estatal está estancada en el tiempo y en la propaganda ideológica.
Un par de turistas, curiosos con el inmueble de arquitectura colonial y amplio portal, se cuelan en el interior. Llegan atraídos más por las soberbias columnas, los arcos de medio punto y las hermosas rejas de hierro de las ventanas que por los productos en exhibición. Como la cuidadora de la sala de un museo, la empleada los mira moverse entre las tallas de madera, las piezas hechas a partir de huesos o tarros y las postales con fotos de las principales fachadas cienfuegueras y de la escultura de Ernesto Guevara en Santa Clara.
Salvo contados viajeros y algunos cubanos necesitados de adquirir un presente, nada rompe el silencio y el vacío de la casona. Este jueves, Josefina ha decidido cruzar el umbral apremiada por la necesidad de encontrar un regalo para su cuñada que cumple años. "Pensé que como era estatal iba a ser más barato, pero nunca imaginé que una bandera cubana tuviera el costo de 10.000 pesos, ni que por una simple postal en cartulina con la imagen del Teatro Terry pidieran 50", lamenta la mujer.
El Fondo, perteneciente al Ministerio de Cultura y fundado en 1978, ha vivido momentos de esplendor y crisis. A través de su cadena de comercios, los artesanos y artistas cubanos debían tener una opción efectiva y rentable para la venta de sus piezas, pero el mercado informal, los puntos de artesanos en el portal de una casa o en las cercanías de alguna plaza turística lo han puesto en jaque.
"Empecé dándole al Fondo algunos de los vestidos y carteras que hacía", cuenta a este diario una costurera y artista cienfueguera que confecciona ropa y otros accesorios. "Pero se demoran mucho en pagar, tienen demasiada burocracia y últimamente cuando finalmente logro cobrar el cheque, me cuesta mucho sacar el dinero del banco porque no hay efectivo, pero parte de lo que necesito para mis creaciones lo tengo que adquirir con dinero en mano".
A través del Fondo, la artesana tiene la posibilidad de comprar algunas materias primas importadas o nacionales. "La mayoría de las cosas que nos venden ahora mismo hay que pagarlas en moneda convertible, tienen poca variedad y los privados que traen productos desde México o Panamá cuentan con un catálogo más amplio y surtido". Solo en suministro de "telas, botones, correas para las carteras y zíperes, las mulas están varios pueblos por delante del Fondo".
Otro elemento que influye en que esta artesana prefiera vender sus piezas en el mercado informal, a través de sitios digitales o con emprendedores que tienen pequeñas boutiques es que "con la caída del turismo los locales del Fondo tienen cada vez menos clientes". A su juicio, "la creación artesanal está pasando un mal momento en Cuba porque aquí está llegando todo importado ¿Quién va a querer comprar una de las carteras que yo hago cuando puede pagar por una imitación china de Louis Vuitton". Ahora, tratando de sobrevivir, ha optado por concentrarse "en la ropa de bebé, los pañales bordados y otros detalles de la canastilla que se pueden hacer por encargo, con las especificaciones que la familia quiera".
Ante la disminución de los clientes extranjeros y del entusiasmo de los artesanos locales, la variedad de ofertas en los comercios del Fondo está estancada. El suministrador principal de las mercancías es ahora el Estado, según confirmó una empleada del local cienfueguero a 14ymedio. Esa prevalencia de las propuestas oficiales es evidente. Los libros que están a la venta son en su mayoría de temática política, principalmente relacionados con las figuras de Fidel Castro o Che Guevara.
"Como vivo cerca, veo a las dependientas y a las artesanas que, comenzando el día, montan sus mesas con todos estos libros y terminando la jornada, recogen prácticamente todo lo que pusieron", asegura Josefina. Mientras detalla esa escena que se repite cada jornada, un hombre con apariencia de turista, sandalias, bermuda corta y un olor a protector solar, entra por el amplio portón del inmueble. Cuando se dirige a una de las trabajadoras se escucha su acento argentino.
"La mayoría de los productos no tienen colocado el precio y eso le crea un poco de desconfianza", resume a este diario tras un breve recorrido. Después de unos minutos de inspeccionar las tallas en madera, los cuadros con palmas, vitrales y viejos autos, el turista decide salir y dar la vuelta a la esquina para sumergirse en una feria particular donde venden también artesanías, pulseras y souvenirs. A diferencia de la falta de interés que recibió de las empleadas del Fondo, a cada paso que da entre los puestos privados le saltan las ofertas.
"Dos maracas por el precio de una", le grita un vendedor, "pruébese este sombrero, no cobramos nada por probárselo", le espeta otro. En el mercado oficial, sin embargo, debió esperar largos minutos a que una de las empleadas terminara de hablar por teléfono para que le respondiera sobre el precio de una muñeca hecha con tela y estambre. "Así no se puede manejar un negocio, por eso está tan vacío", resume con lógica el argentino.
Mientras él atraviesa el apretado camino entre las mesas y los kioscos particulares de la feria, Josefina ha decidido, finalmente, optar por una pegatina para el refrigerador como regalo para su cuñada. En el adhesivo se ve una idílica escena de palmera coronada, con un sol radiante y cóctel de vivos colores. Probablemente haya sido confeccionado en China y se vende, por todo el mundo, en infinidad de destinos turísticos con arenas y playas.