El colapso energético en Cuba tiene su origen en la apuesta de Fidel Castro por los grupos electrógenos
Se comete ahora el mismo error con los parques fotovoltaicos chinos, que están condenados al fracaso
La Habana/Cuando la Isla se sumergió en el primer apagón total del año pasado, el 17 de octubre, tanto la población como los técnicos de la Unión Eléctrica se hicieron una pregunta: ¿se podía haber evitado el colapso? La respuesta –negativa, tras décadas de descuido tecnológico– tiene sus raíces en la llamada Revolución Energética, cuyas promesas de estabilidad jamás se cumplieron.
Obedeciendo a la penúltima utopía de un Fidel Castro ya anciano, el país se “remotorizó” en 2006. Los grupos electrógenos, recién instalados entonces para cubrir la demanda, apuntalaron brevemente el sistema eléctrico nacional (SEN). La tregua duró cinco años, justo el tiempo en que duraron los períodos de garantía de los equipos.
Uno por uno, los grupos electrógenos comenzaron a presentar problemas. El colapso se veía venir y, para cualquiera que tuviera conocimientos técnicos del tema, era más que previsible. Se trataba de una tecnología de apoyo para un sistema que –herido de muerte tras la caída de la Unión Soviética y el Período Especial– entraba al nuevo siglo en condiciones de máxima precariedad.
El SEN ya operaba con menos de la mitad de su capacidad total de generación y las autoridades, contra toda lógica, hicieron que los grupos electrógenos asumieran gran parte de las necesidades de consumo del país. Una vez vencidas las garantías de los equipos, sin medios económicos para comprar nuevas piezas ni realizar los mantenimientos indispensables, la Revolución Energética siguió el mismo camino de fracasos e improvisaciones que la otra Revolución.
La obsolescencia de muchas y la pérdida total de otras se sufrió con mayor alarma en la región occidental, la de mayor demanda
Todo equipo sufre desgastes. Sin mantenimiento y con explotación sostenida, cualquier sistema se va a pique. Mientras los grupos electrógenos cargaban con la demanda nacional, las centrales termoeléctricas –cuyo viacrucis de desperfectos es posible seguir cada día en el parte de la UNE– también se fueron deteriorando más y más.
La obsolescencia de muchas y la pérdida total de otras se sufrió con mayor alarma en la región occidental, la de mayor demanda. El ejemplo típico es la Otto Parellada, conocida como Tallapiedra, aunque también ha sido emblemática la caída en desgracia de la central Antonio Guiteras, de Matanzas, cuya rotura fue la causa oficial del colapso del SEN en octubre.
Ante la debacle de sus dos pilares energéticos, las autoridades han creado la ilusión de que se puede resolver el problema –un déficit diario que supera los 1.000 megavatios (MW)– instalando paneles solares suministrados por China. Como en 2006 era posible predecir que los grupos electrógenos no durarían mucho sin mantenimiento ni repuestos, ahora se ve venir el fracaso de los parques fotovoltaicos.
Para generar un solo MW hacen falta entre 3.000 y 4.000 paneles solares de óptima calidad. Habría que cubrir 20.000 metros cuadrados de superficie para alcanzar esa cifra y contar con bancos de baterías –un costo adicional que Cuba no ha mencionado–, para que la energía almacenada sea utilizable cuando pasen las horas de sol, que coinciden con las de mayor consumo. En las condiciones económicas actuales del país, un proyecto de ese calibre no es viable.
Es cierto que la energía fotovoltaica es ecológica y no depende del uso de combustibles fósiles, pero conlleva un mantenimiento constante de los emplazamientos que las autoridades cubanas han demostrado, históricamente, no ser capaces de sostener.
La improvisación y la falta de planes a largo plazo siguen siendo la consigna, a pesar de que sin un SEN estable Cuba no tendrá una industria funcional ni un descanso de los apagones. Si bien las autoridades de Energía y Minas aluden siempre a una estrategia para salir del atolladero, la realidad habla por sí sola.
El pasado 7 de enero, por ejemplo, Granma anunció que China había ido al rescate de 38 grupos electrógenos de diésel para los que envió una “ayuda” de piezas de repuesto: “radiadores, motores y otros accesorios necesarios para poder recuperar los equipos que están averiados”. Sin embargo, hasta febrero la reparación no será efectiva ni aportará los 58 MW que es capaz, en teoría, de generar.
La única tregua posible no viene del Ministerio de Energía y Minas, sino del clima, más benevolente en estos dos primeros meses del año
El envío no alcanzó para todas las provincias. Ciego de Ávila, Artemisa y Mayabeque tendrán que esperar la próxima ayuda para que sus grupos electrógenos sean reparados. Hua Xin, embajador de China en la Isla y artífice del acercamiento entre ambos países en los últimos meses, aseguró que el objetivo de su país es que el SEN “recupere” 400 MW perdidos con el deterioro de los grupos.
¿En qué medida esta “ayuda” resuelve el problema energético cubano? ¿Acabará con los apagones? La respuesta vuelve a ser negativa. El país necesita 3.000 MW diarios para satisfacer su demanda, evitar el colapso y poner fin a los apagones. La única tregua posible no viene del Ministerio de Energía y Minas, sino del clima, más benevolente en estos dos primeros meses del año.
Cuando acabe este período de temperaturas bajas volverá el alto consumo de los aires acondicionados y ventiladores. El calor del trópico será de nuevo inclemente con los cubanos y regresarán, como cada año, los apagones. El SEN necesita combustible y piezas de repuesto, dos asignaturas pendientes que el Gobierno no ha resuelto. También se podría reactivar y recuperar los grupos electrógenos que funcionan con fueloil, pero todo tiene un alto costo económico que las autoridades no están dispuestas a pagar.
Hay luz al final del túnel, pero para encender esa luz hace falta que el país logre sostener el 50% de su capacidad de generación, mientras recupera –con mantenimiento y nuevos equipos– la otra mitad del SEN.