El cubano con colostomía que llegó a EE UU en una tabla de 'windsurf' cuenta su hazaña
Elián López Cabrera relató en exclusiva a BBC Mundo sus desesperantes dos días en la mar y los motivos que lo empujaron a salir de la Isla
Madrid/Elián López Cabrera, el instructor de buceo que llegó a EE UU a finales de marzo en una tabla de windsurf creyó que iba a morir en su travesía hacia Florida, pero hoy se encuentra a salvo en casa de un amigo en Miami, donde se aloja de forma provisional. El migrante, que dejó la Isla por razones de salud y para dar un futuro mejor a su hija, ha contado su odisea a Atahualpa Amerise, ex corresponsal de EFE en La Habana y actualmente en BBC Mundo.
López, de 48 años y originario de Varadero, era instructor de buceo para el turismo en el balneario y un apasionado de las actividades náuticas. El migrante cuenta, como ya había avanzado su prima, que en 2008 fue diagnosticado de un cáncer de colon del que fue tratado en Cuba con quimioterapia, radioterapia y cirugía.
En 2009 se le realizó una colostomía permanente, algo que le afectaba particularmente por su profesión. La solución para poder seguir practicando estos deportes estaba en el uso de unos parches que le recomendaron, pero como no están disponibles en Cuba, se los confeccionaba su madre con una máquina de coser. Tampoco las clásicas bolsas se encontraban.
La solución para poder seguir practicando estos deportes estaba en el uso de unos parches que le recomendaron, pero como no están disponibles en Cuba, se los confeccionaba su madre
"Conozco personas en Cuba que utilizan una bolsita de plástico con una cinta adhesiva y es terrible por el mal olor y la irritación", dice López, que relata sus vivencias en primera persona. La incomodidad que le suponía sobrellevar su condición en Cuba y el deseo de dar un futuro sin carencias a su hija Nicole fueron determinantes para que tomara la decisión de dejar la Isla.
López explica con sumo detalle cómo se organizó para la peculiar salida. Escogió primero el material, una tabla en la que aprendieron a navegar sus allegados, incluidas su mujer e hija, por ser ancha y estable. "Si había un improviso, como de hecho sucedió, podía descansar un poco sobre ella, casi acostarme", dice. Su conocimiento de la mar, sin duda lo salvó, y ahora la tabla está en el altillo de un taller de Hialeah.
También añadió repuestos por si fallaba algo. Sin embargo, lo que no pudo prever fue el cambio del viento respecto a lo anunciado, que ese día era más flojo de lo previsto. Pese a ello no se arrepiente, y afirma que, quizá si no hubiera salido ese día no lo hubiera hecho nunca.
La primera parte, continúa su relato, fue la de evadir a los guardafronteras cubanos y otros barcos grandes: una costosa operación por el escaso viento. Pero lo peor vino después ya que, aunque por su especialización no teme a las olas grandes, las corrientes eran desorganizadas. "Parece un río en algunos lugares, porque la corriente viene de una dirección y a 500 metros viene de la otra". Además, la velocidad del viento cayó más y en ese momento se dio cuenta de que no llegaría en el día.
López señala que por la noche es imposible seguir el trayecto como él lo hizo, porque el mar empeora y la oscuridad impide ver. Un golpe en las aguas puede ser mortal y no hay nadie que pueda auxiliarte. Esas horas fueron terribles para él, intentó relajarse –imposible dormir– sobre la tabla, pero agarrado a una cuerda para no caer; una ola lo arrojó al mar y perdió sus gafas, lo que le impedía ver el GPS y, lo más grave, al amanecer se dio cuenta de que la poca agua que le quedaba se había mezclado con la de mar.
Por la mañana, prosigue su relato, el viento había cambiado su ubicación, así que tuvo que cambiar la ruta para entrar por un punto más distante pero ese día su teléfono, con SIM estadounidense, empezó a tener cobertura y pudo informar a sus conocidos de la situación. Su temor era que la Guardia Costera lo rescatara en ese momento, una opción que le sugirieron sus amigos en Florida. "Existe la posibilidad de que me devuelvan a Cuba y todo vuelva a cero, o incluso peor, porque esto implicaba probablemente perder mi trabajo y estar clasificado por las autoridades".
Ya en ese punto, sin embargo, temió morir porque la costa aún quedaba lejos y estaba perdiendo las fuerzas para mantener el equilibrio o colocar la vela. Además, no tenía comida ni agua, por eso acabó cediendo a que se avisara a los guardacostas.
"Mi mamá es una mamá, una mamá de Cuba, que tiene que estar creando, que tiene que estar innovando y buscando soluciones para su hijo, ¿cómo no lo va a ser?"
La Guardia Costera lo rescató cuando ya se ponía el sol y lo llevó a un hospital, momento en que López se dio cuenta de que podía quedarse en EE UU. La enfermera que lo atendió no daba crédito al ver los parches de la colostomía, según explica, e incluso le preguntó si su madre era enfermera.
"Mi mamá es una mamá, una mamá de Cuba, que tiene que estar creando, que tiene que estar innovando y buscando soluciones para su hijo, ¿cómo no lo va a ser?", le dijo.
Después de su paso por el hospital y el procesamiento en Migración, fue puesto en libertad y ahora estudia cómo organizar su vida: su estatus legal, un trabajo y, sobre todo, reunir a la familia.
"Traer a mi esposa y mi hija es mi prioridad número uno: mi esposa es mi mano derecha, la izquierda y los dos pies, es mi enfermera, es mi dietista; ella es mi compañera en la vida durante mi enfermedad, en los años posteriores y en esta última locura", dice.
Y, sobre su hija, solo pide que tenga oportunidades de futuro. "Que esté en un lugar donde pueda desarrollarse como persona, como profesional, llevar una vida diferente a la que llevábamos en Cuba."
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