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Construir después del tornado

Entre los afectados, algunos ya han recibido ayuda y pueden recuperar sus casas, mientras otros se ven abocados a vivir en pésimas condiciones

Yudelmis Urquiza con su hijo pequeño. (14ymedio)
Luz Escobar

14 de febrero 2019 - 12:37

La Habana/Diana Curbelo lleva 15 días durmiendo en el portal de su vecina. Pasa las horas sentada en un butacón rojo que ha sacado a la acera de la calle Teresa Blanco y por las noches entra en el portal para estar bajo techo. Vecina de la ciudadela del número 118, Curbelo comparte dirección con otras diez familias.

En el inmueble, donde hace un mes había cuartitos precarios, en su mayoría con cubierta ligera, hay un pasillo en el que se amontonan, a un lado, los materiales de construcción que suministra el Gobierno, y a otro los escombros que van sacando.

"Los materiales han venido rápido, todo lo han traído ellos, una brigada de obreros que llegaron aquí al otro día y que ya tienen todo lo necesario. Han avanzado cantidad. En total aquí son 11 apartamentos, yo vivo con mi hijo y un sobrino con su esposa que tienen un niño de tres años. No me han dicho todavía que pague nada, yo no he firmado un sólo papel, solo sé que están levantando mi casa", dice la mujer.

A su lado, uno de los obreros, que viste una camisa verde olivo, reposa unos minutos recostado en la reja para tomar un poco de sombra. "Aquí nos han dado todos los materiales que necesitamos: instrumentos, botas, cascos, sogas. También tenemos todo lo necesario para la seguridad, no nos podemos quejar. Tenemos a pie de obra el 70% de los materiales que nos hacen falta, y vamos avanzando. Creo que para el mes de abril ya esto lo tendremos terminado", sostiene.

La brigada que trabaja en la ciudadela va y viene por el estrecho pasillo que lleva hasta el lugar donde construyen los apartamentos. "Se van a construir apartamentos con todo: baño, cocina, sala, cuartos..", explica el obrero antes de volver al trabajo. "El objetivo es que cada uno de estos damnificados tenga lo antes posible su casa nueva", añade, convencido de que su labor significará una "gran mejoría para todos los vecinos" que antes vivían en muy malas condiciones.

Diana Curbelo sigue sentada frente a la entrada, viendo el ir y venir de los constructores y ayudando en lo que puede. "Todos los vecinos se han preocupado, incluso me han brindado quedarme en sus casas a dormir pero yo tengo cuidar lo mío. Si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer?", cuenta. El tornado sorprendió a su familia fuera, celebrando el cumpleaños de uno de los niños. "Todos estábamos en plena fiesta cuando comenzó aquello a sonar. Nos mandamos a correr para el fondo del pasillo y nos metimos en casa de una vecina que tiene placa y ahí nos quedamos hasta que pasó todo. Yo me quería morir cuando salí y vi todo desbaratado. Perdí los colchones, los ventiladores y la cocina. El resto lo pude recuperar", recuerda.

Curbelo explica que por su calle todavía no han pasado a llevar los colchones nuevos. "Me dicen que el viejo debo guardarlo pero imagínate, lo tengo ahí entre los escombros. Si se lo llevan, ¿qué puedo hacer yo?", se pregunta.

Al doblar Teresa Blanco y entrar por la calle Pedro Perna el panorama es el mismo. En plena calle se ven montañas de bloques, gravilla, arena, barras de acero, vigas para los techos o tanques de agua. En la misma esquina, una enorme grúa derriba un edificio mientras que un hombre repella una pared, otro, pala en mano prepara la mezcla y aquel dobla unas barras de acero.

La suerte ha sido desigual en el reparto de los materiales y fuerza de trabajo. En la calle Armenteros, entre Luyanó y línea del ferrocarril, vive Solange Faizan concon su familia. Tras el tornado su vivienda sufrió daños parciales, que dejaron la casa sin techo y algunas paredes en mal estado. Mientras tanto, en la cocina han puesto algunas tejas que se han ido encontrando pero explica que es una solución provisional para poder estar en su casa. "Queremos poner el techo cuanto antes, porque tenemos aquí una niña pequeña que es asmática y una señora mayor postrada en una cama", cuenta.

"Ya tenemos el techo, ahí lo puedes ver. Los arquitectos pasaron, midieron y con el papel que nos hicieron pudimos comprar las tejas y las vigas, el problema es que no nos dieron ni el cemento ni la arena, y el albañil que contraté me dijo que para poner las tejas necesitaba esos materiales porque no podía pegar esas tejas sin materiales.

"Los arquitectos volvieron ayer para ver una pared afectada que no habían incluido en el dictamen. Me quejé y me dijeron que fuera hoy a las ocho de la mañana a la Oficina de Trámites, pero ahora no aparecen mis planillas y yo tengo que terminar de poner el techo, porque vienen días de lluvias. Nosotros se lo dijimos todo, pero yo no sé lo que ellos escriben en su papel", explica.

Solange Faizan y su familia tampoco han podido tener colchones nuevos y el único que sobrevivió se lo han dejado a una mujer mayor, que es quien más lo necesita. "Aquí tengo guardados los dos colchones viejos y apestosos, esperando a ver si por fin pasan con los nuevos que prometieron".

Lo peor, con todo lo que han pasado, es ir de un lado a otro sin resolver el trámite necesario. "Lo que más me molesta es el peloteo. Yo no quiero que me den nada de más, quiero me den lo que me toca, pero sin pasar tantos malos ratos. En la oficina de trámites te hacen ir de una mesa a otra y siempre escuchas lo mismo: 'eso no me toca a mí' y te pasan de una persona a otra sin que nadie resuelva nada".

El tornado de categoría EF4 que pasó por varios municipios de La Habana el pasado 27 de enero con vientos de alrededor de 300 km/h, dejó un saldo de seis personas fallecidas, unos 200 heridos y alrededor de 10.000 desplazados. Según las últimas cifras oficiales, más de 7.700 viviendas se vieron afectadas, incluidos 730 derrumbes totales; entre los daños en los techos, 1.109 fueron totales y 1.950 parciales.

Una de las capitalinas que sufrió el derrumbe total de su vivienda fue Yudelmis Urquiza Fernández, una joven de 29 años y dos hijos de 11 años y seis meses respectivamente, en la calle Concha, entre Infanzón y Pedro Perna. "Yo vivía aquí en 909, pero todo se desplomó quedó solamente esa parte", dice señalando a lo que hace unos días era su casa y ahora son apenas unas paredes sin techo.

"Son más de quince días y no ha pasado nada, seguimos en la calle. Han venido mucha gente a escribir papeles, pero no dan ninguna respuesta. Ni Bárbara [Agón Fernández, presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular de Diez de Octubre], ni nadie. No nos han dado ni siquiera un albergue", lamenta.

Los primeros días, cuenta sosteniendo al bebé en los brazos, durmió frente a lo que era su casa, en un portal. "Eso fue un tiempo nada más, porque no podía seguir ahí. Encontré en la otra cuadra un lugar donde meterme, en una empresa que también sufrió afectaciones, pero la encargada de allí me autorizó a estar unos días".

El lugar no cumple ni siquiera con las condiciones mínimas de higiene y protección necesarias para acoger a una madre con dos menores de edad. "Solamente una persona que esté muy necesitada como yo se mete ahí, lo que no puedo es dormir en la calle con mis hijos. Si me dejan quedarme y me dan para arreglar y crear las condiciones por 'esfuerzo propio' yo lo arreglo o si no que me den un albergue, pero así no se puede seguir", denuncia la joven, molesta con el desamparo institucional.

"Bárbara, cada vez que voy a verla, me dice que me quede aquí tranquilita, que ella vendrá a verme. Pero en eso llevo dos semanas y nada. ¿Hasta cuándo?".

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