Crimen sin castigo, la muerte del joven de La Güinera
El subteniente Yoennis Pelegrín no ha sido acusado del crimen, aunque aparece como testigo en el expediente
La Habana/Más de un mes después de las protestas populares en Cuba, la muerte de un joven por disparos de la policía en la barriada de La Güinera, en La Habana, sigue rodeada de dudas. La desclasificación de parte del expediente de investigación revela que el oficial no ha sido acusado y que también hay varios heridos.
Aquel lunes, el subteniente Yoennis Pelegrín Hernández, un guantanamero de 28 años que se desempeña como jefe de sector en Mantilla, disparó con su pistola Makarov contra un grupo de personas hasta gastar todos los cartuchos del cargador. Uno de los proyectiles mató a Diubis Laurencio Tejeda, un santiaguero de 37 años que ese día, 12 de julio, se manifestaba contra el Gobierno en uno de los barrios más pobres del municipio de Arroyo Naranjo.
Pelegrín no ha sido acusado del crimen, aunque aparece registrado como testigo en el expediente en fase preparatoria 145/2021 recientemente filtrado por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, una entidad con sede en Madrid que exige el procesamiento judicial del oficial.
El subteniente Yoennis Pelegrín Hernández, un guantanamero de 28 años que se desempeña como jefe de sector en Mantilla, disparó con su pistola Makarov contra un grupo de personas
Según los peritos que ese mismo día examinaron el cadáver, la bala entró por la espalda, atravesó el pulmón izquierdo, fracturó una costilla y rozó el corazón al romper el pericardio.
La manifestación en La Güinera, que comenzó alrededor de las cuatro de la tarde del lunes 12, era una réplica de las protestas populares que conmocionaron a todo el país el domingo 11 de julio. La versión oficial recogida en el mencionado expediente describe al grupo como "elementos antisociales y delincuenciales" que luego de realizar hechos vandálicos se dirigían a la Estación de Policía Nacional Revolucionaria (PNR) del territorio "con el objetivo de agredir a sus efectivos y dañar la instalación". Se señala en el relato que los manifestantes proferían insultos contra los dirigentes del país y clamaban por una invasión extranjera.
El subteniente Pelegrín, acompañado del teniente Wilfredo Sánchez y del investigador Yoandro hicieron una maniobra "para salirle por detrás a la manifestación" y en la calle Primera, entre la Calzada de La Güinera y Principal, se toparon con un grupo de unas treinta personas que les lanzaron piedras y botellas.
Para justificar los disparos que hizo, explicó en su declaración que las pedradas habían alcanzado ya a sus compañeros que estaban prácticamente indefensos ante sus agresores. Declaró que efectuó "un disparo al aire gritándoles que se detuvieran, que no tiraran más" pero ellos seguían avanzando. Entonces, uno de los atacantes lo provocó mostrando sus genitales y diciéndole que solo tenía balas de salva. Estaban a una distancia de 30 o 40 metros y, según alegó más tarde, creyó estar en peligro.
Para justificar los disparos que hizo, explicó en su declaración que las pedradas habían alcanzado ya a sus compañeros que estaban prácticamente indefensos ante sus agresores
En los cuatro años de servicio que ha cumplido Pelegrín probablemente nunca antes había disparado contra seres humanos, pero a la altura que apuntó su arma de reglamento sabía que sus proyectiles impactarían en áreas sensibles del cuerpo como aprendió en el campo de tiro donde se entrenó como policía.
Frente a él no había esta vez muñecos de cartón, sino personas, por eso sus balas no solo mataron a Diubis Laurencio, sino que hirieron también a Yorlandis Pérez, Misael Fuentes y Rubén Pérez. Ha dicho Pelegrín que después de disparar escuchó gritos provenientes del grupo donde le decían que había alcanzado a uno, pero él se defiende diciendo que no había nadie tendido en el suelo y que sus atacantes huyeron.
El reclamo de que este oficial de la PNR comparezca como acusado ante los tribunales no solo le daría satisfacción a los familiares de sus víctimas sino a él mismo la oportunidad de demostrar hasta donde es inocente y que actuó en legítima defensa.
Lo sucedido recuerda la muerte en junio de 2020 de Hansel Ernesto Hernández Galiano, a manos de la policía, y que conmocionó a la barriada de La Lima, en Guanabacoa (La Habana). El joven de 26 años fue alcanzado por una bala disparada por los uniformados que tampoco fueron juzgados, una confirmación de que las fuerzas de seguridad gozan de una impunidad total y no se da la más mínima oportunidad a las familias de las víctimas de conseguir una investigación objetiva.
En casos como estos la impunidad del crimen, cometido por un agente de la autoridad, podría incitar a otros a actuar de la misma manera en circunstancias similares. Si los cientos de detenciones en todo el país, con imposición de multas o condenas a prisión, por los presuntos delitos de daños, desorden dúblico e instigación a delinquir tienen una intención disuasoria para desestimular futuras manifestaciones antigubernamentales, la muerte de un ciudadano a manos de un policía debe ser, al menos, procesada como un asesinato para disuadir a quienes, en nombre de la ley, portan armas de fuego.
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