Cristina, una vida de trabajo como maestra y, a sus 78 años, durmiendo en las calles de Cienfuegos
Sobre los bancos rotos de El Prado se recuestan ancianos, mendigos y borrachos que no tienen otro sitio para pasar la noche
Cienfuegos/La noche avanza con bajas temperaturas en El Prado de Cienfuegos este diciembre. Sólo unas pocas personas transitan por las calles, oscuras debido a los apagones o a la falta de alumbrado público. Los bares y restaurantes estatales cierran antes de las 11:00 pero Cristina, una maestra jubilada, no podría mitigar el hambre aunque los establecimientos estuvieran prestando servicio.
"Los 40 años que dediqué a dar clases en primaria están tirados conmigo aquí, en este portal sucio donde duermo para huirle al sereno. Mi expediente laboral se perdió en la Dirección Municipal de Educación, por lo que únicamente pude conseguir una pensión de 1.300 pesos. De nada me valió ser alfabetizadora ni educar a varias generaciones de niños que todavía me reconocen a pesar de los años y de la miseria en la que vivo", asegura la mujer de 78 años.
Cristina asevera que ha sido abandonada a su suerte por el sistema de Seguridad Social, sin que haya podido ni siquiera ingresar a un asilo de ancianos. "Mi sobrino, a pesar de haberlo criado, me botó de mi propia casa y los trabajadores sociales se desentendieron de mi problema; esa es la realidad. Mi única cama es el piso del portal que encuentre para descansar y mi única ropa es la que traigo encima", lamenta.
"Yo pertenezco a El Prado como mismo pertenece la estatua de El Benny", asevera Gustavo
La dramática situación de Cristina no es un caso aislado. Sobre los bancos rotos de El Prado se recuestan ancianos, mendigos y borrachos que no tienen otro sitio para pasar la noche. Algunos cargan con sacos o jabas donde guardan sus escasas pertenencias. Otros van con las manos vacías, cansados de deambular y pedir limosna para, si la suerte y la caridad ajena los ayudan, comer una vez al día.
"En el paseo de El Prado están mi pinchita y mi casa al mismo tiempo. Voy por todos los cestos de basura recogiendo latas y botellas para venderlas como materia prima. Con eso voy sobreviviendo. Me acuesto a dormir donde primero me dé sueño, ya sea en los portales de la biblioteca o fuera de la iglesia bautista. Yo pertenezco a El Prado como mismo pertenece la estatua de El Benny", asevera Gustavo, otro de los residentes ocasionales del parque.
Según cuenta a 14ymedio, dedicó sus mejores años a la industria azucarera, hasta que un accidente laboral le impidió seguir trabajando. "No tengo casa y a veces paso meses sin poder bañarme, pero yo soy un ingeniero industrial, graduado en 1971, y viví el desmantelamiento de los centrales azucareros en los 90. Después de tanto sacrificio, también vino la debacle para mí", confiesa el cienfueguero, apoyándose en su muleta.
"Mi accidente pasó en plena zafra y después de eso no supe más nada del sindicato y la administración del central 14 de Julio, en el municipio de Rodas, donde trabajaba. Siempre me acusaban de ser ‘conflictivo’ por decir claramente lo que pensaba y, en la primera oportunidad que tuvieron, me pasaron por la comisión médica para deshacerse de mí. Luego perdí mi casa en un incendio. Ocho años después, todavía estoy esperando que el Gobierno atienda mi caso", se queja Gustavo.
Cristina y Gustavo no están solos. Amparados por la tranquilidad nocturna y sin una mejor opción, otros mendigos recuestan cada noche sus cabezas sobre los escalones de mármol o la dura madera de los bancos. Cuando se acerca una patrulla, se pegan a la piedra y no se mueven hasta el amanecer. A pesar de los pesares, no quieren que la Policía los saque de allí.