Las trampas para saltar el encierro y la llegada del pollo
Pasados los primeros días en cuarentena algunos vecinos han encontrado la forma de burlar por unos pocos minutos el límite que impone la cinta amarilla
La Habana/Después de pasadas más de 72 horas sin poder salir ni a la esquina ya algunos han encontrado la manera de burlar por unos pocos minutos el límite que impone la cinta amarilla. La adolescente enamorada baja a pasear a su perro pero antes hace una llamada al novio que vive en el edificio de al lado para encontrarse. Se abrazan, se besan, conversan y ríen mientras mientras el cachorro busca un lugar donde… bueno, ya saben.
También está el que cuando va a botar la basura se sienta un rato en el muro de la entrada del edificio, estira las piernas y ahí se queda un momento, a veces llegan otros y se forma el debate. Un señor con credenciales de Salud Pública, un policía y algunos voluntarios son los encargados de custodiar el flujo de personas pero este viernes estaban ocupados en ordenar la cola para la venta de alimentos.
Para felicidad de casi todos fue la primera noticia del día, la alegría de escuchar: "hoy vienen a vender pollo". Eso dijo el muchacho encargado de piso y advirtió que preparan unos 12 cuc que era lo que iba a costar el módulo de una bolsa de pollo, una lata de VitaNova y dos pomos de aceite. Preparé mi dinero, mi bolsa y me quedé esperando disciplinadamente a que me avisaran para bajar a comprar.
Mientras tanto lo normal, las niñas buscando qué hacer, el trabajo, las labores domésticas. La señora que pasa a medir la temperatura vino por la mañana, regresó por la tarde, poco antes de las tres, y nada, no llegaba el aviso para bajar a comprar. Los vecinos de mi piso, que ya nos quedamos sin comprar hamburguesas, sardinas y viandas, comenzábamos a sentirnos ansiosos. Sobre todo porque veíamos desde nuestra ventana que vecinos del piso 11 estaban comprando. ¿Será que hay que portarse mal?, me pregunto.
Para felicidad de casi todos fue la primera noticia del día, la alegría de escuchar: "hoy vienen a vender pollo"
Me hice un llamado a la calma y me puse a hacer el almuerzo. También avisaron que por el mercado racionado habían venido los huevos y el pollo así que más felicidad. El joven encargado pasó por cada apartamento recogiendo las libretas para hacer los mandados de todos. Como algunos tienen mensajero no necesitan este servicio y el protocolo del encierro permite que por un punto de la cinta amarilla dejen algunos paquetes a los vecinos.
El asunto es que llegaron las cinco de la tarde, tenía en mis manos los huevos y el pollo del mercado racionado pero nada del aviso para bajar a comprar el módulo anunciado. Llegado este punto decidí tomar al toro por los cuernos, como dice el dicho. Agarré el dinero, la jaba, me puse la mascarilla y bajé. Al llegar al lobby una señora con una lista en su mano me mira y me dice: dale que del piso ocho solo faltas tú por comprar.
La miré con cara de pocos amigos pero bueno, me fui a hacer mi compra que no tenía ganas de fajarme con ella.
Después de comprar, la señora encargada de vender dijo, "avisa que todo el que quiera puede bajar a comprar más pollo que yo me tengo que ir, recuerda que no me puede agarrar las siete en la calle" y la responsable del orden de la cola gritó a voz en cuello mirando al cielo: todo el que quiera más pollo puede bajar a comprar y a los pocos minuto ya había una fila de unas quince personas.
Yo subí en cuanto hice mi compra, hay que guardar pan para mayo, al final fue un buen día, aunque con mucha incertidumbre y angustias, logramos comprar todos y alcanzó hasta para un extra. Entré al elevador con una joven que cargaba sus paquetes mientras escuchaba música en una pequeña bocina, "es viernes y el cuerpo lo sabe", dijo, antes de bajarse en su piso contoneándose al ritmo del tema "Yo perreo sola" de Bad Bunny.
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