En cuatro años, Cuba perdió el 62% de sus gallinas y el 72% de los cerdos
El ministro de la Agricultura pinta un panorama mucho más aciago que el de 2023, para el que sigue sin ofrecer soluciones
Madrid/Hasta hace muy pocos días, el catastrófico dato oficial disponible sobre la producción de huevos de gallina era el de 2023. Con él, se sabía que Cuba pasó de producir cinco millones de unidades en 2020 a 2,2 millones. La intervención del ministro de la Agricultura, Ydael Pérez Brito ayer en televisión para explicar la situación alimentaria de la Isla demuestra que el pozo no tiene fondo. “Ahora, cuando alimentamos la masa que tenemos, se producen 1.200.000, y en estos momentos es de menos de 200.000”, dijo, un dato consistente con el número de animales. Hace cuatro años había en el país ocho millones de gallinas. Ahora hay solo tres, cinco millones menos.
No son mucho mejores los datos del cerdo, un producto que hace diez años era la proteína más apreciada de Cuba y que ha sido desbancada a la fuerza por un pollo que tampoco ya se encuentra. Las cifras también son reveladoras: En 2020 había unas 96.000 reproductoras porcinas y ahora son solo 26.000. El ministro no dijo cuánta carne aportan, aunque sí indicó que las de hace cuatro años proporcionaban 150.000 toneladas. Las matemáticas dirían que eso supone 40.625 toneladas de carne, pero Pérez Brito hizo una precisión al referirse a los cerdos que indica poca producción: “no están en buenas condiciones”.
El tercer ejemplo fue el del arroz. El ministro indicó que hay capacidad para sembrar unas 200.000 hectáreas del producto.”Pero este año no hemos superado las áreas de las arroceras especializadas, que son aproximadamente 60.000. Es muy difícil producir en estas condiciones”, admitió.
Estos números podrían llevar a la dimisión a cualquier dirigente político, pero ocurrió lo que auguraba el economista Pedro Monreal momentos antes del inicio del programa Mesa Redonda. “La crisis comenzó antes de la pandemia y la política agropecuaria ha sido incapaz de resolverla, pero la ausencia de estadística para 2023, sumada a la usual baja autocrítica del ministerio parecen augurar una nueva ronda de lamentos, justificaciones y promesas”, escribió en X, junto a una espectacular gráfica del desplome alimentario desde 2013 que indica que solo las viandas mantienen el nivel de aquel año, mientras el resto se ha reducido, en algunos casos –como los cítricos–, incluso en más de un 75%.
No se equivocaba el economista. Pérez Brito no tiene ninguna solución para el desastre alimentario inminente que afecta al país. Habló del recrudecimiento del bloqueo, que empeora el acceso a financiación, y una presunta crisis económica internacional a la que atribuye mayores precios en materias primas y transportes. También de la escasez de combustible –hoy se trabaja en la Isla con un 10% menos que antes, afirmó– y lo que conlleva, así como la vetusta maquinaria –indicó que solo hay un 7% de riego– y el envejecimiento de los trabajadores, agravado por el éxodo masivo que merma la población.
A continuación, dijo el ministro que no se trataba de justificaciones, sino de explicar la situación para buscar soluciones, pero no ofreció ninguna en la hora y media de programa. A pesar de la mención a “ofrecer más incentivos a las personas para regresar al campo”, Pérez Brito no hizo ni una sola propuesta para ello ni apuntó al menor cambio que necesita el sector. Más bien, al contrario, reseñó todos los mecanismos que existen y con los que –se deduce– debería bastar.
Así, señaló que “en el orden institucional se cuenta con las políticas y normas jurídicas necesarias que permiten el avance y organización de la producción de alimentos en los territorios”, pese a la tozudez de los datos que había presentado y que él reconoció al decir que “en el año 2024 no se ha podido cumplir la mayoría de los planes” y aunque señaló que las viandas –como la yuca o el plátano– han dejado mejores indicadores, fue tajante: “No vamos a lograr lo que hace falta”.
Uno de los objetivos de la presencia del ministro de la Agricultura era hablar del censo agropecuario, que lleva realizándose desde marzo y aún va al 66%. Los inspectores han detectado más de 100.000 irregularidades de las que 60.000 están relacionadas con los problemas de las bienhechurías y al menos un 40% de estas con haber construido viviendas en espacios que se entregaron para la producción. Hace pocas semanas el Gobierno aprobó una norma para legalizar las existentes –ante el desastre que sería desmantelarlas– y poner freno, de forma tajante, a nuevas ilegalidades.
El censo ha dejado ver que en el país hay solo 440.754 productores –pocos para alimentar a la Isla–, de los que 140.000 (el 32%) tiene menos de una hectárea, prácticamente autoconsumo, como señaló el funcionario.
El censo ha dejado ver que en el país hay solo 440.754 productores –pocos para alimentar a la Isla–, de los que 140.000 (el 32%) tiene menos de una hectárea, prácticamente autoconsumo
Entre las penalizaciones, se han extinguido más de 9.600 usufructos por incumplimientos, se han resuelto contratos y se han aplicado más de 172.000.000 de pesos en multas. El ministro aseguró que el hurto y el sacrificio ilegal de ganado influyen de manera fundamental en la producción, aunque no dio datos, y dijo que las mayores violaciones están en la subdeclaración de nacimientos, las compraventas ilegales, los animales sin marcaje y las faltas o muertes sin documentar.
La cita dejó algunos otros datos interesantes, como la escasez de fertilizantes después de “cuatro o cinco” años sin importar, excepto para el programa tabacalero o la papa. En cuanto al arroz, en cuyo cultivo ahondó varias veces Pérez Brito, hay dos tipos de producción en la Isla: el extensivo, en las arroceras y con toda la tecnología –“hoy lo tenemos bien deprimido”– y el popular, que apenas supone 36.000 hectáreas y, aunque es casi de autoconsumo, “puede ayudar”.
Pérez Brito se entretuvo en explicar a los espectadores la estructura del ministerio y el número de empresas y cooperativas que gestionan la producción agropecuaria, pero el interés en el programa ya estaba perdido a falta de propuestas y la ausencia de los citados estímulos para atraer a la gente al campo. El final fue la constatación de que, según las autoridades, todo está hecho por su lado.
“Nuestro país tiene políticas aprobadas para la tierra que no tiene nadie más, como prestarla gratuitamente para sembrar”, “A las cooperativas le estamos otorgando una mayor autonomía para su gestión”, “En Cuba el destino de las producciones está garantizado, pero tenemos que producir más”, “Debemos continuar apostando por la exportación de nuestras producciones, para que esa exportación permita igualmente financiar la adquisición de insumos”, “Debemos seguir trabajando con la inversión extranjera y los proyectos de colaboración, así como el encadenamiento con las formas de gestión no estatal”. Este rosario de declaraciones sugiere que los dirigentes del país lo hacen todo bien y que los malos resultados se deben a los demás.