"Me fui de Cuba porque me sentía solo en mi lucha", cuenta el doctor Manuel Guerra
El médico intenta dejar atrás la represión y espera volver a ejercer la medicina en circunstancias más libres
La Habana/Cada día es más frecuente llegar a una consulta médica y escuchar "no tenemos médico, tiene que venir otro día". El éxodo en el sector de Salud Pública aumenta a pesar de los obstáculos que el Gobierno cubano pone para evitar la sangría de batas blancas. Uno de los más recientes en emigrar ha sido Manuel Guerra, obstetra y crítico con el régimen.
Miembro de la plataforma Archipiélago, expulsado de su trabajo en el Hospital Nicodemus Regalado de Holguín y arrestado arbitrariamente en octubre pasado, Guerra salió recientemente de la Isla con escala en Nicaragua, tratando de dejar atrás la represión y con la vista en el ejercicio de la medicina en circunstancias más libres.
Ahora, en un país que prefiere no mencionar para evitar el largo brazo de la Seguridad del Estado, el doctor reconoce que su sueño de una apertura democrática en la Isla se topó con la realidad. "Mi mamá me decía soñador y yo tenía la esperanza, incluso antes del 11 de julio, de que podía haber un cambio inminente en Cuba, porque la sociedad se estaba manifestando".
Guerra llevaba años esperando un proceso migratorio de reunificación familiar con su padre, que vive en Estados Unidos
El galeno cuenta a 14ymedio que se atrevió a expresar sus cuestionamientos públicamente cuando vio a gente como "Yunior Morales, Saily González y el propio Yunior García Aguilera", oponiéndose al régimen. "Estaban alzando la voz y aunando fuerzas en contra de la dictadura de un tiempo para acá".
Pero su entrada en el activismo llegaba con un historial personal de dificultades. Guerra llevaba años esperando un proceso migratorio de reunificación familiar con su padre, que vive en Estados Unidos. Su condición de médico residente lo condenó a estar regulado, así que intentó en 2019 una salida ilegal del país, fue interceptado y el encono de las autoridades aumentó en torno a él.
Desde hace décadas, cuando un doctor anuncia que piensa emigrar o es sorprendido en el acto de hacerlo, sabe que será ubicado en los hospitales de más bajos recursos, en las consultas más deterioradas y que, incluso sobre él lloverán los largos turnos, los casos que pocos quieren atender y las horas en un Cuerpo de Guardia haciendo suturas.
El caso de Guerra no fue diferente, pero la pasión por su profesión lo hizo encarar el reto con profesionalidad y aparcó los planes de emigrar. No obstante, reconoce que "no tenemos en un hospital ni siquiera los medicamentos más básicos. No tenemos analgésicos, no tenemos antibióticos". A pesar de los problemas, siguió con su especialización en Ginecología y Obstetricia.
Sus anécdotas del descalabro sanitario cubano darían para llenar varios volúmenes: "He tenido que suturar a una paciente, tras el parto, sin anestesia". No obstante, advierte que además de los recursos "para ser médico hay que tener calidad humana, hay que estar de parte de la gente, del pueblo que sufre. El médico tiene que ser justo, antes que todo".
No obstante, advierte que además de los recursos "para ser médico hay que tener calidad humana, hay que estar de parte de la gente, del pueblo que sufre"
Y ese sentido de justicia llevó a Guerra a mostrar su solidaridad con su colega Alexander Raúl Pupo Casas, quien fue difamado por voceros oficial por publicar su opinión crítica sobre la situación política en la Isla y renunció a su puesto de trabajo en el hospital Ernesto Guevara de Las Tunas, donde hacía su residencia en Neurocirugía.
El obstetra lamenta que el ejemplo de Pupo no se haya extendido entre el personal sanitario. "Si solamente los cubanos tomaran una posición semi crítica, pero a excepción de unos pocos que tienen el decoro que muchos hombres no tienen, Cuba tiene un pueblo sumiso, un pueblo cobarde", lamenta.
"El régimen opresor es verdad que es arbitrario, totalitario, nocivo para la salud psíquica y física de todos nuestros hermanos, pero nosotros somos los que lo hemos permitido". En su periplo migratorio ha encontrado a muchos cubanos: "He visto a una madre con una niña de tres meses en brazos y a pacientes diabéticos de 74 años brincando la frontera, cruzando los montes".
Los días previos a abordar el avión fueron un torbellino. Detalla que las presiones de la policía política crecieron. Tras el arresto en octubre, "me sentía solo, literalmente solo". Cuando salió de la estación policial donde tuvo que firmar el sobreseimiento de aquel proceso apenas lo esperaban su esposa y su madre. "Y entonces decidí irme del país".
Durante estos meses, escuchó de boca de los agentes de la Seguridad del Estado desde amenazas veladas contra su familia hasta frases llamándolo a salir de la Isla o sería encarcelado. Poco después, las autoridades le retiraron la regulación de viaje que pesaba sobre él y, de manera expedita, también le renovaron el pasaporte.
Hasta el último momento, a pocos metros de la puerta de embarque en el aeropuerto de La Habana, la policía política lo estuvo presionando para que firmara un documento en que se retractaba de sus publicaciones críticas con el régimen, pero Guerra se negó. Aquellos minutos hasta que el avión despegó fueron los más largos de su vida.
El retorno a Cuba le parece imposible en las actuales circunstancias: "Ahora soy realista, no soy un soñador tonto. Sé que es muy difícil que vuelvan a dejarme entrar, tendría que hacer un silencio total y no hablar más nada, cosa que nunca voy a hacer".
Guerra ejercita su inglés y piensa en el día en que pueda volverse a poner la bata blanca y ejercer su profesión. Mientras, en un hospital holguinero ya no están sus manos para recibir a un bebé recién nacido, dar la primera nalgada de la vida y mostrar a una agotada pero feliz mamá ese nuevo ser que llega para habitar una casa y una Isla.
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