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"En Cuba solo se queda la gente sin familia, sin recursos y sin posibilidades"

Con la emigración desbocada, en la Isla van quedando pocos y cada vez más desamparados

Muchos ancianos cubanos sobreviven gracias a la reventa de cualquier tipo de productos. / B. Atkinson
Julio César Contreras

22 de julio 2024 - 11:01

Josefa fue maestra torcedora de tabaco toda su vida en Cienfuegos. Anciana y negra, la cienfueguera sabe que carga con más de lo que puede desde que su sobrina, su única familia, emigró hace dos años. “Constantemente decía que se quería ir de aquí, y al final vendió el cuartico en el que vivía y se fue para Nicaragua”, cuenta.

La sobrina no la ayudaba demasiado, pero le hacía compañía y le daba algún potaje cuando podía. Hace dos años, Josefa también tenía más energías para hacer “trabajitos”. Ahora se dedica a revender lo que encuentra tirado en los basureros o en alguna esquina y que pueda servir de algo.  

A Josefa también puede vérsela sentada en los portales, frente al Prado. Como ella, varios hombres y mujeres de diversas edades han “tomado” la céntrica zona de la ciudad y allí piden limosnas, venden lo que pueden e incluso algunos pasan la noche en los bancos y aceras. Más allá de la soledad, el rasgo común entre la antigua torcedora y quienes la acompañan en el paseo, es la vejez y el hambre.

Más allá de la soledad, el rasgo común entre la antigua torcedora y quienes la acompañan en el paseo, es la vejez y el hambre

“Mi familia vivía en Santa Isabel de las Lajas. En 1958 éramos muy pobres, pero siempre había un plato de comida para brindarle a cualquiera. Ahora, sin embargo, como lo que aparece y cuando aparece”, confiesa la mujer, que recuerda sus años en el despalillo, el sindicato o haciendo guardia en el CDR como una pérdida de tiempo. “La gente se sacrificaba mucho por cumplir y al final eso no ha servido para nada”.  

En Cuba viven 10 millones de personas, o un poco menos, según han informado esta semana las autoridades. Hace más de una década que el país no hace un censo, pero los rostros cansados y viejos de la Isla, que han visto irse a los más jóvenes en desbandada, no pasan desapercibidos. Quedan cerca de 10 millones de personas que han convertido los deseos de irse en otra necesidad, entre las muchas que viven a diario. 

Similar a la situación de Josefa es la de Humberto. Hace unos meses, de sus tres nietos, la única que quedaba en Cuba terminó yéndose con el parole. Unos años antes, su propio hermano había salido por México y ahora es su hijo quien prepara los trámites de la ciudadanía española. “Es una pérdida tras otra. Y los que no tenemos para dónde coger, o estamos muy viejos para ir a ninguna parte, nos vamos quedando rezagados”, reconoce.

Humberto ha pensado hacer como su hijo y hacer juntos los papeles de la ciudadanía, pero una idea lo frena: “¿Qué va a hacer Tony con un viejo en España o en ningún lado? En esos países si no puedes trabajar eres un estorbo. Es mejor esperar a que le vaya bien y pueda invitarme a que lo visite, si no me he muerto”, confiesa.

En esos países si no puedes trabajar eres un estorbo. Es mejor esperar a que le vaya bien y pueda invitarme a que lo visite, si no me he muerto”

Tony, su hijo, “es tremendo ingeniero industrial”, asegura el cienfueguero. “Se graduó con honores y ha trabajado toda la vida en eso, pero ahora no hay industria y los salarios no alcanzan. Sus dos hijas también se fueron para Miami. ¿Qué más le queda aquí?”, reflexiona.

Humberto y Josefa han visto desaparecer, con los años, a familiares, vecinos y compañeros de trabajo. “En Cuba siempre ha habido migración, pero nunca tan grande como ahora”, añade Josefa, cuyos vecinos, una familia de seis, emigró el mes pasado. “Un día no los vi más y cuando pregunté a otra vecina me dijo que también habían salido con el parole, ¡los seis!”, recuerda.

En la Isla van quedando pocos y cada vez más desamparados. “El que tiene una buena profesión se busca una beca o un trabajo, el que tiene dinero paga un boleto a Nicaragua y el que tiene familia sale también tarde o temprano. Aquí solo se queda la gente sin familia, sin recursos y sin posibilidades. Y la desesperación de saber que todos se van menos tú también nos preocupa a los que seguimos aquí”, añade Humberto. “Sin niños, sin juventud ni talentos, esto pronto será una Isla de viejos miserables”. 

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