La miel cubana, dulce para la exportación y amarga para los nacionales
Los cubanos se muestran molestos porque el trabajo de abejas y productores apenas llega a las mesas de la Isla
Sancti Spíritus/Un osito de cara sonriente asoma en un estante de una tienda en dólares en La Habana. En el interior del envase reposa una miel que comenzó su andadura en los campos cubanos. El producto que las autoridades muestran con orgullo apenas aparece en los mercados en pesos, su destino es la exportación o los clientes con acceso a la moneda extranjera.
Esta semana, el programa Mesa Redonda dedicó una de sus emisiones a la producción apícola en la Isla. El espacio estuvo lleno de datos optimistas y pronósticos futuros aún más halagüeños. Pero las dulces cifras de exportación no logran tapar la amarga reacción de los televidentes, molestos porque el trabajo de abejas y productores apenas llega a las mesas nacionales.
"Hace unos años la miel se encontraba en las tiendas que vendían en pesos, pero con la Tarea Ordenamiento desapareció", lamenta Lola, una jubilada de 79 años residente en la zona de Infanta y Manglar en la capital cubana. "En la cafetería cerca de mi casa se podía comprar y no era un lujo tener un poco de miel para desayunar, pero eso es tiempo pasado".
"La miel segura, certificada con la marca Apisun, ya solo se encuentra en las tiendas en moneda libremente convertible", se queja la mujer. "El que no tiene dólares no puede consumirla"
Ahora, Lola debe apelar al mercado informal, donde abunda el producto adulterado, la presentación es poco fiable, el suministro irregular y una botella de 750 mililitros ya supera los 100 CUP. "La miel segura, certificada con la marca Apisun, ya solo se encuentra en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC)", se queja la mujer. "El que no tiene dólares no puede consumirla".
Pero antes de llegar a estos mercados, la miel tiene que recorrer un largo camino. En Sancti Spíritus, como en el resto del país, la producción está mayoritariamente en manos privadas. "Muchos campesinos se suman a esto porque es un renglón por el que el Estado paga mucho mejor, dado que es para exportar", explica a 14ymedio Mario, un trabajador estatal del sector.
"En el país existen tres plantas procesadoras de miel, una de ellas de nueva construcción aunque pequeña en Caimito, Artemisa, que ahora va a parar porque tienen que cambiar los pisos. La de Sancti Spíritus es la más grande y la que recopila el producto del centro y parte del occidente del país cuando la planta de Caimito no da abasto", comenta el empleado.
"Para la comercialización, tenemos en cuenta cuatro categorías de miel a partir del color: LA (ámbar claro), ELA (ámbar muy claro), W (blanco) y WW (blanco agua). En Cuba se producen básicamente LA y W", añade Mario. "Aunque los militares tienen en esta zona algunos bancos de colmenas que gestionan ellos, la mayoría de los que recolectan miel son particulares".
Entre esos productores privados, está, en la provincia de Cienfuegos, la familia de Daniel García, un joven que ayuda a sus padres en el cuidado de sus abejas. "Tenemos nuestras colmenas cerca de la costa, pero vivimos tierra adentro, algo que es muy común aquí". En la madrugada el joven y su padre deben trasladarse hacia la zona para comenzar la extracción del producto antes de que salga el sol.
"La gente dice que la abeja es la que hace la labor, pero si el productor no está encima de ella, cuidándola y vigilándola, la abeja termina por comerse la miel"
"En comparación con un carbonero o un guajiro que cosecha viandas todavía ganamos más. Pero ese dinero está más que bien ganado, porque es un trabajo para reventarse. La gente dice que la abeja es la que hace la labor, pero si el productor no está encima de ella, cuidándola y vigilándola, la abeja termina por comerse la miel", detalla.
"El Estado es el que nos vende las cajas para las colmenas y los productos que necesitamos, no hay otra manera de conseguirlos", puntualiza García. "Apicuba ha sido una empresa privilegiada en comparación con otros sectores. Si pedimos cajas o medios de protección, no nos faltan, porque aquí todo lo que sea de exportación está priorizado".
"Actualmente los productores de esta provincia cobramos unos 500 MLC por cada tonelada de miel que entregamos, unos tres bidones", explica. "Aunque en la televisión hace unos días se habló de pago en dólares eso no es cierto, el campesino nunca ve nada de dólares sino que se le deposita el pago en una tarjeta que solo sirve para las tiendas del Estado".
El cobro puede oscilar según la categoría del producto final. "Hay muchos tipos, aunque hay dos grandes grupos principales a la hora de comercializar: la ecológica y la tradicional. La primera se produce en Cuba mayoritariamente en la zona del oriente, en áreas protegidas sobre las que ni siquiera sobrevuelan los aviones, y así las abejas están en un ambiente lo más natural posible", aclara Mario, el empleado estatal espirituano.
"La que más se produce en la Isla es la tradicional, que también tiene muy buena calidad por el clima, la ausencia de inviernos largos y el tipo de flores que tenemos", añade. "Lo que hacen muchos campesinos es que la miel que les rechaza el Estado la venden en mercado informal a través de intermediarios".
"Todo el mundo sabe que los productores no le venden solo al Estado, porque con los precios que ahora tienen los alimentos y los implementos para el trabajo, hay que buscar dinero por otro lado
Sin embargo, la miel que se mueve en las redes informales se topa con varios obstáculos. "El envase es un gran problema porque conseguir pomos de formato pequeño, con una tapa segura y cierto atractivo es prácticamente imposible para los apicultores particulares, así que las ponen dentro de botellas de ron recicladas y eso le quita confianza al consumidor".
Las adulteraciones son comunes, especialmente el almíbar espeso hecho a partir de azúcar de caña que incorporan algunos intermediarios. "Le añaden algo de colorante, melao y cuanta cosa se pueda para estirarla", explica el empleado estatal. "Hay gente que cuando prueba miel sin bautizar se asombra del sabor porque solo conoce la que está manipulada".
Mario es categórico: "Todo el mundo sabe que los productores no le venden solo al Estado porque, aunque se trata de un sector que recibe mejores pagos que otro, con los precios que ahora tienen los alimentos y los implementos para el trabajo, hay que buscar dinero por otro lado, sobre todo a la miel que les rechazan porque no cumple los parámetros".
Algunos pocos productores privados y cooperativos han logrado superar la dificultad de los envases, incluso labrarse un sello a partir de nombrar su producto, colocar una etiqueta en el pomo y comercializar una marca distintiva a través de sitios digitales o aplicaciones de envío a domicilio. Entre ellos, Finca Marta, una granja de ocho hectáreas, en el municipio de Caimito (provincia de Artemisa).
En el lugar se obtiene una miel de campanilla blanca y otra de romerillo de costa que gusta a los clientes, que pagan por 240 gramos unos 5 dólares, en un atractivo frasco llevado hasta la puerta de la casa por un costo extra. El año pasado, el lugar se vio envuelto en una polémica cuando Miguel Díaz-Canel publicó una postal por el Día de las Madres en la que aparecían varias productoras de Finca Marta.
El precio oscila entre 350 y 600 pesos según el tamaño elegido por el cliente, varias veces más del precio de la miel sin etiquetas y en botella reciclada del mercado informal
La imagen generó duras críticas por la cuidada vestimenta de las mujeres y la atmósfera bucólica del entorno, algo que también aumentó los rumores de un trato diferenciado a esta pequeña empresa con relación a otras fincas particulares no promocionadas por el Gobierno. El acceso a envases importados para vender sus mieles es una de las distinciones del lugar, un privilegio con el que cuentan muy pocos apicultores.
De los pocos con esa posibilidad está Agrogourmet, otro proyecto de gestión particular, que comercializa su miel de melipona en frascos de 380, 700 y 1.000 gramos a través de plataformas de compras digitales. El precio oscila entre 350 y 600 pesos según el tamaño elegido por el cliente, varias veces más del precio de la miel sin etiquetas y en botella reciclada del mercado informal.
La familia de Daniel García, en Cienfuegos, está lejos de poder comercializar su propio producto con una marca propia. "Aunque quisiéramos no podríamos, porque con el dinero que ganamos ahora tenemos que comprar parte de los insumos, como los colorímetros que vende el Estado en MLC", explica en alusión al dispositivo que se utiliza para medir el porcentaje de transmisión de la luz a través de la miel y determinar así el color y nivel de humedad del producto.
"Para adquirir envases con tapa, etiquetas y cajas para el traslado tendríamos que cerrar un contrato de importación o compra de esos insumos con una empresa estatal que nos cobraría, claro está, en MLC. Así que necesitaríamos una inversión inicial elevada en divisas que ahora mismo es un sueño poder contar con esa cantidad", enumera.
"Un apicultor no tiene tiempo para nada más que para sus abejas, hay meses que solo veo mi casa en la oscuridad porque salgo de madrugada y vuelvo de noche", precisa. "Pero mi familia tiene que comer malanga, carne de cerdo, maíz y plátano como cualquier otra, así que el dinero que gano con la miel se me va en la comida. Las abejas me sirven para eso y punto".
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