El Estado cubano arruinó un edificio que comparte con la Iglesia en La Habana
Solo se salva la Casa Sacerdotal y su hospedería, mientras se desalojó el politécnico Guiteras ante el riesgo de derrumbes
La Habana/El muro de un azul impecable se interrumpe. La fachada continúa pero no parece la misma: sucia, con manchas de humedad y grietas. Esa parte del imponente edificio ubicado en la esquina de Paseo y 23, en El Vedado habanero, es un avance de la ruina que se extiende por su interior. Mientras que por el peligro de derrumbe, los estudiantes del Instituto Politécnico Antonio Guiteras han sido reubicados, en la otra mitad del edificio la vida sigue igual de apacible: es la bien cuidada Casa Sacerdotal San Juan María Vianney, el buque insignia de las hospederías de la Iglesia católica en Cuba.
Quien contempla las fachadas de ambas instituciones asiste a una especie de desdoblamiento en dos universos antagónicos. A la Casa Sacerdotal llegan cada mes decenas de curas, creyentes y visitantes cubanos y extranjeros: cada huésped representa una ganancia para la hospedería. Al politécnico –el antiguo Colegio de Santa Catalina, que atendía niñas hasta el bachillerato– ya no se atreve a entrar nadie.
"Nos trasladaron porque ya no se podía dar clases allí, era peligroso", cuenta a 14ymedio un alumno de la especialidad de gastronomía que ahora recibe sus clases en las aulas del politécnico José Ramón Rodríguez, también en el municipio Plaza de la Revolución. "Cuando yo entré a estudiar ya eso llevaba años en que estaba prácticamente declarado inhabitable", reconoce el adolescente.
"Los baños estaban todos tupidos, había filtraciones en los techos y en algunas zonas incluso se habían desprendido pedazos que cayeron en las aulas, de milagro no ocurrió una tragedia", añade Carmen, madre del estudiante y quien dice sentirse aliviada de que su hijo no tenga que recibir las asignaturas en un lugar que, considera, "debió repararse hace muchos años".
Justamente, hace tres décadas, cuando Arturo, de 49 años, cursó estudios en el edificio –que entonces albergaba al preuniversitario Antonio Guiteras– ya el inmueble presentaba problemas por el paso de los años, la falta de mantenimiento y algunas estructuras improvisadas levantadas en su interior.
"Para ese entonces ya se le notaban los achaques", asegura sobre el inmueble, en cuya mitad principal se ubicaba un convento de monjas dominicas de clausura y en la otra, que da a la calle 23, el colegio de Santa Catalina, que la Iglesia católica tuvo que entregar en 1961 al Ministerio de Educación, por obligación legal, tras la nacionalización de la enseñanza de Fidel Castro.
El amplio edificio de estilo ecléctico, que ocupa toda una manzana, quedó así dividido en dos mitades que han seguido derroteros muy diferentes. Según una historiadora de la orden dominica, las monjas que residían allí emigraron a Colombia y Estados Unidos. Ante la estampida, el papa Juan XXIII –que llegó a admirar a Fidel Castro– les pidió que no todas se fueran. Solo permanecieron 13 y, dos décadas después del triunfo revolucionario, la mayoría de las religiosas tenía alrededor de 80 años. Para ese momento, el colegio ya sufría los primeros destrozos.
"Mi aula estaba al final, después de atravesar el patio central y no era un espacio diseñado para dar clases sino el área donde desembocaba la amplia escalera que llegaba de la planta baja", detalla Arturo. "Era como una especie de preámbulo antes de acceder a la otra zona que tenía un pasillo con balcón y salones que sí eran más apropiados para tener mesas, sillas, una pizarra".
"Ya en ese momento había problemas de goteras, las tupiciones en los baños eran constantes y una vez se cayó una torta de repello de la parte de arriba de una pared y le hizo una herida en el hombro a una muchacha de mi aula". Arturo se sorprendió cuando, décadas después, se enteró de que un vecino había comenzado a estudiar en septiembre pasado en el lugar y que "no se había hecho prácticamente nada para arreglar aquello en todo este tiempo".
Cerrado a cal y canto, cuando en el resto de las escuelas habaneras se reiniciaban las clases tras la pausa de fin de año, el Guiteras permanecía en silencio. Un vecino de la calle A, por donde se encuentra la entrada principal al centro docente confirmó a este diario que "hace meses sacaron a los muchachos porque eso está destruido".
En los bajos del edificio, varias familias también se fueron haciendo con espacios que una vez formaron parte del convento y que han devenido viviendas particulares. Una mujer barría las hojas de los varios ocujes que hay en la cuadra y que habían caído frente a su puerta. "El Guiteras está como la Guiteras, a punto de desplomarse", ironizaba en alusión a la principal termoeléctrica cubana, homónima del politécnico y también con serios problemas que la hacen salir de funcionamiento con frecuencia.
La mujer añade que "hace meses llegó una brigada para evaluar las afectaciones y supuestamente van a repararlas pero eso está totalmente cerrado y no se oye que estén trabajando". La calle sin el bullicio que por décadas impregnaron los estudiantes al barrio está irreconocible. "Es verdad que hacían bastante bulla pero también muchos negocios de esta zona se beneficiaban porque los estudiantes compraban muchas chucherías a la salida".
La Casa Sacerdotal, a su lado, muestra lo que hubiera podido ser el politécnico con un mantenimiento igual de esmerado y constante. "Es la hospedería por excelencia del clero católico en la Isla", explica a 14ymedio una fuente de la arquidiócesis habanera que conoce bien la administración de la Casa.
Si bien las visitas de alta categoría –desde cardenales y altos funcionarios vaticanos hasta los papas que han visitado Cuba– se hospedan en la Nunciatura Apostólica o la Conferencia de Obispos, la Casa Sacerdotal cuenta con todas las comodidades posibles y con otras características que, tratándose de la Isla, son casi inconcebibles. Es el caso del aire acondicionado central que refresca todas sus habitaciones y que cada invitado debe indicar si prefiere o no encender en su cuarto.
La Casa es atendida por un rector –actualmente, Jorge Luis Pérez Soto, un sacerdote crítico con el Gobierno– y un extenso equipo de trabajadores laicos. Tiene sala de conferencias, teatro, comedor y capilla. Además, cuenta con numerosos salones de reunión y habitaciones especiales, reservadas para huéspedes concretos, como los obispos cubanos. Aunque el convento tiene dos plantas visibles, existe una tercera, a resguardo de miradas indiscretas tanto de la calle como del claustro, afirma la fuente de 14ymedio.
Es precisamente este enorme patio, que posee un gran número de plantas frutales y decorativas, uno de los rasgos más apreciados del edificio. Según dos breves videos publicados por la página de Facebook de la Casa, el patio fue remozado en 2023 y su fuente central, decorada con leones y luces nocturnas, totalmente restaurada. Ese mismo año, durante una ola de delitos que la Iglesia denunció contra sus propiedades, intentaron robar en el edificio.
La Casa y el politécnico son herederas del antiguo convento de Santa Catalina de Siena y sus dependencias, cuya fundación original es muy antigua –1688, por orden de la poderosa familia Aréchaga–, y que conserva anexa la iglesia del mismo nombre. En el templo se ven las señales de sus antiguas inquilinas, monjas de clausura que no podían tener el más mínimo contacto con el mundo exterior, y que asistían a la misa detrás de las rejas en varias zonas de la iglesia.
El convento fue famoso por ser uno de los más ricos de La Habana colonial y por custodiar reliquias de santos europeos y restos de varios obispos de la Isla, como Jerónimo Valdés, célebre fundador de la Casa Cuba para los huérfanos del país. Félix Varela fue uno de los sacerdotes que celebró misa para las monjas de Santa Catalina. A inicios del siglo XX se demolió el viejo convento y se construyó el edificio actual.
En 1981, el recién estrenado arzobispo habanero Jaime Ortega fue informado por las monjas de que abandonarían el edificio, que quedó en manos de las autoridades eclesiásticas. La restauración se realizó con dinero del Vaticano, aunque la fuente consultada por este diario no precisa cuánto costó. Para ese momento, también el convento estaba en muy mal estado. "Más que remozarlo, lo que se hizo fue reconstruirlo", asegura la fuente.
Las puertas cerradas del politécnico auguran que la mitad "desafortunada" del edificio no correrá la misma suerte que su vecina. Han corrido rumores de que el Gobierno, sin dinero para rescatar el viejo colegio, lo devolverá a la Iglesia católica.
La fuente consultada por 14ymedio no puede confirmar si esto es cierto o no. Pero, aunque no lo cree imposible, considera que sería un movimiento indignante del régimen, que lleva seis décadas maltratando el inmueble. Y lamenta: "Solo serían capaces de devolver lo que ya está destruido y no pueden mantener".