Los cubanos, sometidos al comportamiento animal en las colas
El caso de una mujer embarazada evidenció que por conseguir alimentos se ha llegado a los enfrentamientos en esas largas filas
La Habana/El rumor corrió, como sucede en los últimos meses en Cuba, a partir de unas imágenes difundidas en redes sociales, el sábado. Según fue enseguida de boca en boca, una embarazada había perdido a su bebé luego de una disputa a golpes entre ciudadanos y policías en Managua, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo.
Al día siguiente, cuentas oficiales y páginas afines al régimen se apresuraron a desmentir la falsedad: la mujer no había abortado y se encontraba bien de salud. En un video compartido por el oficialista Mauro Torres, se observa, en efecto, cómo la embarazada, identificada como Ayamey González Valdés, se desmaya tras una violenta discusión entre varias personas. Después, es la Policía quien la saca cargada en brazos.
Lo que no contaron esas fuentes partidarias del Gobierno cubano es, por un lado, que los agentes, luego de armarse una bronca en una cola para comprar alimentos, golpearon sin cesar a varios jóvenes presentes. Por otro lado, también pasan por encima del verdadero drama: un sistema que reduce a su pueblo a una actitud casi animal por comprar comida.
El oficialismo prefiere sacar pecho por haber "salvado" a la gestante. Ayamey González Valdés, según la cuenta de Twitter de la Dirección Municipal de Salud de Arroyo Naranjo, "fue valorada en el Hospital Enrique Cabrera. Se le realizó ultrasonido, el feto está con buena vitalidad, latidos cardíacos normales y placenta íntegra. Mientras era examinada llegó su mamá, quien pudo escuchar el foco fetal de su futuro nieto".
En dependencia de lo sensible del producto que se vende y del tiempo que se ha esperado, los encontronazos pueden ser más agresivos
La cola, una de las más "antiguas instituciones" cubanas unidas al desabastecimiento crónico que ha experimentado por décadas la Isla, se ha ido transformando en los últimos años. La pandemia trasladó muchas de estas filas lejos de la entrada principal de los comercios, como una estrategia para tener más control sobre el acceso de los clientes, pero el fin de muchas restricciones sanitarias no terminó con esa práctica.
Ahora, las colas para comprar alimentos se siguen haciendo a varios metros de distancia de la tienda, en un parque, una plaza o una entrecalle donde los consumidores se organizan y esperan horas hasta ser llamados, en grupos de cinco o diez, a pasar al comercio. Esa distancia azuza las sospechas de malos manejos por parte de los empleados y también es aprovechada por quienes no quieren esperar tanto y buscan colarse.
Las peleas son tan frecuentes que muchos creen que no hay cola cubana sin bronca o empujones. En dependencia de lo sensible del producto que se vende y del tiempo que se ha esperado, los encontronazos pueden ser más agresivos. Las filas para pollo congelado, aceite vegetal y pañales infantiles están entre las más explosivas, pero también pueden surgir los piñazos y los pescozones mientras decenas de personas aguardan para comprar perros calientes o jabón de baño.
Nadie sabe a ciencia cierta qué cantidad de tiempo semanal pasa el cubano promedio en colas, pero a medida que la crisis se ha profundizado, las horas de descanso se han acortado. Si antes las noches eran para la familia, mirar la televisión o hacer una salida recreativa, ahora muchas familias se preparan desde ese momento para comenzar una fila que les permita comprar alimentos al otro día.
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