Cubanos en Trinidad y Tobago, entre la ilegalidad y la esperanza
Trinidad y Tobago no exige visado a los cubanos, pero en el aeropuerto los oficiales de inmigración pueden deportar a quien parezca sospechoso de querer quedarse ilegalmente.
Desde la entrada en vigor de la Reforma Migratoria, en enero de 2013, el flujo de cubanos hacia esa otra isla no ha parado
La Habana/Llegó hace más de un año a Trinidad y Tobago con “un pantalón y dos blusas”. Kenia Montes de Oca viajó desde Placetas, en Villa Clara, con la idea de convertirse en mula y vivir del negocio de las importaciones, pero la vida la empujó al refugio político.
La villaclareña explica a 14ymedio que todavía tiembla cuando ve a un policía en las calles de Puerto España. Durante su primer mes en esa pequeña nación vivió de manera ilegal hasta que logró la llamada “orden de supervisión”, un paso previo a la solicitud de refugio.
Trinidad y Tobago no exige visado a los cubanos, pero en el aeropuerto los oficiales de inmigración pueden deportar a quien parezca sospechoso de querer quedarse ilegalmente. Montes de Oca pasó esa primera prueba sin grandes dificultades en septiembre de 2016.
La idea inicial era comprar mercancías para revender en Cuba. Sin embargo, una conversación casual en el aeropuerto de La Habana con una disidente y la posterior visita de la Seguridad del Estado a su familia en Placetas la llevaron hasta la actual situación.
“Me vi forzada a dejar todo tirado, mi casa, mi familia, mis costumbres”, enfatiza, aunque siente que los cuestionamientos que había ido acumulando sobre el sistema cubano la hubieran llevado, tarde o temprano, a meterse en problemas dentro de la Isla.
Dirigente sindical por una década, Montes de Oca trabajó en las mesas electorales del Poder Popular y fungió como juez lego. “Fui responsable de la seguridad de una granja avícola hasta que descubrí una red de malversación”. Denunciar esas irregularidades le trajo innumerables presiones.
“Nunca fue mi objetivo dejar todo atrás”, pero “las circunstancias decidieron por mí”, cuenta esta mujer que por primera vez habla a rostro descubierto con la prensa.
No hay cifras oficiales del número de migrantes de la Isla que permanecen de forma irregular en el vecino país, pero Montes de Oca asegura que “hay desde desertores de las FAR y el MININT, hasta cuadros políticos, personal médico, Testigos de Jehová marginados y opositores”
No hay cifras oficiales del número de migrantes de la Isla que permanecen de forma irregular en el vecino país, pero Montes de Oca asegura que “hay desde desertores de las FAR y el MININT, hasta cuadros políticos, personal médico, Testigos de Jehová marginados y opositores: somos un mosaico”.
Algunos han tenido más suerte que otros. El peor caso que ha conocido es el de una joven avileña que trabajaba para enviar ayuda a su familia en Cuba. “Sufrió una horrible violación por parte del dueño de la renta donde vivía, pero no pudo denunciar el hecho porque no tenía papeles”.
La llegada de cubanos ha ido en aumento desde que en enero de 2013 el Gobierno de Raúl Castro implementó una Reforma Migratoria que flexibilizó la salida de Cuba. En agosto pasado la situación escaló hasta un punto que La Habana y Puerto España comenzaron la negociación de un Memorando de Entendimiento en Materia Migratoria que regule el flujo de migrantes.
Samuel tiene 32 años y reside desde hace 11 meses en la comunidad triniteña de San Fernando. Originario de una zona marginal de Guanabacoa en La Habana, el joven se graduó hace una década en ingeniería mecánica pero ahora trabaja como albañil.
“No tengo papeles pero me he creado una clientela y tengo amigos que me están ayudando”, cuenta a este diario. Con los cerca de 600 dólares que gana mensualmente ha rentado con un amigo una habitación y manda dinero a su familia en Cuba.
“Estoy ilegal, hago los peores trabajos que se pueden tener aquí y sin embargo gano 50 veces más que el salario que recibía en mi país como profesional”, argumenta. Con los envíos que hace cada dos semanas a sus padres ellos han podido “arreglar el techo de la casa y reparar la cocina”.
Su idea inicial era “hacer un pequeño capital” en Trinidad y Tobago para seguir rumbo a Estados Unidos, pero en enero pasado le sorprendió el fin de la política de pies secos/pies mojados. “Pensé que me iba a morir, pero ahora creo que este país puede ser un buen lugar para quedarse”, apunta.
Samuel está lejos aún de beneficiarse del refugio político. “No he hecho el trámite pero tengo pensado comenzarlo en los próximos meses”. Su mayor temor es terminar, como un amigo suyo de la infancia, encerrado por meses en el centro de detención para extranjeros de Aripo.
Tanto Kenia Montes de Oca como Samuel han recibido ayuda del Living Water Community Center. “No pasé hambre gracias a esa ONG y mis primeras ropas también las recibí de parte de ellos”, confirma la villaclareña
Tanto Kenia Montes de Oca como Samuel han recibido ayuda del Living Water Community Center. “No pasé hambre gracias a esa ONG y mis primeras ropas también las recibí de parte de ellos”, confirma la villaclareña.
En junio pasado la Organización de Naciones Unidas (ONU) concedió el estatus de refugiados a un grupo de cubanos que protestaron durante una semana frente a las oficinas de ese organismo internacional en Trinidad y Tobago.
La mayoría de los que se manifestaron llevaban meses esperando la respuesta a su solicitud de refugio político. El fallo favorable les aseguró la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y abrió una puerta de esperanzas para otros cubanos en situación similar.
Este 24 de noviembre Montes de Oca tiene su cita con el ACNUR de la que podría salir con la categoría de refugiada política. Si lo logra comenzará para ella una nueva etapa y por el momento proyecta permanecer en el país caribeño.
Sueña con reunir a la familia pero su único hijo ha sido llamado al servicio militar obligatorio y el reencuentro definitivo demorará. El joven quiere estudiar para ser periodista, pero ella está segura de que “por tener una madre refugiada no podrá acceder a esa carrera” en Cuba.
De su nueva patria, la villaclareña admira “la mezcla cultural” y que personas de “religiones o posiciones políticas diferentes vivan en armonía”. No titubea al decir que solo regresará a Cuba “cuando no se discrimine ni se maltrate a la gente por su forma de pensar”.
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