El arte de cultivar los baches llega hasta el ministerio cubano de la Agricultura
Cada mañana, los choferes buscan una plaza libre en la calle Santa Ana intentando no chocar con la "advertencia"
La Habana/No es una escultura callejera de Kcho ni de Alberto Lescay. Tampoco un cantero mal ubicado, una planta seca o un poste caído. El pequeño tronco que se alza, entre pencas de guano y bolsas de basura, en medio de la calle Santa Ana, en Nuevo Vedado, es la señal de que debajo de toda la fanfarria hay un bache.
Un bache profundo, vale aclarar, que de tanto gastar el asfalto –ya van varios años, según los vecinos– absorbe cuanto escombro y suciedad sea posible. Quienes viven en Santa Ana han tomado una medida "provisional": marcar el agujero para que no tropiecen con él los choferes que, cada día, parquean sus carros en la vía.
Tampoco se trata de cualquier calle: a pocos metros del "monumento" está el Ministerio de la Agricultura, una mole de 17 pisos que siempre ha provocado la burla de los habaneros: su tamaño, se dice, es inversamente proporcional a la productividad de la tierra.
Mientras no se decida a cuál instancia oficial le toca asumir el arreglo, el bache seguirá ganando terreno, consistencia y, por qué no, prestigio de obra de arte
En Nuevo Vedado se ubican otros edificios ministeriales, además de algunas organizaciones oficiales, como la sede de Panataxi, la flota de "amarillos" destinados a transportar a los turistas desde el Aeropuerto Internacional José Martí hasta La Habana. Los funcionarios tienen sus parqueos oficiales, pero prefieren Santa Ana por ser una calle con árboles, y porque en estos meses, los de más calor, tener el carro a la sombra es indispensable para que, al volver, el vehículo no se haya convertido en un pequeño infierno.
Cada mañana, los choferes buscan una plaza libre intentando no chocar con la "advertencia", que cada día va aglutinando más y más desechos. Ni las esporádicas visitas de Miguel Díaz-Canel y otros altos cargos a los ministerios ha sido motivación suficiente para que el ministro de Agricultura o el director de Panataxi le declaren la guerra al agujero.
Mientras no se decida a cuál instancia oficial le toca asumir el arreglo, el bache seguirá ganando terreno, consistencia y, por qué no, prestigio de obra de arte.
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