Con el declive del turismo, los negocios privados de Remedios se hunden
"Los turistas dejaron de venir, y ahora lo único que he tenido son gastos"
Remedios/San Juan de los Remedios, la célebre Octava Villa de Cuba, se empobrece cada año con la debacle turística y la crisis económica nacional. Conocida por sus parrandas y su arquitectura colonial, la ciudad –punto clave de la ruta turística hacia la Cayería Norte villaclareña– apostó desde hace décadas por los negocios particulares, como hostales y restaurantes. Lo que alguna vez fue su fuente de riquezas es ahora la causa de su estancamiento.
Luisa, de 48 años, siente que todos los riesgos financieros que corrió hace cinco años para impulsar su hostal han sido en vano. En aquel momento decidió acondicionar su casa para recibir turistas. Invirtió cada centavo en la renovación: pintó las paredes, compró muebles nuevos y decoró las habitaciones con un estilo que mezclaba la tradición colonial con la modernidad.
Durante un tiempo, su esfuerzo dio frutos. Mochileros europeos y parejas canadienses llenaban sus habitaciones, encantados por la autenticidad de su casa y la hospitalidad de su anfitriona.
En lugar de recibir turistas, ahora renta su hostal por horas a parejas locales para encuentros amorosos
Sin embargo, todo cambió con el declive del turismo tras la pandemia de coronavirus. "Los turistas dejaron de venir, y ahora lo único que he tenido son gastos", lamenta Luisa. Ante la falta de ingresos, se vio obligada a reinventarse: en lugar de recibir turistas, ahora renta su hostal por horas a parejas locales para encuentros amorosos.
"No es lo que soñé cuando abrí este negocio”, afirma, “pero es lo único que me permite sobrevivir. Aunque ni siquiera eso es estable, porque los apagones afectan todo", explica mientras apaga las luces para ahorrar electricidad.
Historias similares se repiten en toda la ciudad. Jorge, propietario de un restaurante ubicado cerca de la Plaza Mayor, también está viendo cómo su sueño se desmorona. Con ahorros familiares y un préstamo, abrió un negocio que durante años fue el favorito de turistas y locales. Su menú combinaba la cocina tradicional cubana con toques más audaces, y las noches de música en vivo eran un evento esperado por todos. Hoy, las mesas están vacías.
"Hay días en los que no entra nadie. Y cuando alguien viene, pide lo más barato porque pocos tienen tanto dinero para gastar", lamenta.
Jorge ha tenido que tomar decisiones difíciles para mantener abierto su restaurante. Despidió a casi todo su personal y ahora cocina él mismo con ayuda de su esposa. También redujo el menú al mínimo, pero ni siquiera eso ha sido suficiente. "Los apagones son el peor enemigo. Sin luz, no puedes cocinar ni refrigerar los alimentos. En octubre hubo un gran apagón de tres días y toda la comida se me echó a perder, incluyendo varios kilos de carne y pescado porque se descompuso antes de poder usarlos", explica.
Alfredo, un artesano, solía llenar su pequeño taller con el sonido de sus herramientas y el olor del barro recién moldeado. Durante años, creó a mano figuritas de cerámica que los turistas compraban como recuerdos de su paso por Cuba. Con delicadeza y precisión, daba vida a lugares icónicos como la Bodeguita del Medio, el Malecón habanero, la Plaza de la Revolución y el Morro. También diseñaba pequeñas figuras de las parrandas remedianas, con sus carrozas y fuegos artificiales, que emocionaban especialmente a los visitantes.
“Me encantaba pensar que mis piezas viajaban por el mundo. Cada estampita era como un pedacito de Cuba que alguien llevaría en su mochila o su maleta”, comenta Alfredo, con nostalgia.
La caída del turismo ha vaciado las calles de extranjeros y también su taller. Antes, vendía decenas de piezas al día en la Plaza; ahora, si logra vender una o dos a algún curioso, es un milagro. “Sin turistas, no hay a quién vender. A los cubanos no les interesa gastar en esto, bastante tienen con sobrevivir”, dice, mientras repasa con sus dedos las grietas de una pieza que quedó a medio acabar.
Aunque sigue trabajando esporádicamente, muchas veces lo hace solo para mantener las manos ocupadas y no perder la práctica. Su horno de barro, que antes se encendía casi a diario, ahora permanece apagado durante semanas.
La crisis del turismo ha afectado a toda la red de negocios particulares que alguna vez representaron el alma económica de Remedios. Hostales, bares, cafeterías y artesanos han visto cómo su clientela desapareció casi por completo. Muchos han cerrado, incapaces de cubrir los gastos básicos, mientras que otros intentan adaptarse como pueden. Algunos, como Luisa, han optado por estrategias alternativas que nunca imaginaron, mientras que otros, como Jorge, resisten con lo poco que tienen, esperando un cambio que parece cada vez más lejano.
A la falta de turistas se suma la constante inestabilidad energética. En lugar de visitantes extranjeros, a Remedios parecen llegar solo apagones. Las calles coloniales, que alguna vez se iluminaban con la magia de su arquitectura, ahora pasan largas horas a oscuras.
"La imagen de la ciudad como destino turístico se desmorona con cada corte de luz. Sin electricidad, no hay ambiente, y los pocos turistas que llegan se van rápido", dice Daniel, un guía turístico local.
“La situación ha tenido un impacto devastador no solo en la economía, sino también en la moral de los emprendedores. Es muy duro ver cómo el esfuerzo de años se derrumba", confiesa Jorge, un camarero de 32 años que limpia las mesas vacías de la pizzería La Fe. Recuerda con añoranza los días en los que las propinas de turistas extranjeros eran su principal fuente de ingresos. “En una noche buena, podía ganar entre 15 y 20 dólares en propinas”, cuenta, mientras ajusta las mesas vacías en el local donde aún trabaja.
Las propinas en dólares o euros le permitían mantener a su familia, hacer arreglos en su casa e incluso darse algunos lujos. Pero esos tiempos quedaron atrás. Hoy, el restaurante donde trabaja apenas recibe pocos clientes, la mayoría cubanos con presupuestos ajustados. Sin propinas que complementen su salario, Jorge tiene que sobrevivir con los 3.500 pesos que gana al mes, un monto insuficiente en medio de la inflación que golpea al país. “Es difícil, todo está caro, y con lo que gano, apenas ni alcanzo para la comida. Ni hablar de arreglar la casa o comprar ropa”, dice.
Remedios sigue esperando en silencio, atrapada entre la oscuridad de los apagones y la ausencia de los viajeros que alguna vez trajeron vida a la ciudad. Los emprendedores que aún resisten lo hacen con cada vez menos recursos y más incertidumbre, aferrándose a una esperanza que, aunque admirable, se agota con cada día que pasa.