La escasez y la delincuencia, el "Moncada por asaltar" en Cuba, según Díaz-Canel
En presencia de Raúl Castro y Ramiro Valdés, el mandatario decretó la "desaparición física" de la generación del Moncada
La Habana/El discurso de Miguel Díaz-Canel en el cuartel Moncada de Santiago de Cuba, pronunciado la madrugada de este miércoles, se centró en dos puntos: el lamento por la "desaparición física de la generación histórica" que asaltó el cuartel –aunque tenía delante a Raúl Castro y a Ramiro Valdés– y la angustia de los gobernantes cubanos, que padecen en carne propia "otro Moncada": la inflación y la delincuencia en la Isla.
El acto, que conmemora los 70 años del ataque rebelde a dos importantes enclaves militares en la antigua provincia de Oriente durante la dictadura de Fulgencio Batista, comenzó a las cinco de la mañana este 26 de julio. El Gobierno no escatimó recursos para el homenaje, que comenzó con un juego de luces sobre la fachada del cuartel recreando –con notable imprecisión histórica– el tiroteo frontal de los asaltantes hasta derrumbar, simbólicamente, el edificio.
A partir de las "ruinas" del Moncada, la voz de Fidel Castro y varios letreros aludían a los "problemas" de la República. Cuando terminó el espectáculo, que incluyó congas y declamaciones, el primer secretario del Partido Comunista en Santiago de Cuba, José Ramón Monteagudo, hizo notar que la ciudad había cumplido con la petición de Raúl Castro, que en uno de sus discursos había pedido "jornadas de embellecimiento" para hacer de Santiago una ciudad "bella e higiénica".
Las cámaras de Televisión Cubana intentaron ofrecer un perfil solemne del mandatario, que se expresó con errores de dicción y quiebres de voz
Díaz-Canel recurrió a un viejo truco político y aprovechó las luces del amanecer para comenzar su discurso. Mencionó al apóstol cristiano Santiago, patrono de la ciudad, a quien se llegó a "vestir de mambí" durante las guerras de independencia, y a la Virgen de la Caridad, en cuyo santuario de El Cobre fue bautizado Antonio Maceo.
Las cámaras de Televisión Cubana intentaron ofrecer un perfil solemne del mandatario, que se expresó con errores de dicción y quiebres de voz, como es habitual en sus intervenciones públicas.
"Mientras no alcancemos un grado de prosperidad digna para los cubanos tendremos un Moncada por asaltar", resumió, tras aludir al círculo vicioso que producía el encarecimiento de los productos de primera necesidad y la ola de delincuencia que atraviesa la Isla.
Como era de esperar, Díaz-Canel culpó de los problemas de Cuba a EE UU, que además del bloqueo se empeña en organizar campañas "para impedir la inversión extranjera y el comercio exterior". Además, acusó a Washington de encabezar "una persecución de los suministros de combustibles" a la Isla, por cuyos puertos trasiegan numerosos buques petroleros de los que La Habana no ofrece la menor información.
Habló poco de Fidel Castro, de quien se limitó a decir que, mientras su hermano luchaba en el edificio de la Audiencia, él "ordenaba la retirada".
El resto de su intervención la dedicó Díaz-Canel a dejarse aplaudir por varios grupos de visitantes extranjeros como los Pastores por la Paz –cuya líder, Gail Walker, estaba presente en el acto–, el grupo independentista puertorriqueño Juan Rius Rivera, la Caravana de Brasil y varias "brigadas" de jóvenes belgas y alemanes que viajaron a la Isla para la conmemoración.
Esta vez, Raúl Castro no subió a la tribuna ni recibió ovaciones. Junto a un también nonagenario Ramiro Valdés, el militar no abandonó su asiento hasta el final del acto y las cámaras captaron una cara inexpresiva, que en nada recuerda a la del joven de 22 años que fue capturado hace siete décadas, tras el fracaso del asalto.
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