"Nos tratan como si nosotros también fuéramos presos"
Los familiares de los reos en Cuba lamentan que, con la pandemia de covid, los derechos carcelarios se han recortado aún más
La Habana/Esperan desde bien temprano con sus bolsas cargadas de lo acopiado por meses en las calles 15 y K de El Vedado habanero. El lugar es sede de la Dirección de Establecimientos Penitenciarios (DEP), perteneciente al Ministerio del Interior, y los que aguardan, los familiares de presos que purgan condena en prisiones de otras provincias. Quieren enviarles comida y reclamar los derechos carcelarios que la pandemia ha recortado aún más.
Con las restricciones de movilidad impuestas tras la llegada del coronavirus a Cuba, las visitas a la cárceles están prácticamente suspendidas por todo el país y los pases para visitar a sus familias son a cuentagotas. Los parientes se quejan de que hace meses no ven a los suyos y que no pueden entregarle con regularidad los alimentos que compensan las malas condiciones en las cárceles.
En 15 y K, Rosa María cuenta a 14ymedio que su esposo lleva casi tres años en una cárcel de la provincia de Villa Clara. "Entiendo que haya limitaciones por la pandemia, lo que no entiendo es por qué tienen a mi esposo tan lejos", explica. "Desde marzo del año pasado solo lo he podido ver una sola vez".
"Antes yo le mandaba el aseo con regularidad, pero han extendido las fechas de entrega hasta por más de dos meses por falta de combustible, y cuando llamo para preguntar me dicen que esa información se la dan a los presos directamente"
Rosa María se ilusionó cuando en junio del año pasado el presidente del Tribunal Supremo Popular, Rubén Remigio Ferro, anunció en la televisión nacional que el sistema de justicia del Gobierno cubano "concedió más de 10.000 beneficios de excarcelación anticipada" durante los meses de la pandemia de covid-19.
La mayoría de los excarcelados salieron bajo las figuras de "libertad condicional" y "licencia extrapenal", pero el esposo de Rosa María no estaba incluido. "Este lugar debería llamarse departamento de maltrato a la población, porque no dan información y en lugar de evacuar las quejas y las dudas de los familiares se dedican a tratarnos como si nosotros también fuéramos presos", se queja.
"Antes yo le mandaba el aseo con regularidad, pero han extendido las fechas de entrega hasta por más de dos meses por falta de combustible, y cuando llamo para preguntar me dicen que esa información se la dan a los presos directamente y que ellos, en la llamada telefónica de tres minutos que les dan semanalmente, deben decirle a los allegados la fecha en que reciben los sacos aquí en La Habana".
No solo los plazos de entrega de los alimentos y productos de aseo personal se han extendido. En abril de 2020 las autoridades anunciaron que se restringiría el tipo de comida que podría hacerse llegar a los reos. Para pasar el filtro, deben trasladarse en envases sellados y ser preferiblemente de factura industrial. Así, las recetas preelaboradas que muchas familias enviaban quedaron prohibidas.
"Durante meses le guardábamos la manteca de cerdo, que dura mucho. Con eso mi hijo le daba algo de sabor a la comida de la cárcel de Agüica en Matanzas", cuenta la madre de un joven procesado por el delito de robo con fuerza. "Todos somos de La Habana pero a él lo mandaron para allá y eso nos está destruyendo la vida".
Con más de 90.000 personas encarceladas, según los datos proporcionados por las organizaciones Civil Rights Defenders y Prisoners Defenders, Cuba es el país con más presos en el mundo, en proporción a su población. Muchas veces las autoridades deben recluir a los condenados lejos de sus lugares de residencia por el colapso o hacinamiento en los centros penitenciarios más cercanos a sus familias.
Cuando se está lejos de la provincia original, los presos ven disminuidos sus derechos a visitas y pases, una situación que se ha recrudecido en los últimos meses. "No me parece justo que los presos que son de Villa Clara puedan salir más o recibir más visitas que mi esposo que es de La Habana", se queja Rosa María, que recuerda que la última vez que reclamó en la Dirección de Establecimientos Penitenciarios la amenazaron con procesarla por el delito de desacato.
Varias familias que estaban este viernes en la fila para intentar entregar las bolsas con alimentos en la DEP aseguran que el pasado año les hicieron firmar un documento con su consentimiento a suspender temporalmente los pases de los presos debido a los casos de covid-19, pero el texto aseguraba que serían resarcidos con estancias más largas en sus casas en los últimos meses del año.
En realidad, algunos prisioneros de La Habana que purgan condena en otras provincias solo contaron con unas cinco jornadas de pase en el mes de octubre, y debieron pagar de su bolsillo hasta 750 pesos para llegar hasta la capital
En realidad, algunos prisioneros de La Habana que purgan condena en otras provincias solo contaron con unas cinco jornadas de pase en el mes de octubre, y debieron pagar de su bolsillo hasta 750 pesos para llegar hasta la capital después de que las autoridades penitenciarias no pudieran garantizarles el transporte.
Tamara, madre de un recluso habanero que se encuentra cumpliendo condena en Pinar del Río, añade que hace unos días reclamó en el buró de atención a la población de 15 y K porque su hijo no se comunicaba con ella hacía más de 15 días. "Lleva más de dos semanas sin llamarme y la respuesta de la oficial que me atendió fue que me fuera para mi casa y esperara la llamada, porque ellos no tenían nada que ver con eso. Imagínense, ¿a dónde es que hay que ir a preguntar entonces?", cuenta angustiada mientras espera en la fila su turno para entregar una bolsa con jabones.
El desabastecimiento de alimentos y de productos básicos limita mucho lo que pueden hacer llegar a los presos. "Antes siempre le mandaba cuadritos concentrados de sopa para que mezclara con la comida pero ya no hay nada de eso; el refresco instantáneo en polvo también se ha perdido y ni hablar del azúcar, que ya no se puede comprar por la libre", detalla Luis Alberto, padre de un habanero condenado por hurto y recluido en Artemisa.
Llegado el turno de Rosa María, recordó que estuvo desde las siete de la mañana de este viernes y hasta pasado el mediodía. "Pude conseguir unas galletas dulces y saladas pero el oficial me explicó que solo podía enviar un paquete, así que las mezcló todas para poder enviarlas", detalla la mujer a este diario. "Mi esposo ya cumplió pero su liberación se ha retrasado por esto de la pandemia", asegura.
"Lleva un mes que solo come gofio y acelga", refiere. En su tiempo en prisión, el esposo de Rosa María ha trabajado en la construcción de oficinas estatales y ahora en la agricultura. La mujer siente que la demora en excarcelarlo responde más a seguir usando su mano de obra barata, y la entidad que debería ayudarlo es sorda a sus reclamos.
A las afueras de la oficina, la cola seguía creciendo cuando Rosa María ya había dejado las galletas que en unas semanas recibirá su esposo. Las bolsas y los sacos se apilaban en la acera, junto a caras de preocupación de gente que no sabe cuándo volverá a ver a su familiar.
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