Derrochan la electricidad para vengarse de los apagones y del régimen cubano
Esta forma de protesta silenciosa se extiende también al agua y al gas
La Habana/Con las puertas del balcón abiertas y el aparato de aire acondicionado encendido, así pasó María de los Ángeles las horas posteriores a que el servicio eléctrico regresara a su barrio de Los Sitios en Centro Habana. Como muchos cubanos, la mujer de 64 años se niega a ahorrar energía en el poco tiempo que disfruta del suministro, una manera de desquitarse de los largos apagones.
A pesar de que los medios oficiales están llenos de frases que llaman a ahorrar toda la electricidad que se pueda, al sector energético le ocurre como a tantos otros servicios estatales en Cuba. La gente tiende a arremeter contra la ineficiencia oficial derrochando agua, gas o kilowatts cuando estos finalmente llegan hasta su vivienda. Como una callada venganza, despilfarrar es también una forma de protestar.
"En mi casa quitaron la luz de diez de la mañana a dos de la tarde y luego, otra vez, en la noche", detalla María de los Ángeles a 14ymedio. "Cuando vi que los bombillos se encendieron, no apagué ninguno, así mismo los dejé toda la madrugada". En la cuadra donde vive otros tantos hicieron lo mismo. "No soy yo la que le va a ahorrar corriente a estos incapaces", subraya.
El carácter depredador ante estos servicios se remonta a los tiempos en que el régimen cubano subvencionaba ampliamente el suministro de electricidad, agua y gas. Mantener el televisor encendido todo el día, nunca apagar ciertas lámparas o dejar permanentemente la hornilla ardiendo para no gastar fósforos se convirtieron en prácticas muy extendidas. El discurso oficial llegó a coquetear con la idea de que en un punto de "la construcción del socialismo", todo eso se garantizaría de manera gratuita a la población.
El discurso oficial llegó a coquetear con la idea de que en un punto de "la construcción del socialismo", todo eso se garantizaría de manera gratuita a la población
Pero la otra cara de los subsidios ha sido el deterioro de la infraestructura del país, que obliga a miles de familias a acarrear el agua desde lugares lejanos, improvisar una tendedera eléctrica o cocinar con leña a falta de otros combustibles. La mezcla de las gratuidades y las carencias dio paso a un consumidor muy peculiar: el depredador de todo tipo de servicio público.
"En mi casa nos ponen la luz seis horas al día", cuenta Raudel, un joven de la ciudad de Alquízar, en la provincia de Artemisa. "El tiempo en que estamos con electricidad hay que hacerlo todo: poner la bomba de agua, cocinar, tratar de refrigerar los alimentos para que sobrevivan al próximo apagón, planchar, lavar, cargar los móviles y disfrutar de algo en el televisor".
Curiosamente, la última factura de electricidad que recibió Raudel, ya en plena crisis energética, fue muy similar a la de hace un año, cuando pagaba unos 3.000 pesos mensualmente por el servicio. "No baja la factura porque ya no nos aguantamos cuando viene la luz, yo le digo a mis hijos que hagan todo lo que quieran. Si quieren tener el split del cuarto encendido todo ese tiempo, qué lo hagan. Si quieren hacerse una pizza en el horno eléctrico, qué la hagan también".
Raudel tiene un pequeño taller de tornería, en el que hace además trabajos de herrería y soldadura de metales. "Llevaba años sin trabajar mucho porque se me disparaba el costo de la electricidad, pero ahora ya no me mido. A veces me pongo a usar la corriente hasta en la madrugada", reconoce.
"Con el tiempo me empecé a preguntar a dónde iba a parar toda esa energía que yo ahorraba, si cada vez el servicio era más caro y de peor calidad"
El año pasado, cuando la crisis energética todavía no había llegado a la grave situación actual, el diario oficial Granma recomendaba "congelar pomos de agua por la noche y dejarlos fuera durante el día, para no tener que abrir el refrigerador con tanta frecuencia", también "juntar la mayor cantidad de piezas para planchar o lavar". Sin embargo, en la medida en que han aumentado los apagones la reacción de los consumidores parece ir en otra dirección.
"Cuando era niña formé parte de las Patrullas Clic y estaba obsesionada con revisar en mi casa si había algún bombillo encendido de manera innecesaria", recuerda una residente en la ciudad de Sancti Spíritus. "Pero con el tiempo me empecé a preguntar a dónde iba a parar toda esa energía que yo ahorraba, si cada vez el servicio era más caro y de peor calidad".
Julio, un vecino de Santa Clara, piensa lo mismo. "Se habla de ahorro, ¿pero vale la pena ahorrar? Ellos seguirán quitando la corriente y viviendo bien, sin las muchas necesidades que tenemos los del pueblo. Ellos, los del Gobierno, no tienen apagones". Julio atribuye al derroche el carácter de protesta silenciosa. Es lo único que se puede hacer "desde la casa y sin 'señalarnos'. Un granito de arena contra los que desgobiernan este país".
"Ver esas fotos de La Habana apagada", afirma el hombre, "donde lo único que está encendido son los hoteles, da una idea de lo que está pasando en Cuba".
Los tiempos tampoco son los mismos. De unos años 80 en que los cubanos tenían unos pocos electrodomésticos, se ha pasado al momento actual en que la cocción de alimentos depende en muchos hogares de ollas arroceras y de presión eléctricas, sartenes, freidoras y hornos que también funcionan acoplados al tomacorriente. El número de dispositivos de telecomunicaciones también se ha disparado.
"Yo sí que plancho con el aire acondicionado encendido o uso el secador de pelo para las toallas. Yo hago con la electricidad que pago lo que me da la gana"
"En mi casa vivimos tres personas, cada una con un móvil, tenemos además un tablet y una laptop", enumera la espirituana. "Cuando llega la luz después de un apagón hay que conectar todo eso de inmediato para tenerlo cargado cuando se vuelva a ir la corriente. También dos lámparas recargables que usamos para no estar tan a oscuras hay que ponerlas a cargar".
La Unión Eléctrica de La Habana hizo un reciente llamado a bajar el consumo en aras de aliviar los apagones en la ciudad: "El resto de los clientes de los otros bloques sería en este momento muy útil que ahorremos y disminuirá el tiempo de afectación de los clientes del bloque 4", escribió el monopolio estatal en su cuenta de Facebook, un texto que provocó un aluvión de insultos de los consumidores. La mayoría declaraba abiertamente que no iba a medirse en un consumo que pagaba caro y no era estable.
Una comentarista resumió su desafío: "yo sí que plancho con el aire acondicionado encendido o uso el secador de pelo para las toallas. Yo hago con la electricidad que pago lo que me da la gana". La internauta recibió decenas de mensajes de aprobación y sintonía de quienes utilizan también el interruptor de la luz como revancha.
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