El desencanto de los clientes ante los "métodos estatales" de una panadería privatizada en La Habana
El establecimiento, recién reparado, pasó de manos de la estatal Cadena Cubana del Pan a ser gestionado por una 'mipyme'
La Habana/Con una temperatura de 33 grados, la mañana de este viernes los vecinos del barrio de Cayo Hueso, en La Habana, y algunos clientes procedentes de otras partes de la capital cubana esperaban en fila a que la panadería de las calles Carlos III y Castillejo comenzara a despachar a los clientes que se aglomeraban desde temprano.
"Es que desde las 4:30 am no tenemos corriente", justificaba el vendedor a la cola que ya comenzaba a incomodarse con el sol del mediodía. Con sombrillas o refugiándose en la breve sombra que proyectaba una fachada cercana, los compradores se preguntaban qué había pasado con ese local.
La panadería, recién reparada, pasó de manos de la estatal Cadena Cubana del Pan a ser gestionada por una mipyme, según pudo constatar este diario. "Sacaron a todos los trabajadores estatales y trajeron a su propio personal", aseguró una vecina que dijo haberse enterado recientemente del cambio de propietario.
La voz de que el céntrico local, al que llegan clientes de varios municipios, había reabierto en manos particulares elevó las expectativas y echó a rodar las fantasías. Algunos vecinos aseguraban que el pan iba a volver a ser "como el de antes" pero sin precisar a cuál momento del pasado se referían. Por sí o por no, entre curiosos y compradores, la fila a las afueras del comercio se extendió en poco tiempo.
La voz de que el céntrico local, al que llegan clientes de varios municipios, había reabierto en manos particulares elevó las expectativas y echó a rodar las fantasías
Un hombre rollizo que bloqueaba el paso al curioso explicó que por ahora sólo se ofrecen dos productos, cinco panes pequeños y redondos por un precio de 20 pesos y una flauta de pan de "corteza dura" por 70 pesos. "Pronto habrá otras variedades", asegura. Mientras, en la cola otro de los vendedores comenzaba a recoger los carnés, los clientes expresaban su sorpresa al ver que en ese lugar privado se aplicaba el método "revolucionario de venta" en vigor en las tiendas estatales.
Racionar la cantidad que se puede comprar, pedir identificación para acceder al mostrador y regular cuántas veces un cliente se puede poner en la fila son prácticas muy extendidas en las redes estatales de comercio. Si algo distingue, hasta el momento, a los privados es haber eliminado esos mecanismos en sus negocios.
"Estos locales arrastran una mala vibra. Aunque vengan los particulares a trabajar en ellos mantienen los métodos estatales", comentó un jóven en la cola que parecía escéptico ante la esperanza de que las empresas privadas trabajen mejor que las del Gobierno. "Al final siempre son las mismas ideas y los mismos esquemas", opinaba.
Pero cada norma tiene su truco y el cliente cubano lleva décadas entrenando para sortear las restricciones.
Pero cada norma tiene su truco y el cliente cubano lleva décadas entrenando para sortear las restricciones
A pesar de las advertencias de los vendedores, una señora guardó el pan recién comprado en su cartera y se reintegró al final de la cola. "Seguro ahora llama a algún familiar para que venga con su carné a comprar más", comentó una joven con recelo. "Yo vine pensando que esto iba a ser distinto, pero es la misma cola, los mismos cinco panes por persona y el mismo socialismo", añadió decepcionada.
Nada más mencionar el concepto de "mipyme" la mayoría de los cubanos imagina ya mejor surtido de productos, precios mucho más altos que en los comercios oficiales, mejor trato de los empleados y la libertad para elegir, combinar y llevar cuánta mercancía se quiera y del tipo que se determine. Pero esa percepción podría estar cambiando ante la realidad que se va imponiendo.
Algunos transeúntes se acercaban este viernes para indagar sobre "la panadería que ahora es una mipyme", pero pocos superaban la dificultad de tener que esperar tanto tiempo para llevarse a casa una flauta o el también llamado pan bon. "Yo no tengo paciencia para esto", dijo uno. Cinco minutos más tarde, el hombre que controla la puerta anuncia: "Se acabó el pan. Hay que esperar otra media hora".
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