Desesperado por una "plantilla estable", Turismo convoca una feria de empleo en Villa Clara

La cita, impensable antes, cuando el lugar era uno de los más codiciados de Cuba para trabajar, refleja la crisis del sector

Los hoteles más cercanos a la costa, advierte Yanet, son “los peorcitos”.
Los hoteles más cercanos a la costa, advierte Yanet, son “los peorcitos”. / Grupo Gaviota
14ymedio

16 de octubre 2024 - 21:14

La Habana/Hace dos años que Yanet se fue del hotel de Cayo Santa María en el que trabajaba. Se acababa de graduar en la Universidad Central de Las Villas cuando consiguió un puesto “allá atrás”, el nombre clave con que los empleados de Santa Clara, Camajuaní, Remedios y Caibarién aludían –siempre con admiración por su opulencia– al “otro mundo” de la Cayería Norte. 

Pero el país ha cambiado tan radicalmente que los Cayos ya tientan a muy pocos. La estampida de empleados –de la cual Yanet formó parte–, cansados de las restricciones y de que los pusieran “en remojo” y sin salario hasta la temporada alta, ahora azota al sector. Lo demuestra un anuncio publicado por la emisora CMHW y compartido en todos los canales oficiales de Turismo en la provincia: las autoridades convocan a una feria de empleo. 

Faltan “dependientes gastronómicos, recepcionistas, cocineros, camareras de habitaciones en los hoteles, así como auxiliares de limpieza, serenos o custodios económicos, gestores de recursos humanos, entre otros”. A Yanet, que vivió la época en la que había que “ripiarse” por una plaza, la convocatoria le parece insólita y refleja la desesperación del sector. 

“De allá atrás todo el mundo se fue del país o para alguna mipyme”, insiste. También ella encontró un nuevo empleo, tras una de la enésima crisis que provocaron la Tarea Ordenamiento y la pandemia de coronavirus, en Caibarién. 

El tipo de turismo que llega a las instalaciones también resta interés a los potenciales empleados

La feria de empleo –una práctica que el régimen lleva implementando desde hace meses ante la escasez de personal– se realizará este viernes en el parque Vidal de Santa Clara. Tiene carácter “nacional”, así que, en teoría, cualquiera puede optar por un puesto, aunque resida en otras provincias. La revista Excelencias, dedicada a enaltecer los “logros” del sector, la describe como una oportunidad para “fortalecer la inserción laboral” a las puertas de la temporada alta. 

El tipo de turismo que llega a las instalaciones también resta interés a los potenciales empleados: mientras los estadounidenses son tradicionalmente conocidos por dar buenas propinas y los europeos con frecuencia terminan creando lazos de amistad o romance con los trabajadores nacionales, los rusos y el turismo cubano solo dejan "dolores de cabeza", reflexiona.

Los funcionarios que la organizan tendrán la potestad de realizar una “selección directa” de candidatos, pues las “demandas de las empresas turísticas” exigen “optimizar” el proceso de contratación. En primera fila estarán “los directores de recursos humanos de las principales instalaciones turísticas del centro del país, incluidos hoteles, restaurantes, y otros servicios asociados al gremio”. 

Yernelis Ramos, directora de la Oficina Territorial de Empleo del Turismo en Villa Clara, dijo a Excelencias que para enfrentar la temporada alta –de diciembre a febrero–, un período que describió como “crítico”, hizo falta este año una “estrategia para preparar al sector”. 

Ramos admitió que tienen “necesidades inmediatas”, pero que la feria ha sido convocada con el deseo de “consolidar plantillas estables para el futuro”. Ni siquiera hará falta tener título universitario –considerado clave en otro tiempo para optar por una plaza en los Cayos– sino que habiendo aprobado el 12 grado ya se está en condiciones de matricular un curso de formación en el Centro de Capacitación del Turismo, ubicado en Santa Clara. 

Tampoco hace falta experiencia alguna en la plaza que se solicite. Según Ramos, la idea es “captar y preparar a nuevos talentos”. Basta con llevar el carné de identidad. 

"En los hoteles todo el mundo funciona como si estuvieran en diferentes gremios. Es muy curioso, cada cual por su lado"

En contraste con la “flexibilidad” que predican ahora las autoridades, Yanet no olvida la rigidez que se practicaba hasta hace muy poco. Las exigencias de apariencias son un buen ejemplo, afirma. “Nadie podía tener tatuajes. Ni hombres ni mujeres. Los hombres no podían tener barba de ningún tipo ni podían tener pelo largo. Era prácticamente un corte de Servicio Militar”. A uno de sus amigos de la Universidad, asegura, ni siquiera lo dejaron hacer la entrevista por tener “los brazos llenos de tatuajes”. 

“En los hoteles todo el mundo funciona como si estuvieran en diferentes gremios. Es muy curioso, cada cual por su lado. Los choferes, los guías, los camareros, etcétera”, afirma Yanet. “Allí todo depende del favor que le puedas hacer a alguien, porque el día de mañana el que vas a necesitar un favor eres tú”. 

Para llegar a la Cayería Norte –el final de un trayecto cuya ruta más transitada empieza en Santa Clara y acaba en el pedraplén de Caibarién– hay que pasar por varios retenes. También hay revisiones de las pertenencias del empleado, pero “en los costados de los hoteles, nunca en la recepción. Se revisan las credenciales y los bolsos”. 

Los hoteles más cercanos a la costa, advierte Yanet, son “los peorcitos”. “Ya están viejos, se nota en la mala calidad de construcciones como las de cayo Las Brujas, que son normales, baratos. Mientras más para atrás, mejor calidad tienen las instalaciones”. 

Los guías, por su contacto directo con los turistas, atravesaban las situaciones más tensas. “Si se les extraviaba una maleta o se ‘perdía’ un turista, tenían que pagar ellos mismos un taxi para irlos a buscar. Si había alguna actitud que ellos consideraran inadecuada, te podía costar la expulsión automática. Y había que olvidarse de trabajar otra vez con Gaviota”.

Ellos, aclara Yanet, son los oficiales del conglomerado militar Gaesa que gestionan –de traje y corbata, pero aspecto inconfundible– cada hotel. La presencia de estos gerentes inspiraba poco menos que pánico, porque exigen ante todo apegarse al protocolo con “una precisión de robot”. 

Yanet explica que nunca olvidará la advertencia que le hicieron el primer día que se montó en la guagua de trabajadores. “Ten cuidado con lo que hablas, porque todos los transportes tienen cámaras y los jefes van a oír todo lo que digas”. Al cabo de los años, no pudo confirmar si la sospecha era o no infundada. “Pero el simple hecho de que dijeran aquello ya era una advertencia para andar a cuatro ojos y desconfiar de todo el mundo”. 

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