Con el deterioro del viejo embarcadero de Regla, Cuba pierde patrimonio y memoria
Para los reglanos, la decadencia del lugar no es solo utilitaria, sino también sentimental: forma parte de los recuerdos de varias generaciones
La Habana/Poco más que la fachada y unas vigas con óxido quedan del viejo embarcadero de Regla. Construido en 1911, durante décadas funcionó como muelle de la lanchita que transporta a los pasajeros de un lado a otro de la bahía de La Habana. Además, fungió como paradero de ómnibus a Guanabacoa, Cojímar y Casablanca. Su estructura, que recuerda al caparazón de un cangrejo, se resiste a venirse abajo.
En febrero de 1998, el inmueble sufrió un accidente. Durante un frente frío, una lancha impactó contra la estructura y dañó varios travesaños. Parte de la planta baja colapsó. En noviembre de ese año, la empresa de Ómnibus Urbanos arrendó un espigón no lejos de allí a Geocuba para continuar con los servicios de traslado de pasajeros de la lanchita de Regla. Es el que se usa hoy día.
Desde entonces, varios han sido los intentos de restauración, pero hoy todo parece indicar que el viejo embarcadero está destinado al olvido.“Yo recuerdo venir con mi abuelo de niña”, cuenta a 14ymedio María, residente en Guanabacoa. “Casi siempre él subía a la planta alta y se tomaba un café. Me llamaba la atención que un sitio colonial y bello permaneciera tan funcional. Llegábamos de La Habana en la lanchita, y aquí mismo cogíamos la 29 para Guanabacoa. De esto hace más de 30 años”.
El viejo embarcadero se encuentra a pocos metros del santuario de la Virgen de Regla, donde cada 7 de septiembre se reúnen cientos de feligreses a celebrar su procesión. En las orillas del pequeño malecón hay huellas del culto a la Yemayá yoruba durante todo el año.
A un costado del embarcadero descansa un contenedor. Hasta hace tres años se realizaban trabajos con vistas a la restauración del inmueble. La obra, de momento, está paralizada. “El que estaba de jefe de obra aquí era un desaguatacao”, cuenta a este diario un pescador de 63 años que vive en la zona. “El que es constructor ve esto y se sorprende”.
En 2017 se realizó el último de los intentos por remozar el muelle de Regla, que contaba con un plan de restauración a cargo de la Empresa Provincial de Transporte de La Habana. Se ejecutaron el “embellecimiento” del área del malecón y el recalce de la fachada marítima, pero todo quedó en cimientos de dudosa calidad.
“Un ejecutor de obra tiene que velar por la calidad de lo que está haciendo. El historiador de La Habana, Eusebio Leal, era muy estricto con eso, pero entonces se enfermó”, añade el pescador.
Tras la muerte de Leal en 2020 –año en que, además, el coronavirus llegó a Cuba–, las obras se quedaron en pausa. En 2021 se retomaron brevemente, e incluso se puso una fecha de reapertura para marzo del año siguiente. Hoy, el embarcadero sigue esperando.
“Aquí hicieron una película unos franceses. Eso lo vi yo”, prosigue el pescador. “Reconstruyeron la fachada con corcho y una mezcla, que parecía al original. La gente pensaba que lo habían arreglado, y nada de eso, fue una maqueta lo que hicieron”.
Cientos de reglanos pasan diariamente frente al viejo embarcadero. El inmueble queda justo en el medio del camino entre la parada de ómnibus y el muelle alguna vez “provisional”, que también está en franco deterioro.
El servicio de la lanchita se ha visto afectado estos últimos años por múltiples causas y, de las seis lanchas con que se contaba, en estos momentos sólo opera una. Para los habitantes de Regla, la pérdida del embarcadero no es solo utilitaria, sino también sentimental. Forma parte de los recuerdos de la infancia de varias generaciones y se consideraba una muestra del patrimonio cultural del pueblo.
“Pero un país en crisis es difícil que pueda pensar en su patrimonio”, lamenta el pescador entrevistado por este diario. “Es lo último de la cadena”.