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El 11J fue "un día luminoso", concuerdan tres sacerdotes cubanos

'14ymedio' entrevista a Castor Álvarez, Jorge Luis Pérez Soto y Alberto Reyes sobre su experiencia durante las protestas de aquellos días

Tres sacerdotes católicos cubanos ofrecen a '14ymedio' su experiencia de las protestas del 11J un año después. (14ymedio)
Xavier Carbonell

14 de julio 2022 - 15:18

Salamanca/El hombre más viejo del calabozo lleva camisa clerical y una venda en la cabeza. Le han cosido cuatro puntos sobre la herida. En medio del tumulto del 11J en Camagüey, entre el sudor y los gritos de libertad, un sicario le descargó un bate sobre la frente. Con el mismo ímpetu, el agresor volvió a su grupo: no en vano le llaman, a esa estampida de proletarios enfurecidos, brigadas de respuesta rápida.

Mareado, hambriento –no había podido almorzar–, con la cabeza ensangrentada, el hombre pidió ayuda. La Policía, que se toma en serio su reputación de santa y samaritana, lo escoltó hasta el hospital. Allí le remendaron la herida lo mejor que podían y lo condujeron, faltaría más, a la prisión.

Esa noche, Cuba entendió que el Gobierno estaba dispuesto a llegar donde antes no se había atrevido con tal de escarmentar a los manifestantes del 11J: atacar y encarcelar a un cura. No fue hasta la jornada siguiente –y con mucho ruego del arzobispo– que liberaron a Castor Álvarez.

"Aquel día todo era una fiesta, nada más faltaba el tambor", cuenta el sacerdote a 14ymedio, sin rencores, un año después de las protestas. "Había muchos jóvenes y los ancianos salían de sus casas asombrados, a ver aquello, como diciendo: '¿será verdad?'".

"Había muchos jóvenes y los ancianos salían de sus casas asombrados, a ver aquello, como diciendo: '¿será verdad?'"

Cuando todo comenzó, el padre Castor estaba en casa de la actriz Iris Mariño. Al ver la vehemencia con la que aquella mujer asumía la noticia, se puso de rodillas e imploró un poco de iluminación. Tenía que salir.

Caminó tres horas con los jóvenes hasta el encontronazo con los militares. "Yo les decía que no, que ellos no estaban allí para golpear al pueblo. Tenían que dejar hablar a la gente". La Policía, asegura, no fue tan agresiva como el furibundo "cordón" de civiles, que ya empuñaban palos para cumplir la "orden de combate" de Díaz-Canel.

En el calabozo, los muchachos –de todos los colores, religiones y edades– le preguntaron si Dios había tachado a Cuba del mapa. "Les dije que todo lo contrario, y nos pusimos a rezar juntos y a conversar", añade el sacerdote. "Pude comprender a aquellos jóvenes, lo que arriesgaban. Y, por sus expresiones, supe que no dejarían de arriesgarse".

Desde el Período Especial, el cubano comenzó un "camino de liberación" indetenible, reflexiona el cura. No obstante, el desafío más urgente es "creer en la política, creer que se puede hacer una asociación humana con unas reglas determinadas. No podemos pensar solamente en la familia, que es quizás el grupo hasta donde el cubano avanza en la asociación, sino también en el país".

Para este sacerdote, el 11J fue un "día luminoso", que despertó la alegría vieja del cubano. Sin embargo, cierta esperanza ganada en las protestas "se frustró con lo sucedido alrededor del 15N".

La Policía no fue tan agresiva como el "cordón" de civiles, que ya empuñaban palos para cumplir la "orden de combate" de Díaz-Canel

"No podemos desesperarnos", añade, "porque el camino a través de la violencia puede ser rápido, pero menos duradero. El camino pacífico es más lento, pero al tener el convencimiento de los corazones y el acuerdo de los hombres y las voluntades todo es más acertado, más armonioso".

En La Habana, otro sacerdote, Jorge Luis Pérez Soto, también se vio impulsado a caminar junto a la gente durante el 11J. "Recuerdo que esa tarde dejé las calles por una hora para ir a celebrar la misa. Fue un momento místico, porque acompañar espiritualmente a este pueblo también es urgente".

Las redes sociales, el agobio creciente y el cambio generacional están transformando la realidad cubana, piensa. Además de luz, el 11J trajo mucho dolor, tanto por aquellos que "no supieron reclamar pacíficamente sus derechos", como por los que se suponían "garantes del orden ciudadano" y acabaron convocando a la violencia de "hermano contra hermano".

Varias fotografías muestran al sacerdote plantado a la entrada de las estaciones de Policía de La Habana, reclamando fe de vida de los desaparecidos. Muchos de los prisioneros eran laicos católicos, gente de fe y cultura, y menores de edad, de los que no se conocía ni siquiera el establecimiento en el que estaban detenidos.

Fue decisivo entonces, recuerda el padre Jorge Luis, que la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Cuba organizara un servicio de acompañamiento a los presos y sus familiares. En un año de trabajo, la Conferencia ha proporcionado numerosos recursos jurídicos, psicológicos y de consejería a las familias que se han sentido desamparadas ante las duras condenas del 11J. Este servicio ha puesto a la Iglesia Católica, vigilada habitualmente a todos los niveles, en la mirilla de la Seguridad del Estado.

No obstante, "la represión ha sido muy dura. Ciertamente la presión internacional y mediática han logrado que algunas condenas sean rebajadas, pero así y todo continúan siendo injustas y moralmente inaceptables en su mayoría".

El padre Jorge Luis coincide con su colega camagüeyano en que "el pueblo cubano debe aprender a escucharse y acogerse. Las agendas particulares deben ser pospuestas por agendas comunes. La violencia no puede ser contemplada de forma alguna como camino de solución de nada. La educación cívica de las personas es urgente".

El 11J sorprendió a Alberto Reyes fuera de Cuba, pero este sacerdote hubiera querido "vivir las protestas en primera persona". No es un secreto que el G2 le tiene una saña particular y que su expediente de vigilancia debe ser nutrido y minucioso. A pesar de eso –y de otras muchas incomprensiones, incluso dentro del ambiente eclesial–, el padre Alberto es una voz de resistencia y radicalidad.

"Desde la distancia, viví el 11J con una mezcla de emociones, con gozo y esperanza de que las manifestaciones abrieran un camino de cambio definitivo", dice a 14ymedio. Luego vino la "tristeza profunda", "preocupación y rabia por la represión que se desató, y por la oportunidad que el Gobierno volvía a perder de iniciar un diálogo con la sociedad civil que condujera al cambio".

"Somos un pueblo que ha aprendido a defenderse como puede y que sale a desfilar y aplaude con energía mientras prepara su emigración definitiva del país"

Aunque no lo reconozca públicamente, la cúpula de poder también experimenta "una situación de desgaste continuo". Según el presbítero, ese sistema político "ha demostrado con creces su incapacidad para construir una sociedad no sólo próspera, sino capaz de responder a las aspiraciones más elementales del ser humano".

"Somos un pueblo cansado y desgastado", prosigue, "somos un pueblo al cual se le va la vida en la lucha por la supervivencia; somos un pueblo que ha aprendido a defenderse como puede y que sale a desfilar y aplaude con energía mientras prepara su emigración definitiva del país. Somos un pueblo sumergido en la miseria y la precariedad donde se hace cada vez más difícil cultivar los valores del espíritu. Y somos un pueblo que ya no cree en las promesas vacías que sus gobernantes insisten en repetir".

Un tema candente alrededor del 11J ha sido la actitud de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, acusada de debilidad frente a la presión del Gobierno. El padre Jorge Luis, sin embargo, asegura que "los obispos han intercedido mucho, desde el silencio, por ayudar a los detenidos; también se han pronunciado en diversos mensajes. Su actuación ha sido discreta, desde el anonimato, pero han estado presente".

"En mi caso", coincide el padre Castor, "mi obispo estuvo presente allí los dos días, para sacarme de prisión", y añade que "muchos laicos nuestros fueron también apresados. Muchas personas han expresado aprobación por nuestra actitud de enfrentar a las autoridades en favor de la justicia, del respeto, de la libertad de expresión".

En estos tres sacerdotes coexiste un espíritu crítico y de raigambre cívica que comparten con muchos presbíteros y religiosas, como Rolando Montes de Oca o la superiora de las Hijas de la Caridad en Cuba, Nadieska Almeida.

"Es verdad que no todos los pastores han estado involucrados", reconoce el padre Castor, "pero también hay que entender los carismas. Yo creo que ha habido una luz dentro de los pastores de la Iglesia hacia el pueblo. Y el pueblo sabe que ahí puede encontrar siempre un apoyo".

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