Un día de los difuntos más austero que nunca en Cuba, bajo la lluvia y con flores inasequibles

Los floristas de La Habana venden un ramo entre 600 y 1.000 pesos. Hay otros, más económicos, a partir de 500, pero no durarán mucho

Varios sacerdotes realizan la misa de difuntos, este 2 de noviembre de 2023, en el cementerio de Colón. (14ymedio)
Varios sacerdotes realizan la misa de difuntos, este 2 de noviembre de 2023, en el cementerio de Colón. (14ymedio)
Juan Izquierdo

02 de noviembre 2023 - 21:14

La Habana/Los cubanos que salieron este jueves rumbo al cementerio para honrar a sus difuntos enfrentaron dos sinsabores: la insistente llovizna que no paró de caer sobre La Habana y los desaforados precios de las flores que se suelen poner sobre las tumbas. Con un fajo de billetes en el bolsillo y un paraguas –remendado, en la mayoría de los casos–, quienes llegaron a la misa celebrada en la capilla del cementerio de Colón lo hicieron a duras penas.

Al pequeño templo, ubicado en el centro del camposanto, acuden varios curas y diáconos –un cargo religioso de menor calibre– para celebrar los ritos fúnebres. Desde hace años, y ante la escasez de sacerdotes en la Isla, las capillas de los cementerios son uno de los espacios de culto menos atendidos y, por ubicarse en un terreno bajo jurisdicción estatal, son vistas con recelo por las autoridades.

Esto, sin embargo, no ha impedido la eucaristía de este jueves. Las paredes de la capilla, que cuenta con una pintura alegórica del Juicio Final y varias imágenes de santos, están descascaradas y manchadas por la humedad. El trasiego de dolientes ha dejado su marca, también, en las columnas, hoy sucias y con una pátina negra.

Casi marchitas, en cubetas plásticas, hay rosas, girasoles y azucenas "más cerradas que una olla arrocera por estos días"

Quienes han podido traer flores para sus muertos han dado un ojo de la cara por ellas. Los floristas de La Habana venden un ramo entre 600 y 1.000 pesos. Hay otros, más económicos, a partir de 500, pero no durarán mucho. Casi marchitas, en cubetas plásticas, hay rosas, girasoles y azucenas "más cerradas que una olla arrocera por estos días", comenta una clienta. Nada sofisticado, pero los muertos –como los vivos– deberán conformarse con poco este 2 de noviembre.

"Total, con lo rápido que se echan a perder las flores en este país", lamenta una mujer que lleva en sus manos unos pocos gladiolos. Al terminar la ceremonia, los curas van, como es su costumbre, al panteón de la Liga Sacerdotal, donde están enterrados varios religiosos que murieron en La Habana y, no lejos de allí, la del primer cardenal de Cuba y el Caribe, Manuel Arteaga.

Uno de los religiosos conversa con los asistentes al ritual sobre lo difícil que se ha vuelto la vida en la Isla. Sin embargo, asegura, "le queda poco a la noche y está a punto de amanecer", una frase que evoca, no por casualidad, el libro de Oswaldo Payá.

El día de los difuntos en Cuba es austero, aunque en las redes sociales se anuncian varias "iniciativas" para darle color a lo que, en la Isla, nunca ha sido motivo de fiesta. "Celebra con nosotros", prometía un vendedor de "croquetas y bolitas de queso para los fieles difuntos". La comida, añadían, es "un homenaje como ellos se merecen".

Por su parte, la Casa de México –país donde la fecha reviste otro carácter– invitaba a su fiesta "en honor de los muertos", con la suculenta promesa de un banquete para los vivos, "con la presencia de personalidades de la Embajada" y de la Oficina del Historiador de La Habana que, tras el festín, realizarían "la inauguración de un altar" para los difuntos.

No obstante, quienes fueron al cementerio este jueves y encontraron la tumba de sus ancestros intacta podían considerarse afortunados. Como ha admitido la prensa oficial, los camposantos están cada vez más expuestos al vandalismo y la delincuencia, y se ha hecho frecuente encontrar los sepulcros abiertos, las esculturas y lápidas rotas, y los restos desperdigados por el lugar.

Los cementerios de Matanzas y Holguín –los casos más sonados–, pero también los municipales o el propio cementerio patrimonial de Colón, han sufrido profanaciones que hacen realidad el refrán que, este 2 de noviembre, muchos han repetido: el cubano no descansa ni después de muerto.

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