La directora del Ballet Clásico de Cuba reprocha que solo se hable de sus bailarines cuando se fugan
Regina Balaguer, también diputada, reivindica en una entrevista en España que se hable de lo positivo y no solo "de las cosas feas o de los inconvenientes"
Madrid/Quedan solo cuatro días para que el Ballet Clásico de Cuba (antes Ballet de Camagüey) ponga punto y final a su gira por Madrid, donde ha representado desde principios de julio El lago de los cisnes después de su paso por Barcelona. La pregunta, como en todo viaje de esta índole, es si regresará a la Isla el cuerpo de bailarines completo, una duda que ofende a su directora, la también diputada, Regina Balaguer, que concedió una entrevista al diario español El Confidencial en la que habla de la relación del régimen con la disciplina artística.
"Hicimos una gira en 2018 y ningún bailarín se quedó. Todos regresamos a Cuba. Esas son cosas que no se hablan mucho. Siempre se habla del que se queda o del problema", responde Balaguer, a quien la redactora sometió a multitud de cuestiones relacionadas con la política que la funcionaria quiso eludir. "Venimos a España y a cualquier país a mostrar nuestro arte, a hacer cultura, y no a hablar de política", reitera.
La directora del Ballet Clásico, sin embargo, es la primera en mezclar ambas cosas, aunque espoleada por las preguntas de Ana Ramírez, la periodista, que le insta a hablar del uso diplomático de la danza. "El ballet arraigó muy pronto en Cuba con las figuras de Fernando, Alicia y Alberto Alonso. Desde el triunfo de la Revolución, el propio Fidel se acercó a ellos para darles todo el apoyo que necesitaban para que hubiera una compañía", repasa.
"El ballet arraigó muy pronto en Cuba con las figuras de Fernando, Alicia y Alberto Alonso. Desde el triunfo de la Revolución, el propio Fidel se acercó a ellos para darles todo el apoyo que necesitaban para que hubiera una compañía"
La funcionaria explica que la política cultural –que atribuye completamente a Fidel Castro– ha logrado que un arte tan elitista como el ballet sea transversal en la Isla, gracias a la gratuidad de un sistema en el que hay, incluso, talleres vocacionales en los que no se hacen pruebas de aptitud –"puede ingresar todo el que quiera"–. De ese modo, quien progresa, se profesionaliza; quien no, se convierte en espectador.
Durante largos párrafos, Balaguer expone al medio madrileño –que recurre a acotaciones mitológicas, como la de la madrugada en que Castro se presentó ante Alonso con una oferta de 200.000 dólares para abrir la compañía– las características propias del ballet de la Isla, heredadas de sus fundadores. La funcionaria afirma que emergen la feminidad en la bailarina y la masculinidad en el bailarín en la escuela cubana, marcada también por el carácter latino.
La periodista consultó al respecto con el crítico de danza Roger Salas, que escribe en el diario El País, y obtuvo por su parte una respuesta demoledora. "Por mucho que se adorne políticamente el relato, la escuela cubana de ballet no es más que una desinencia de la escuela norteamericana", expone. El experto añade la formación de los Alonso en EE UU (con influencia soviética) y el altísimo porcentaje estadounidense (60%) del elenco del primer ballet.
La entrevista continúa adentrándose en la senda de lo político al recordar a Balaguer que en 2022 denunció la importación de unas zapatillas chinas que no servían para sus alumnos. "Tenemos miles de cajas de zapatillas que no son útiles", protestó en aquella ocasión. La diputada niega que aquella frase, pronunciada ante el Parlamento, fuera una queja. "Lo que planteaba es que tenemos que ser objetivos con las cosas que hacemos. La enseñanza artística es cara, pero es gratuita en Cuba", subraya.
Balaguer insiste en que todo en Cuba es gratuito y destaca que, en este caso, el de la danza, es una disciplina cara "y el Estado la asume con responsabilidad". "Creo que el Ministerio de Cultura y el Estado cubano han sido muy receptivos. Como siempre, están dando un paso al frente", elogia.
Pero la periodista insiste en hablar de las zapatillas chinas. "Esas cosas pueden pasar cuando se importa material. Pero lo más importante es que estamos aquí para mostrar El lago de los cisnes", vuelve a escaparse Blalaguer, que no desperdicia la ocasión para considerar que todos los países del mundo tienen problemas económicos en estos momentos.
"Por mucho que se adorne políticamente el relato, la escuela cubana de ballet no es más que una desinencia de la escuela norteamericana"
"¿Han resuelto ese problema con las zapatillas?", inquiere por tercera vez la redactora. El debate se cierra con un "Claro. Todo se habla y poco a poco se resuelve" y la insistencia de que la voluntad del Estado es la mejor y las controvertidas zapatillas llegaron durante la pandemia, cuando los inconvenientes eran, para todo, extremos. El calzado de los profesionales se fabrica en los talleres de la compañía –las importadas son para las escuelas–, pero el texto recuerda cuando en los años 90 las propias bailarinas remendaban sus trajes y a duras penas podían adecentar las punteras con el mal pegamento que se vendía en la Isla.
Cuando Vigensay Valdés se hizo cargo del Ballet Nacional de Cuba - la primera compañía en importancia de la Isla -, en 2019, ascendían a 40 los bailarines que habían solicitado asilo en EE UU y otros países, de acuerdo con las cifras del Ballet Clásico Cubano de Miami. Hace apenas un año, en otro ámbito de la danza, tuvo lugar una deserción masiva muy comentada cuando a finales de julio ocho integrantes de la compañía Lizt Alfonso Dance Cuba abandonaron la delegación y se quedaron en España, tras finalizar las presentaciones de su gira por Europa.
Balaguer, sin embargo, se niega a verlo. "No hablan de que hicimos una gira en España y en Suiza, y nadie se quedó.(...) Creo que a veces no solo hay que hablar de los problemas, de las cosas feas o de los inconvenientes, sino de las cosas positivas".
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